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PUNTO DE OBSERVACIÓN

¿Por qué insiste Mariano Rajoy?

Es muy posible que Rajoy no esté dispuesto a dejar paso a otro candidato popular ni a permitir la posibilidad de un presidente de otra formación mientras no esté seguro de seguir al mando del PP

Soledad Gallego-Díaz

Mariano Rajoy pertenece a la categoría de políticos correosos que se han dado en España con mucha frecuencia. Políticos que no tienen habilidades personales para ocupar cargos de relevancia pública, pero que son inteligentes y orgullosos y que despliegan una capacidad formidable de controlar organizaciones. Rajoy sabe ya, perfectamente, que no tiene la menor posibilidad de salir elegido de nuevo como presidente del Gobierno, así que ¿por qué insiste en presentarse como candidato a la investidura?

La respuesta no está quizás en La Moncloa, sino en Génova. Es muy posible que Rajoy no esté dispuesto a dejar paso a otro candidato popular ni a permitir que su partido explore la posibilidad de un presidente de otra formación mientras que no esté seguro de que continuará al mando del PP, y para eso necesita tiempo. De hecho, lo único que ha dicho tajantemente Rajoy estos días es que será candidato en el congreso del PP. Solo desde esa posición se garantiza una protección suficiente frente a nuevos episodios judiciales por corrupción que puedan afectar a la cúpula del partido. Para él, lo verdaderamente fundamental ahora es no perder el poder en el PP.

La aritmética demuestra que Rajoy no podrá obtener un mayor número de votos favorables a su investidura que votos contrarios. La idea de que el PSOE pueda abstenerse es ridícula (Pedro Sánchez se ha negado en redondo y hasta Susana Díaz lo ha admitido así) y con la simple abstención, o incluso el improbable apoyo de Ciudadanos y algún grupo menor, no podrá alcanzar nunca una mayoría suficiente. No solo votarán en su contra PSOE (90 escaños), Podemos (69) y Unidad Popular (2), sino los grupos catalanes (17 escaños entre ERC y Convergencia) y Bildu (2). Es decir, 180 noes, una barrera infranqueable.

En esa carrera por ganar tiempo, Rajoy tiene algunas dificultades. La primera: no puede conseguir que el Rey alargue la propuesta inicial de su candidatura. Las Cortes se constituyen el 13 de enero y, a partir de ese momento, lo tradicional es que el Rey no tarde más de un mes en proponer un candidato al presidente/a del Congreso.

En teoría, el Rey podría constatar en ese mes, en sus conversaciones con todos los grupos, que Rajoy no dispone de mayoría, ni absoluta ni relativa, y que otro candidato, de otro partido, sí es capaz de alcanzarla y, obrando en consecuencia, ignorar a Rajoy. La Constitución no indica en ningún momento que el Rey esté obligado a proponer al presidente del Congreso a quien obtuvo más votos, sino a quien estima que podrá conseguir la confianza del Congreso.

De hecho, el artículo 99 de la Constitución fue objeto de una redacción completamente distinta del primer borrador de la ponencia al texto finalmente aprobado precisamente porque Juan Carlos I indicó discretamente al entonces presidente de las Cortes, Antonio Hernández Gil, que sería el único Jefe de Estado en Europa sin capacidad para proponer al candidato a presidente del Gobierno. El primer borrador afirmaba, efectivamente, que “el Congreso de los Diputados elegirá al presidente del Gobierno de entre los candidatos propuestos por los grupos parlamentarios”, sin intervención alguna del Jefe de Estado.

Lo más probable es que Felipe VI no utilice ese derecho y que proceda según las rutinas establecidas, proponiendo en primer lugar a Mariano Rajoy, pero sería incomprensible que alargara los plazos si, en su discreta tarea de mediador, es consciente de que existe otro candidato mejor situado para lograr el pacto. Rajoy no puede contar con mucho tiempo antes de que se empiece a hablar seriamente de otros aspirantes. solg@elpais.es

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