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CLAVES
Columna
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Matar de nuevo a Suárez

Impostar al personaje para heredar sus bondades es un error

Jorge M. Reverte

Adolfo Suárez se murió de una enfermedad degenerativa e implacable y en ello no tuvimos que ver ninguno de los demás. La enfermedad se lo pudo llevar apuntándose todo el mérito. Pero tuvo otras muertes de las que no sabemos si fueron más o menos dolorosas que la física.

Sabemos que la primera coincidió con su desastre político. Suárez intentó agarrarse a su imagen pública para sobrevivir. Pero ya no había nada que hacer. Y yo creo que en parte eso se debió a que Suárez no representaba el centro como él quería y como casi todos creímos en algún momento. Incluso su imagen se convirtió en algo borroso e impreciso, incapaz de sumar votos y de dar contenido a un proyecto político del que carecía.

Por eso sorprende que Albert Rivera y Mariano Rajoy hayan coincidido, el uno machaconeando persistente esa imagen de Suárez para impostarle, y el otro intentando obscenamente apropiarse del significado del centro. Rivera trata de encarnar la imagen juvenil del cambio político, del que echaba la mano insolente al brazo del Rey (peor aún: se lo hizo a Hassan II, que tuvo que intervenir para parar a su escolta). Rajoy denota que mendiga una imagen campechana. ¿No tiene otra manera de convencernos de que él es el centro? Bertín y Suárez no le van a ser suficiente.

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Hay un gigantesco error en todo esto: que Suárez era la encarnación del centro. Tanto él como su hijo, como el PP y como Ciudadanos se han equivocado. España no votó al centro cuando Suárez triunfó por goleada, votó democracia, votó diálogo, y votó el final de la dictadura. En parte votaron a Suárez los que votaron a Felipe. Resucitarle ahora, en Ávila y con ese pésimo político que es el hijo del hombre ejemplar, no lleva a ninguna parte. Impostar al personaje para heredar sus bondades es otro error. Algo menor porque se trata de buscar una imagen kenediana española.

A todos los que buscan alguna transferencia mágica de virtudes hay que recordarles de dónde venía Suárez y a quién traicionó para darnos a los demás un nacimiento político digno.

Pero hay que decirlo todo: más vale que tomen a Adolfo Suárez como ejemplo que a cualquier indigno de los que andamos tan sobrados.

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