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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Más que un premio

Europa debe presionar a Arabia Saudí para que avance en el respeto a la libertad de expresión

Ensaf Haidar sostiene la foto de su marido, Raif Badawi,  en presencia del presidente de la Eurocámara, Martin Schulz.
Ensaf Haidar sostiene la foto de su marido, Raif Badawi, en presencia del presidente de la Eurocámara, Martin Schulz.PATRICK HERTZOG (AFP)

La entrega el miércoles del Premio Sajarov al bloguero saudí Raif Badawi, encarcelado en su país y condenado a mil latigazos, sirvió de recordatorio y escenificación de dos conceptos fundamentales. El primero es que la Unión Europea se basa en unos valores de libertad muy por encima de las coyunturas políticas y económicas del momento. El segundo es que incluso bajo los regímenes que menos respetan los derechos humanos siempre habrá personas que están dispuestas a arriesgar su integridad personal alzando la voz en beneficio de todos sus conciudadanos.

En este contexto resulta muy significativo el atuendo elegido por Ensaf Haidar, la mujer de Badawi, para recoger el premio: brazos al descubierto y melena suelta. Algo que millones de mujeres en Arabia Saudí tienen estrictamente prohibido y por lo que pueden ser sometidas legalmente incluso a castigos físicos. Por el contrario, en Bruselas, Haidar, que llevaba un retrato de su marido, recibió el aplauso unánime y prolongado de los miembros del Parlamento Europeo.

La ceremonia de la Eurocámara no debería quedarse en el simbolismo. La mujer del bloguero que ya ha recibido 50 latigazos de su sentencia pidió explícitamente a los países europeos que presionen más a Arabia Saudí en favor de la libertad de expresión, que está en la base de la evolución democrática de cualquier régimen y a la que también tienen derecho los ciudadanos saudíes.

Por razones económicas y estratégicas, durante demasiado tiempo Occidente ha guardado silencio sobre un régimen que no reconoce las libertades básicas de sus ciudadanos, a los que trata como súbditos, y en el que la situación de la mujer es particularmente vergonzante. Un lugar en el que un hombre, solo por escribir, todavía espera recibir 950 latigazos, y cuya mujer pide a Europa ayuda para su marido y para sus compatriotas.

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