Conocimiento y política
Por Marcelo Eckhardt
El bus nos llevaba al Centro de Congresos Plaza Mayor de Medellín rumbo a la inauguración de la Asamblea y de la Conferencia de CLACSO, el mayor evento académico de América Latina; mis compañeros de viaje son reconocidos intelectuales y académicos de varios países de la región. Entre las pintorescas calles paisa, escuchaba parte del diálogo de dos colegas que hablaban sobre las diferencias de la sociedad africana y las sociedades latinoamericanas. Me llamó la atención la ubicuidad de esa charla entre gente de diferentes países refiriéndose a África mientras recorríamos las calles de Medellín y pensé que esa era una de las situaciones donde uno tiene una noción más clara del mundo. Pero al mirar por la ventanilla, antes de pasar el puente sobre el río Medellín, vi tambalearse en la vereda a un hombre destruido por la marginación y por el alcohol, y tambaleó también mi idea sobre el mundo.
Esta situación que viví y que tantos viven a diario en las grandes ciudades, es un buen ejemplo para graficar lo que se debatió y se expuso en el Seminario internacional CLACSO-MOST/UNESCO durante todo el día lunes en el Plaza Mayor. MOST es un programa gestión de las transformaciones sociales entre los gobiernos y las instituciones de ciencias sociales, con el objetivo de desarrollar y de mejorar las formulaciones de políticas estatales para el progreso social. En pocas palabras, es un intento denodado y sistemático desde hace 20 años por tratar de unir conocimiento y política, teoría y práctica. El marxismo tiene un concepto para nominar la mixtura entre la idea y la acción: praxis; esto es lo que debería ocurrir entre los gobiernos y los intelectuales, investigadores y académicos sociales, una praxis para el desarrollo de las sociedades. Una praxis que ayudaría a que el diálogo de los dos colegas que iban hacia el seminario incida fácticamente en el hombre derrotado en la calle de Medellín y sea socorrido.
El drama ya histórico de la falta de relación real entre el conocimiento y la política produce, cuando no se establece vínculo alguno entre ambas partes, el debilitamiento notable de sus potencialidades. Y el costo de esa escisión fatal lo pagan las sociedades que ven postergadas sus necesidades, las soluciones a sus problemas que podrían estar planteadas tal vez en una tesis, en una investigación, en un ensayo pero que los políticos que tienen la posibilidad de ejercer en la práctica el cambio necesario, no saben de la existencia de ese estudio, o no lo leerían. Y también, la otra perspectiva, cuando los intelectuales no se comprometen con la realidad política y se aíslan en sus estudios y se separan de las realidades sociales y del contexto histórico en el que viven.
O como dijo Luis Carrizo, de la oficina regional de la UNESCO de Uruguay, respecto a la compleja relación entre los intelectuales académicos y la dirigencia política: “Ni uno toca la puerta, ni el otro la abre”. Y para graficar esta problemática agregó: “La realidad exige hacer además de las 400 páginas de las tesis doctorales, dos páginas de resúmenes para los políticos. Nosotros, desde el MOST, debemos lograr que esas dos páginas sean escritas y que los políticos las lean”. Esta tensión histórica entre lenguaje científico y acción política, entre la complejidad epistemológica y la toma de decisiones ha complicado la fluidez entre ambas partes, y se han proyectado mutuamente imágenes y prejuicios con “resultados tragicómicos”.
Carrizo es psicólogo y lo subrayó para afirmar por qué cree que el conocimiento puede cambiar la vida, que es posible cambiar cuando se toma conciencia y se acciona sobre el conflicto que paraliza, coacciona y frustra a la gente y a las sociedades para realizarse, potenciar sus posibilidades vitales. Cree en la química de ese encuentro entre dos formas de vivir y de pensar el mundo que no deben ser excluyentes. Razón no le falta, porque lejos de ser una mera expresión de deseos, el día martes 10, en la inauguración de la VII Conferencia, Lula Da Silva, en su conferencia magistral, remarcó la importancia de las ciencias sociales en el salto histórico de América Latina, y resaltó el rol central de las investigaciones y las reflexiones académicas en la conformación de políticas innovadoras y populares.
Uno de los momentos más emotivos, además, fue cuando dijo estar orgulloso de haber sido -proviniendo de un pueblo del interior de Brasil, sin posibilidad alguna de tener estudios universitarios, siendo un obrero metalúrgico- el presidente que más universidades ha creado en toda la historia de su país.
Antes de Lula habló el Alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, y también ponderó a los intelectuales en un espacio clave para guiar la acción política; su actual eje político es ensamblar la justicia social con la justicia ambiental y los derechos de la naturaleza. Este nuevo desafío en la agenda política exige el aporte de los investigadores académicos o como propuso Marcia Rivera Hernández, del Instituto latinoamericano de Educación para el Desarrollo, de Puerto Rico, la compleja realidad social excede el campo de las Ciencias Sociales y se debe abrir un diálogo a diversos saberes e iniciar nuevas investigaciones transdisciplinarias que den cuenta de los nuevos fenómenos como el cambio tecnológico o el cambio climático.
Entonces, ¿es posible gestionar, implementar, guiar las políticas públicas desde lo académico? Gloria Bonder, de FLACSO Argentina, propone discernir entre lo deseable y lo posible pero, ante todo, realiza una propuesta de praxis desde lo teórico, desde lo académico: “Hay que generar micro catástrofes cognitivas, tornar desconocido lo familiar, desnaturalizar, desencializar”. Este extrañamiento ideológico resultará fundamental para captar las nuevas realidades en las sociedades latinoamericanas; Dora Barrancos, del CONICET de Argentina, recuerda cómo la Academia tuvo un papel decisivo en la presentación, discusión social y parlamentaria, para la promulgación de tres leyes de alto impacto social y cultural: el matrimonio igualitario, la identidad de género y la violencia contra la mujer.
Por su parte, para el juez de la Corte interamericana de Derechos humanos, Eugenio Zaffaroni, al concluir que América Latina está bajo la dominación de la fase superior del colonialismo, es crucial el trabajo mixturado entre las ciencias sociales y la política para desarmar el monopolio mediático en la región que está mellando el poder de los gobiernos populares en la última década. Para el ex juez de la Corte de Argentina se impone un cambio cultural profundo y la construcción de modelos horizontales de sociedad.
Silvio Rodríguez, en el barco de pesca de la flota cubana, compone una de sus canciones manifiesto sobre el rol de los intelectuales y artistas en medio del cambio histórico de Cuba, Playa Girón. Allí interpela a los músicos, a los poetas y a los intelectuales y pregunta: “Compañeros de historia, tomando en cuenta lo implacable que debe ser la verdad, quisiera preguntar, me urge tanto: ¿qué debiera decir?”. Lula responde en su conferencia magistral: “No hay salida fuera de la política”. Decir es hacer, no son verbos de diferentes acciones para la tarea intelectual y para la política latinoamericana. Y hacer es decir, dos caras de un mismo valor.
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