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En Portugal solo se puede hablar del Sócrates griego

Un juez prohíbe a un diario mencionar al ex primer ministro, acusado de varios delitos

Hablar, escribir o filmar sobre José Sócrates le puede costar a los periodistas del Correio da Manhã entre 500 y 1.000 euros, según quien sea el autor. El Tribunal Comarcal de Lisboa ha prohibido al grupo Cofina, propietario del Jornal de Negocios, la revista Sábado y el canal de televisión CM, además del citado diario, que informe de la Operación Marqués, cuyo principal implicado es el ex primer ministro socialista por delitos de fraude fiscal, blanqueo de capitales, corrupción pasiva y continuada entre otros varios.

Correio da Manhã es el Bild portugués, un diario de sangre y semen pero que suele tener buena información judicial, como se ha demostrado en el caso Espírito Santo y en el de Sócrates, aquí porque varios de sus periodistas están personados en la causa, lo que les da acceso a un material muchas veces bajo secreto de sumario. Y el juez, a requerimiento de la defensa, ha decidido amordazarles hasta nueva orden

Sócrates ya se distinguió durante su mandato por la vigilancia constante a los periodistas, a los medios y a los dueños de los medios; intervenía en operaciones de compra y venta de televisiones o en posibles fusiones y telefoneaba personalmente a los plumillas, con modales más propios de un matón. Su biografía es turbia allí por donde se mire, desde su sospechoso título de ingeniero, otorgado por una universidad tan fraudulenta que ha desaparecido, a su pisito de París, sus best sellers o sus asesorías farmacéuticas.

Tras haber estado 11 meses encerrado, la mayoría de ellos en prisión y el resto en casa de una ex, aguarda en libertad condicional la acusación del ministerio fiscal después de un año de investigaciones. Hay nueve personas implicadas, entre ellas el chófer de Sócrates que transportaba maletines de dinero de Lisboa a París, porque el ex primer ministro “no se fiaba de los bancos”, según declaró al juez; también está implicado su amigo del alma Santos Silva, que le prestaba cobijo de lujo en la capital francesa y millones de euros, después de recibir decenas de concesiones para construir escuelas, parques de bomberos y plantas de reciclaje de basura.

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