Una sanción grotesca

Los fiascos en la FIFA se han convertido en moneda corriente ante el estupor de los aficionados al fútbol. Mientras no haya un nuevo presidente que —hay que confiar en ello— confiera estabilidad y buen nombre a la organización, pueden producirse disparos en el vacío y tracas con pólvora mojada como la sanción comunicada ayer al presidente de la Federación Española. El Comité de Ética de la FIFA decidió multar a Ángel María Villar con 23.000 euros por utilizar una expresión malsonante en el transcurso de las investigaciones sobre los Mundiales de Rusia y Qatar. El resultado, indeseado e indeseable, es que Villar ha transmitido la idea de que así se “limpia su nombre” por las acusaciones de falta de colaboración con los investigadores de los presuntos fraudes que acompañaron la concesión de ambos acontecimientos.

El fondo de la cuestión no es que Villar sea un malhablado o que, en la expresión pacata del comité, haya “incumplido las normas de conducta”; la cuestión que debe investigarse es si Villar obstaculizó la investigación de la FIFA y si hay indicios de que participó, y de qué manera en caso afirmativo, en las adjudicaciones irregulares de ambos campeonatos. Si el Comité de Ética del fútbol mundial va a centrar sus investigaciones en el “lenguaje impropio”, lo lógico es que dicho comité sea inmediatamente sustituido por un cartel que prohiba la palabra soez; así se conseguiría un gran ahorro presupuestario.

La decisión sobre Villar confirma que la FIFA es un organismo sin estructura directiva coherente —aunque sea provisional— ni criterios claros de actuación. La única salida es una renovación total, de personas y de estructuras. La decisión de la comisión electoral de rechazar a Michel Platini debe ser bien acogida por los seguidores del fútbol. Sólo es necesario que en los próximos meses la comisión no se vuelva atrás o encuentre una salida bufa para Platini como la de Villar.