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Un trasplante de heces contra el cáncer

Las bacterias intestinales pueden potenciar la eficacia de nuevos tratamientos oncológicos

Nuño Domínguez
Una investigadora maneja una muestra de heces.
Una investigadora maneja una muestra de heces.open biome

La idea es que en unos años los pacientes de cáncer se curen a sí mismos. Dicho así parece una locura, pero ese es el mecanismo detrás de la inmunoterapia, un nuevo tipo de tratamientos que enseñan al sistema inmune a reconocer y eliminar las células tumorales. Ya hay fármacos de este tipo en uso contra el melanoma y pronto pueden llegar a tumores más comunes como el de pulmón. Se espera que este tipo de tratamientos sean primero un complemento de la quimioterapia y después un reemplazo más efectivo y menos nocivo. El gran problema es que solo funciona en algunos pacientes. Y aún no está claro por qué.

Dos estudios publicados hoy en Science muestran que parte de la respuesta está en el microbioma, ese planeta con unos 100 billones de bacterias que todos llevamos dentro. Los microbios con los que compartimos cuerpo parecen modular la actividad de nuestro sistema inmune y, por tanto, podrían contribuir a que la inmunoterapia funcione o no.

El primero de los estudios apunta que un tipo de bacterias de nuestro tracto digestivo conocidas como bacteroidales son claves para que la inmunoterapia funcione, tanto en ratones como en humanos. Los investigadores han demostrado que el tratamiento con anticuerpos contra CTLA-4, un tipo de inmunoterapia, reduce las poblaciones de estas bacterias, y esto a su vez hace que el fármaco deje de funcionar. Los antibióticos también tienen el mismo efecto negativo. Cuando los ratones reciben trasplantes de heces de pacientes humanos con melanoma que han recibido el mismo fármaco, pero que aún tienen estas bacterias en sus intestinos, el tratamiento vuelve a funcionar. El estudio, liderado por investigadores franceses de varios centros de referencia en investigación del cáncer públicos y privados, concluyen que estas bacterias parecen potenciar justo el tipo de respuesta inmune que activan los anticuerpos.

Un tipo de bacterias intestinales potencia la actividad del sistema inmune ante el melanoma y posiblemente muchos otros tumores

El segundo trabajo explora por qué unos pacientes responden a estos fármacos y otros no. Los autores de este estudio se centran en los anticuerpos contra PD-L1, el otro gran tipo de fármacos de inmunoterapia que se esperan aplicar al melanoma metastásico, el cáncer de pulmón y, más adelante, otros tumores. La tasa de éxito de los diferentes fármacos de inmunoterapia ha ido mejorando con los años desde el 5% inicial hasta el 40% que consiguen algunos PD-L1 que podrían ser aprobados en 2016 en España.

El estudio ha comparado dos tipos de ratones de laboratorio, cada uno con un microbioma característico. Al igual que se ve en los hospitales, en unos ratones el fármaco provocaba una fuerte respuesta inmune contra el cáncer y en los otros, apenas la había. Cuando les pusieron a vivir juntos en la misma jaula, los efectos beneficiosos del fármaco se universalizaron, en parte porque los ratones se olisquean constantemente y acaban ingiriendo heces de los otros. Posteriormente, los investigadores demostraron que un trasplante de materia fecal de los ratones del primer grupo a los del segundo es igual de efectivo que el fármaco de inmunoterapia. Cuando se administran ambos, el crecimiento de los tumores se frena casi en seco.

Guerra inmunológica

Visto esto, los investigadores se pusieron a rebuscar, casi literalmente, en la mierda. En concreto secuenciaron a gran escala el ADN en las heces de los ratones para identificar qué tipo de bacterias son las responsables de que la inmunoterapia funcione mejor. Hallaron 254 familias diferentes de microbios y entre ellas señalan a las culpables: las bifidobacterias. Al inyectar solo este tipo de microbios en los ratones se obtienen los mismos efectos positivos que con el trasplante de heces completo.

“Nuestros resultados demuestran un papel relevante, aunque inesperado, de un tipo de bacterias intestinales que potencian la actividad del sistema inmune ante el melanoma y posiblemente muchos otros tipos de tumores”, ha explicado Thomas Gajewski, profesor de patología y medicina de la Universidad de Chicago y coautor de este segundo estudio.

El razonamiento en este caso es similar al de los franceses. Las bifidobacterias interactúan con células dendríticas, que son parte de nuestro sistema inmune. Estas se encargan de patrullar el cuerpo, identificar amenazas, engullirlas y presentárselas a los linfocitos T, el cuerpo de élite encargado de matar si es necesario a los patógenos peligrosos. En condiciones normales, un tumor ha disfrazado a sus células, lo que impide que estos linfocitos las reconozcan. Y lo que hacen los anticuerpos de inmunoterapia es permitir que los linfocitos se unan a las células del tumor y las aniquilen. Al interactuar con las dendritas, las bifidobacterias estarían potenciando para bien esta guerra inmunológica. Los responsables del trabajo creen que hay otros tipos de bacterias en el microbioma que intervienen en estos procesos para bien o para mal y quieren identificarlas.

“Estos resultados recuerdan a estudios de 2013 que vieron que la conexión entre la flora bacteriana y el sistema inmune puede predecir o mejorar los resultados de la quimioterapia”, explica Alfonso Berrocal, portavoz de la Sociedad Española de Oncología Médica y facultativo del Consorcio Hospital General Universitario de Valencia. Los nuevos trabajos “son aún muy preliminares, pero muy interesantes desde el punto de vista de la oncología”, opina. El siguiente paso es comenzar ensayos clínicos para saber si un trasplante de heces o de bacterias específicas puede aumentar las tasas de éxito de la inmunoterapia, señala. “Hasta entonces hay que decirle a la gente que consumir probióticos o lactobacilos no tiene nada que ver con esto y que cualquier intervención de este tipo debe hacerse en un entorno de investigación clínica”, añade.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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