Donut de cristal
Solo conocemos la puntita de la corrupción acumulada en todo el proceso de construcción de esa falla judicial
Al viraje de los conservadores catalanes hacia la secesión le tendremos siempre que agradecer un efecto secundario similar al de un chequeo rutinario que nos descubre un tumor grave. Gracias a la inédita colaboración de las autoridades andorranas, la familia Pujol regala un argumento para próximas óperas, películas y sagas televisivas a la manera de unos Borgia con chirucas. La impunidad pujolística es el verdadero dilema que desmembra a Artur Mas, entre su pedigrí neoliberal y una revelación anticapitalista que le tiró del caballo camino de un Damasco hoy más trágico aún que ayer. Aún no conocemos la conclusión apostólica, pero nos sirve esa trama, por fin investigada, para anhelar que en Madrid se calaran en la cabeza similares ínfulas secesionistas los que gozaron también de impunidad y asomarnos a su corrupción sin otro afán que limpiar la casa.
Convendría que todos los madrileños se dieran un paseo por Valdebebas. Aparte de pedirle autógrafos a los jugadores del Real Madrid cuando abandonan en sus bólidos los campos de entrenamiento del club, podrían apreciar el paisaje colindante. Glorietas y avenidas de dos carriles, perfectamente diseñadas, jalonan el camino hacia ninguna parte de unos descampados que se soñaron la Ciudad de la Justicia y ahora son una pista perfecta para enseñar a conducir a tu nieto, si no estuviera prohibido por ley dar clases sin licencia de autoescuela. Se puede, eso sí, convertir en una visita académica para todas las escuelas de negocios del país. Queda, además, un edificio puesto en pie, una urna vacía, sin luz ni agua, cuyos ventanales son un guiño macabro a la transparencia, y que duerme una siesta arquitectónico digna de los tres hermanos Calatrava, protegida por una garita de guardas jurados. Iba a ser el Instituto de Medicina Legal, pero ahora es conocido como el donut de cristal.
Solo conocemos la puntita de la corrupción acumulada en todo el proceso de construcción de esa falla judicial. Pero ya se sabe que ha habido altos cargos cobrando sin medida y sin horario, con todos los gastos pagados y con manga ancha para beneficiar a familiares y vecinos. Hay además un vídeo promocional que ha costado casi un millón de euros. Producción jamás emitida por Telemadrid, y que pertenece a un género cinematográfico habitual en el aguirrismo, la película no de autor, sino de auditor. Como sucedía con la Gürtel, que la arquitectura, el audiovisual, las visitas papales, los conciertos y la organización de actos eran espectáculos al servicio del saqueo de las cuentas públicas. ¿Nos dejarán ver ese Madrid escondido en Andorra?
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