¿Quién teme unas nuevas elecciones?
El elemento principal para que un partido en minoría acepte un acuerdo de gobierno con otro es el coste que le puede reportar otros comicios
A la vista de lo sucedido en Cataluña, parece que el elemento principal para que un partido en minoría acepte un acuerdo de gobierno con otro es el coste que le puede reportar unas nuevas elecciones. Las opciones que tomen los distintos grupos en los próximos días en el escenario político español se mueven en esas mismas coordenadas.
¿Le interesan unas nuevas elecciones, por ejemplo, al Partido Popular o a Mariano Rajoy? No es su peor opción, aunque no puede esperar más que una ligera mejora. Obviamente, al PP le interesa más llegar a un acuerdo con el PSOE y Ciudadanos. Es mucho suponer, sin embargo, que esté dispuesto a renunciar, a cambio, a buena parte de las reformas que ha ido aprobando en los últimos cuatro años. A la hora de negociar, la cosa se le pondría difícil. Es más probable que el PP aceptara sustituir a Rajoy (compensándole con el control del partido) y abrir el debate constitucional que cambiar radicalmente sus políticas. Así que el PSOE, una vez metido en negociaciones, tendría grandes dificultades para cumplir una parte sustancial de su programa socialdemócrata.
En cualquier caso, Pedro Sánchez parece dispuesto a resistir. Su mejor opción es un acuerdo con Podemos, que aglutine a otros pequeños grupos, y le dé el Gobierno de la nación, imprescindible para consolidarse como líder socialista. Es evidente que no todo su partido le acompaña, pero los secretarios generales socialistas disponen de más capacidad de maniobra de lo que se cree. Incluso si el acuerdo “de izquierda” fuera imposible, el PSOE podría batallar en una nueva campaña, demostrando que los socialistas no cedieron ante la derecha y que si no existe gobierno de izquierda es responsabilidad de Podemos.
Los críticos de Sánchez no tienen garantizado que puedan echarle antes de unas nuevas elecciones, porque lo lógico sería que no se convocara el congreso del partido, sino unas nuevas primarias para candidato presidencial. Sánchez volvería a presentarse y cualquier otro candidato estaría sometido, inevitablemente, a la sospecha de encarnar la “gran coalición”.
¿Y a Podemos? Sus primeras declaraciones parecen indicar que mira con buenos ojos unas nuevas elecciones, aunque algunos creen que su anhelo más escondido es que el PSOE permita un nuevo gobierno conservador. Es posible que el entorno de Pablo Iglesias confíe todavía en que las presiones sobre Sánchez le hagan cambiar de posición y que por eso continúa con su estrategia de ataque. Será interesante saber cómo reacciona si Sánchez demuestra que es capaz de resistir y le presenta un acuerdo social y de regeneración institucional.
Unas nuevas elecciones no ofrecen un beneficio tan evidente como pregona Podemos. Es cierto que Iglesias mantiene una fuerte alianza con Ada Colau (la alcaldesa de Barcelona es quien ha fulminado todas las pequeñas revueltas izquierdistas que se dibujaron en Podemos) y que tampoco existen problemas con Compromís, pero las relaciones con las Mareas gallegas se han complicado a cuenta de los grupos parlamentarios y del referéndum de autodeterminación, curiosamente más exigido como línea roja por los gallegos que por la propia Colau.
Albert Rivera, por último, tampoco es un entusiasta de nuevos comicios. Por el momento, se mueve con bastante habilidad, hasta el punto de conseguir un protagonismo insospechado en la elección del presidente del Congreso. Rivera se las arregla bien para colocarse en un pretendido “centro” que solo puede rendirle beneficios a medio plazo. A corto, sin embargo, no se vislumbra una mejora de Ciudadanos, así que probablemente esté tan interesado como Sánchez en lograr que se forme gobierno. El que sea, debe pensar Rivera.
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