Un mercado con estrella
En pleno centro de Málaga, un mercado tradicional se ha convertido en un distinguido y audaz espacio gourmet.
Para convertir un mercado tradicional en un espacio gourmet hizo falta poco más de medio año de reformas arquitectónicas, así como el entusiasmo de un grupo de hosteleros y de un público ávido de nuevas propuestas. Sólo así, en una esquina de la Plaza de la Merced de Málaga, entre la Casa Natal de Picasso y el Teatro Cervantes, una treintena de puestos pueden ofrecer ahora una oferta gastronómica muy variada. Hay, por ejemplo, uno de sushi; uno de hamburguesas que pueden ser “mini” o de 110 gramos y de carne de ternera, buey o chivo; uno de jamón ibérico de bellota; un puesto vegetariano con ensaladas, sándwiches vegetales y woks de verduras que pueden confeccionarse al gusto; otro de huevos en sus múltiples formatos (fritos con patatas y chistorra, en tortilla o revueltos con distintos ingredientes); uno de quesos; otro de laterío gourmet; un corner de croquetas con distintas opciones; uno de postres holandeses; otro de cervezas del mundo y hasta una parrilla de carnes argentinas.
Pero desde hace unas semanas, la afluencia de gente se dirige a un puesto de nombre “Arequipa.” Es del chef Diego Gallegos, a quien la Guía Michelin le otorgó una estrella el mes pasado por su restaurante Sollo, ubicado en Benalmádena, a donde muchos acuden en busca de caviar bien preparado. Aquí en el centro de Málaga, Gallegos se ha decantado por ofrecer platos en los que se perciben las raíces brasileñas del cocinero y notas de la cocina peruana, chifa y nikkei. Sus propuestas han sido diseñadas para compartir e irán cambiando cada tres meses. El kinchee de ahumados con lima y huevas de salmón, la gyoza de sobrasada de pescado con caldo dashi, el salmón al curry con guisantes tandoori, el bocata de chicharron o el calamar “japo”, son algunos de los platos de fusión latino-asiática con guiños a la dieta mediterránea que pueden saborearse en su puesto.
Para comer con calma, el espacio cuenta con barras y mesas de apoyo y con una zona de mesas bajas en las que, a diferencia de otros mercados gourmet, se ofrece servicio a mesa mediante una extensa carta que recoge toda la variedad de los puestos degustación. Además cuenta con una terraza que ocupa dos de las calles que rodean el mercado y con una zona infantil y un aula cultural en la que, en estos días, puede apreciarse una selección de fotografías de Manu Bravo, fotoperiodista galardonado con el Premio Pulitzer.
El arquitecto José Luis Blanco-Astigarraga (conocido en Andalucía por la rehabilitación de edificios emblemáticos), sus hijos Ezequiel y Julián y la gerente del mercado, Amanda Catalán, son los promotores de lo que para ellos es “una locomotora para el desarrollo futuro del barrio y de Málaga.” El edificio tiene un estilo industrial donde predominan el hierro, el vidrio y la simetría y donde no faltan detalles del arte urbano más actual, como las ilustraciones que jóvenes artistas han pintado en las persianas de los módulos de mercado tradicional que, por cierto, conserva algunos de sus puestos emblemáticos.
En la oferta gastronómica se encuentran también algunos de los sitios hosteleros más míticos de la cuidad, como la Antigua Casa de Guardia (una de las vinotecas más antiguas de Málaga con 175 años de historia y especializada en vinos andaluces) o el bar de copas Lemon, un clásico de la noche malagueña en los años 80 y 90 que ha recuperado para el mercado sus cócteles más emblemáticos y sus zumos 100% naturales. Son propuestas que conviven con la hostelería más actual con representantes como Taninos, un joven equipo de sumilleres que apuesta por vinos curiosos, diferentes y de producciones limitadas.
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