Perdona, pero no lo siento

Iba a empezar esta columna pidiendo perdón por dedicarla a la absurda dieta anti tomates de Gisele Bündchen, pero… da igual. Olvídense de Gisele. Lo importante es que iba a empezar presentando excusas. Una mala costumbre ¿femenina? Si es usted lector, tómeselo como un paseo por el otro lado, pero si es lectora, ¿se ha fijado en sus emails? ¿No? ¡Vamos!

Elija uno de los que se revisan veinte veces antes de clicar en Send. Yo soy de “Perdona que te moleste”, “quizás me equivoque” y si es largo cierro con “gracias por leer hasta aquí”. Ante la duda, añado una smiley face :) en signos ortográficos —menos hortera— para bajar al tono amistoso. No hace falta ser psicóloga ni argentina para darse cuenta de que, en el mundo profesional, yo misma me disparo en los pies cual Froilán con escopeta.

Demasiadas mujeres somos así: pedimos perdón. Tantas que el mundo digital ha llegado en nuestra ayuda, mujeres felpudo de nosotras mismas. Tras Poo Log (utilísima app para controlar sus visitas al baño) o Menstrual calendar (para qué traducirla, ¿no?) Slate me ha descubierto la JustNoSorry app: la extensión que subraya en tus correos los “solo escribo” que te reducen a paleto nervioso con boina entre las manos o los “mil perdones” nivel José Luis López Vázquez, “un esclavo, un amigo, un siervo”.

Entendido. Pediremos menos perdones; pero a mí me encanta cuando en el e mail de algún tipo (y más si es importante) se me agradece algo. Además de este instrumento para chicas, iría desarrollando otros para enseñar a esos que ni bajo tortura saben escribir un “gracias por tu interés”.