Atrás quedarán abrazos
Atrás quedarán abrazos, promesas y coronas de laurel, pronto descubriréis la cruda realidad, las lágrimas se convertirán en ríos de impotencia e incredulidad. Os encontraréis solos, reducidos a un número de expediente.
Os quedará una ardua singladura, en la que debéis estar unidos como una piña, arropados por los compañeros de vuestros caídos y heridos. Tras el luto inicial, reclamaréis una indemnización, aunque todo el dinero del mundo no puede reemplazar a un ser querido.
La investigación se desvanecerá con el archivo de la causa por un juez militar, un general jurídico considerará que los daños están considerablemente reparados, solo os quedará pedir justicia a la Audiencia Nacional.
Explosivos y municiones caducadas, material obsoleto y defectuoso, helicópteros que se caen sin causa alguna, etcétera. No hay responsables, todo se soluciona con una corona de laurel y una limosna de 22.500 euros por fallecido.— José Manuel Candó Ballesteros. Teniente de Infantería de Marina (retirado por lesiones en acto de servicio).
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