Enrique Cillero, el divulgador de la gastronomía
El traductor zaragozano ha visto a través de los libros la evolución, sofisticación y oferta de la gastronomía contemporánea.
Enrique Cillero (Zaragoza, 1963) enseñaba inglés en un instituto de su ciudad natal cuando comenzó a traducir textos. También hacía reseñas de libros para publicaciones locales y viajaba buscando siempre —siempre— los mejores sitios para comer y las librerías más prestigiosas. Había estudiado Filología inglesa e hispánica y por eso en sus clases los alumnos aprendían el idioma de Shakespeare con fragmentos de obras literarias. Su vida cambió el día en que comprendió que sus labores de traducción debían ocupar todo su tiempo. Entonces fundó el que hoy es uno de los estudios punteros en la traducción de libros de gastronomía y arte. Se llama Cillero & De Motta y tiene su sede en la capital de Aragón.
Es una mañana soleada y desde la ventana del despacho de este hombre de buen comer se divisa el céntrico Paseo de la Independencia por donde circula el tranvía y, más allá, la Plaza de España. Además de libros, en su despacho de paredes blancas, Cillero tiene una sucesión de fotos y documentos que cuelgan de una cuerda. A unos pasos de su mesa de trabajo, con unas estanterías repletas de diccionarios especializados como testigo, el equipo de esta empresa ultima con sigilo la edición de un voluminoso libro de moda.
En los libros de cocina se juntan la cultura y los viajes
Cada año pasan por aquí unos catorce millones de palabras pertenecientes a la cocina, los vinos, el arte, la arquitectura, el turismo y el deporte. Pero Cillero es famoso entre los chefs y los editores, sobre todo, por sus adaptaciones de los principales ejemplares gastronómicos del mundo de papel. Después de un par de años de traducir, entre otras cosas, gastrodiccionarios y cartas de restaurantes, el recientemente fallecido Juli Soler, socio de Ferrán Adriá, le encargó la traducción de los libros de elBulli. “Al principio de los 2000, la gastronomía española comenzó a estar en ebullición y el libro de cocina empezó a venderse bien. Vi ahí una gran oportunidad y me embarqué en esta aventura”, dice ahora con cara de “¡bingo!” Enrique Cillero.
Pero en el principio de todo están los días de colegio en los que aprendía idiomas. “Mi padre tiene la culpa. Trabajaba dando clases y hacía cosas de contabilidad y se ganaba bien la vida. Yo tenía 13 años cuando me mandó un mes a Londres. También me apuntó al Instituto Francés. Y a mí se me dio bien todo eso”, recuerda. Si a su padre le debe la formación académica, a su madre le atribuye su pasión por la cocina. “Mi madre vino a Zaragoza y se casó con mi padre. Sus suegros tenían una alfarería y toda la familia tenía que currar en la allí, pero a ella no le apetecía. Por eso hacía la comida para todos. Es muy buena cocinando y gracias a ella en casa siempre hemos sabido qué es la buena cocina. Por cierto, mi madre tenía un libro de de cabecera. Se llama La cocina práctica, de Adela Garrido”, cuenta mientras se levanta de la silla en la que permanece sentado durante la conversación para sacar de una estantería el ejemplar de pastas duras —rojo carmín— y hojas amarillentas, que conserva con cariño por ser la base de su educación culinaria.
Libros como ese forman parte, también, de su voluminosa biblioteca sobre fogones, alimentos, restaurantes y cocineros. “Empecé a comprar libros desde que comencé a ganar mi propio dinero. ¿Sabes? Lo mejor que hice en la carrera fue leer el Ulises en inglés y en español a la vez. Porque me aportó el conocimiento profundo de un verdadero artista, el conocimiento del inglés, la capacidad para escribir y el amor al libro”, puntualiza.
El primer libro gastronómico que tradujo fue un diccionario de cocina japonesa. “Era el año 2000 y, en aquella época, no había tantos restaurantes japoneses en España. Por eso tuve que investigar mucho. Luego vino el contrato con elBulli y despegué. Nos encargamos de sus ediciones en inglés, francés, alemán, italiano y japonés. Para elBulliBooks, Planeta y Phaidon. Enseguida encontré, y llegaron, más clientes. Entonces ya tenía conmigo a una amiga que sabía de administración, facturas y esas cosas. Sin embargo, me di cuenta de algo y me dije a mí mismo: ‘vas de artista, muy sobrado, pero te hace falta formación empresarial.’ Y me fui a Madrid para hacer el máster de ESADE. Luego invitamos a una traductora de francés. Luego le dije a Elena, mi mujer, a quien su madre la llamaba ‘La corregidora’, porque corregía todo, que yo necesitaba una correctora. Aceptó y, a partir de ese momento, yo capto clientes y ella se encarga de coordinar todo el proceso producción: traducción, edición, revisión, maquetación.”
La semana laboral de Cillero comienza los domingos por la tarde, cuando organiza su agenda, revisa el plan de calidad de la empresa y planea las reuniones de equipo y sus constantes viajes por España y el extranjero para reunirse con sus clientes. También acude a las ferias de libros. “La más importante es la de Frankfurt. Son días muy intensos en los que te reúnes con un montón de gente. Ahí están las novedades editoriales mundiales y muchas son multilingües. Ese es mi mercado, por eso no puedo faltar”, especifica el divulgador de la gastronomía.
Hoy en Cillero & De Motta se traducen unos 50 libros al año, “contando cocina, arte, moda… “Traducimos libros al español, inglés, francés, alemán, italiano y portugués, para editoriales como Taschen, Montagud y Phaidon. Desde luego, los que más me apasionan son los de cocina. Porque en ellos se juntan la cultura y los viajes”, dice el padre de una hija que quiere ser cantante y de un chaval que todos los sábados se esfuerza por ser el mejor en una cancha de fútbol.
—¿Cómo se las ingenian para traducir expresiones muy locales o elementos culinarios nuevos o muy específicos?
—Hay cosas que no se pueden traducir sin lectura experta. A lo que hacemos, nosotros le llamamos edición porque el texto en inglés ocupa un 20% menos que en castellano y la maqueta no se cambia, con lo cual hay que recortar. Y hay que saber hacerlo. Es decir: no somos sólo unos traductores. También tenemos que editar. Todos los trabajos tienen sus detalles. A ver: la versión en español que hicimos de la gastronomía de México fue complicada porque dijimos: ‘¿a ver qué tan “mexicana” la dejamos, ¿eh?’ Para hacer los tomos de la Modernist Cuisine también hubo que esforzarse más. Porque hay una parte de física, de química, de microbiología… que hay que tratar con cuidado. Los de elBulli ya son más fáciles para nosotros, porque los hemos hecho todos. No obstante, elBulli tiene una base de concina tradicional y un acabado y presentación sorprendentes. Y para eso hay que tener una serie de apoyos técnicos.
—¿Por qué hay varios libros de elBulli que todavía no están en español?
—Bueno, cuando Ferrán Adriá diga que los quiere en español, los haremos en español. De hecho, los tenemos ya en español, pero no están editados. Ferrán dijo que había unas cosas de terminología que quería cambiarlas y bueno… ¡cuando él diga!
Enrique Cillero —las canas bien peinadas, las gafas finas, el espíritu de gran anfitrión— ha visto a través de los libros la evolución, sofisticación y oferta de la gastronomía contemporánea. Sabedor de encabezar un proyecto sólido, pero sujeto a los vaivenes del mercado, concibe su trabajo como un viaje en el que va acompañado por los chefs, sus libros y editores. Un viaje, afirma, en el que no se ocupa de lidiar con egos. “Porque yo soy segunda línea. En ese sentido, las editoriales lo tienen más complicado. Mientras los editores tienen que sortear ese tipo de cosas, yo me ocupo de otros proyectos. Ahora, por ejemplo, quiero hacer un libro de David Muñoz; un libro bueno de bares de España, que no hay ninguno; otro de Carlos Bosch, el empresario de hostelería con más ideas de España. Eso es lo que me alimenta la ilusión.”
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