23 fotosLujuria y ternura del fantasma en ManilaGil de Biedma vivió en Filipinas la pulsión del sexo y se recreó en la relación entre vida y escrituraEl País Manila - 31 oct 2015 - 17:53CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinBlueskyCopiar enlaceAl poco de llegar por primera vez a Manila para trabajar en la Compañía General de Tabacos, le escribe a un amante, Jorge, que está en Roma: "Vivo en el Hotel Luneta, cerca de la bahía, junto a los árboles que crían los grandes frutos tibios del bien y del mal". Es su primer alojamiento, del que apenas le aconsejan salir. Está encerrado entre los burócratas de la Tabacalera, los ojerosos coño boys de la clase alta manileña. "Sigo muriéndome de ganas de pasear la calle cogido de la mano con alguien, aunque aquí no signifique más de lo que significa entre nosotros caminar con un amigo pasándole el brazo por los hombros. España no es Inglaterra ni Francia; aun así, nuestra espontaneidad en el contacto físico es bien poca si se compara con la de esta gente, para quienes rozarse unos con otros es un instintivo don amistoso".Fachada del hotel Luneta en la actualidad."Un diario debe de servir antes que nada a una finalidad práctica. Yo empecé con este cuaderno para adiestrarme a escribir prosa, pero muy pronto descubrí en él –y no creo ser ni mucho menos un caso insólito– un instrumento de control de mí mismo, un modo de ponerme un poco en orden". "Ramón Barata me había contado en Barcelona que no se puede pasear de noche por la Luneta porque aquello está lleno de maricones subidos a los árboles y cuando pasas por debajo se arrojan sobre ti, te dan por culo. Demasiado maravilloso. Demasiado increíble (…) A la Luneta pues. Aquello resultó ser un páramo; los pocos árboles que hay son demasiado deleznables para que nadie pueda encaramarse en ellos y menos esconderse entre las ramas".Paseo de Luneta desde el hotel de mismo nombre.Los hoteles del centro sirven de refugio de los occidentales asépticos. "Me abruma la continua incomodidad de sentirme un ser genérico, un blanco (...) es monstruoso pensar que esto lo han hecho las gentes que he de frecuentar a diario, con sus clubs, sus cocktail parties, su insufrible y petulante suficiencia y su racismo irremediable". Ha de codearse, por condición, por europeo, por directivo de la Compañía de Tabacos, con la sedicente cosmopolitan society de Manila, "un aburridísimo saldo de españoles, norteamericanos y mestizos hispanizados". Es "gente en su mayoría de quinto orden" con "conversaciones de tercera mano".Hotel Manila.Hace por mezclarse. A su amiga Natalia Cossío de Jiménez Fraud le dice por carta: “(…) Y lo mismo Europa –no porque aquí no haya europeos, sino precisamente porque los hay y uno no quiere reconocerse en ellos. Creo que me he hecho rabiosamente anticolonialista”. Llegó con reticencias a Manila, pero comenta de su padre que “habla como si yo le hubiese dicho que deseaba volver y dice que permanezca aquí, “sacrificándome”, el tiempo que sea necesario; he repasado mi última carta para asegurarme de que no había en ella nada por ese estilo. Debe de ser que la nostalgia se me supone”. José Agustín Goytisolo le escribe desde Barcelona “una frase final que me irrita de veras: 'realmente sorprende saber que los tagalos son gente potable'. Y eso de hacerse el enteradillo llamando tagalos a los filipinos… Como si todos los españoles fuéramos manchegos –bueno, quizá sí.”"Si vamos [se refiere a su amigo filipino Chris] a un bar de filipinos todos se extrañan al verme entrar, si entramos en un bar de blancos la inmensa mayoría considera su presencia allí como un incidente penoso que es obligado soportar con amabilidad; afectar en ese momento que la situación no existe sería peor". "(…)Tan pronto estamos lo bastante bebidos nos lanzamos a una disquisición apasionada acerca de la imposibilidad de toda amistad sólida entre nosotros, se lamenta él de haber nacido esclavo, me desespero yo de haber nacido tirano y de trabajar en una sociedad que es un símbolo de tiranía, doy viento al ceñimiento de culpabilidad racial que he adquirido desde que estoy aquí".Casa señorial Tita Moning, en el barrio de San Miguel."Venía con nosotros Enrique González Díaz, el secretario de la Administración General de la Compañía [de Tabacos] en Manila. Vive en el Hotel Luneta, donde me han puesto a mí a vivir, y era un poco nuestro anfitrión. Parece recién salido de un cuento de [Somerset] Maugham que leí hace muchos años: El puesto avanzado, creo que se llamaba". "Me sorprendo del perfecto español de los cantantes; Ramón Barata me había dicho que aquí sólo lo hablaba 'la gente bien'. González Díaz me dice que cantan en español de oído, sin tener idea de lo que dicen".Actuación en el hotel Luneta.Se topa con la efigie de José Rizal, héroe y mártir de la independencia filipina de España. "Su estatua siempre a la vista cuando salgo del hotel, cerca del lugar donde lo fusilaron, lo poco que conozco de su vida y las elocuentes prédicas rizalianas de Chris me han despertado un sentimiento muy vivo de interés, hecho de simpatía, piedad, admiración y de vergüenza española por la brutal injusticia cometida. Casi diría que estoy un poco enamorado de él –era un mestizo muy atractivo". Sobre el poema testamentario de Rizal, Mi último adiós, habla de "un verso penúltimo que me gusta mucho y que parece escrito por un poeta de los años veinte de este siglo: Adiós, dulce extranjera, mi amiga, mi alegría".Busto de Rizal en un anticuario de Intramuros.Por las venas de Manila corre sangre china. Los chinoyes, los descendientes de chinos, son casi uno de cada tres filipinos. "Manila me gusta mucho. Hoy además no he sentido esa violencia –dicho de verdad: ese miedo— que el domingo pasado, en mi recorrido downtown, llego a ser casi intolerable al tiempo que me producía placer. (…) uno pasea por la calle como si alguien le acechara, como si en cualquier momento pudiera desaparecer".El Casino Español está en la calle Kalaw, en el barrio de Ermita, donde ya se extingue el chabacano, habla criolla del español. “Un vasto edificio pretencioso en el más puro estilo neo-seudoclásico, ornamentado de estuco y de latón –“un frontón de cartílago y de lágrimas”, como en el verso de Carlos [Barral]–, que atestigua la decadencia de la colonia española y la decadencia general de la ciudad, cuyo puerto se muere de parálisis”. Un compañero de la Tabacalera, Quinín Sánchez, “queda bien en este ambiente: el espectáculo de un náufrago el dorado período colonial es siempre lamentable e irónico. Predice desde luego toda clase de catástrofes para el país, en donde ya no se puede vivir –“¡ah, si hubiera usted conocido esto hace treinta años!” “¡Estas gentes! Cómo se han dejado perder la oportunidad de ser el único país blanco en Asia…”.Lo instruyen “prolijamente” en la cría de gallos de pelea. Se deleita con la divisa de cada raza, sus virtudes específicas "conforme a las modalidades de lucha en su país de origen –el poder y la resistencia del gallo tejano, que ha de aguantar combates de hasta treinta minutos, la agilidad y la viveza del filipino, que pelea con cuchillas en los espolones y ha de fiarlo todo a la rapidez de sus reflejos en un encuentro que quizá sólo dure unos segundos". "Bajamos a verlos. Fastuosamente bellos, tornasolados de oro rojo, la cola en penacho verde oscuro, fijos los ojos congestionados, se espían rabiosamente unos a otros en una continua crispación de furia. Son fieras. Cuando llegan a la edad de combatir se les corta la cresta sin que se inmuten, se les ofrece y la comen. Los miro extasiado y me horrorizo pensando en una casta de hombres así”.De la joven Mené Rocha, "culta, inquietante, independiente", se hace inseparable en su primera estancia en Filipinas. Lo lleva a mercados populares, a callejuelas “muy peligrosas para los blancos”, llenas de bares de mala reputación. Se mueven en carretela (calesas de dos plaza tirada por un caballo) y también en los jeepneys (camionetas de transporte colectivo)". En su biografía del poeta, Miguel Dalmau dice que comerán en las calles huevos balut: "Huevos de pato a medio incubar, con pico coalescente y plumitas comestibles". El diario está marcado por la carne (el "histerismo erótico"), pero no exento de ternura, sobre todo hacia Mené: "Mi afecto y mi afición por ella están ahora muco mejor fundados y sé que podríamos convivir perfectamente. Me pregunto si llegaría a inspirarme ternura, que es conmigo la única manera genuina de llegarme a inspirar deseo. Hasta ahora jamás me ha ocurrido con una mujer".Calle del popular barrio de Binondo.Un amante americano le dice que en Filipinas "not everybody is gay but everybody is game" ["no todo el mundo es gay, pero todo el mundo te entra"]. "Entender” o “no entender” es un asunto secundario". Ve al ministro de Sanidad y al presidente del National Economic Council dados de la mano en el hotel Swiss Inn. "La escena me ha hecho sonreír. Todavía la miraba con ojos de español, de homosexual español. Recién llegado a Manila, cuando veía a las parejas de muchachitos esbeltos cruzar la calle, con esa incomparable y graciosa lentitud de aquí, apaciblemente cogidos de la mano, tras ellos se me iban el corazón y los pantalones. Era, por fin, mi patria, mi nativo país soñado". Manila se le antoja "Free for all en el mejor de los sentidos posibles: gratuitamente a todos, y no en el usual".Dos hombres se besan en el Día del Orgullo Gay en Manila junto a una manifestante homófoba."Fuimos después de paseo a Intramuros". En el corazón de la Manila colonial, contenida por murallas y fosos, abundaban las casas señoriales, los conventos y los hospitales, hasta que fue arrasada por la aviación estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. En su mayor parte, el barrio es una ruina en la que se adentran los biniboys (variante de binibae, travesti), jóvenes afeminados que se prostituyen con los turistas y los marineros. "D’you like biniboys?", le espetan por la calle. "Caminamos interminablemente, atravesamos otra vez la Luneta (…) y fuimos a guarecernos al pie de las murallas ruinosas de Intramuros, en los antiguos fosos. Fue bastante aburrido, menos peligroso de lo que yo imaginaba".Carroza tras una ruina de IntramurosEn la calle Mabini se pierde en La Cave des Angely, un bar por el que pulula el pintor filipino David Cortés Medalla, otro de sus amantes, que lo retrata desnudo. El local era "pintoresco y miserable", según el biógrafo Miguel Dalmau, "una barraca con aires de café". Resuenan las notas de du duá, vuelan los discos con cuartetos de chicos relamidos y perfectamente peinados, las melodías du duá con aroma a chicle como Mostly Martha del cuarteto The Cuts Crew. Fuera, se retuercen las calles del barrio de Tondo, sucias, tabernarias, peligrosas.Carbonería en el barrio de Tondo.Pasea por la Escolta, el centro de la Manila de entonces, junto al río Pásig. Tararea “Les amoreux des bancs publics”, la canción de Georges Brassens (los bancos sobre los que se besuquean los enamorados "están ahí, es evidente, para acoger durante un tiempo los amores principiantes", dice su letra). Cree que un taxista se le insinúa, pero en realidad le propone ir a "un prostíbulo mixto, surtido de niños y de niñas" y le pide cinco pesos de propina. "El chiquillo que se ocupó conmigo (dicho sea en jerga de burdel barcelonesa) tenía doce o trece años. Ya no recuerdo su cara. (…) No me dejaba besarle, no me dejaba hacer nada. (…) era un pobre grumete castigado a remar (…) los chiquillos no me gustan. A cada cual, lo suyo"."De paso por San Luis, camino del Casino, reconozco de pronto un olor y casi me detengo. El olor de los barrios humildes del litoral de España: pescado frito. Alguien está friendo con aceite de oliva. La sensación es aquí rara, y me toma con fuerza. El olor a diario y el olor a pobre cambian mucho de país a país. Conozco el aroma a pescado seco, a mango verde y a bagong [sic, un condimento hecho a partir de anchoas fermentadas en salazón] de casa de David y de mil casas miserables de Manila, olido al pasar. En España llegaría como una brusca bocanada, en el trópico no: la humedad, el calor, la igualdad de temperatura entre la casa y la calle hacen que se difunda imperceptiblemente y que apenas se adquiera conciencia de él".Barrio de Baseco, uno de los más pobres de Manila.Lejos del centro de Manila, en torno a la flamante Ayala Avenue, se erige el barrio del futuro. Arranca y rezaga la escritura de su largo poema Las Afueras. Confiesa que "detrás de cada movimiento de Mirad la noche del adolescente… hay semanas y semanas de obsesión, no importa que separadas por periodos de indiferencia bastante largos". Mirad la noche del adolescente. / Atrás quedaron las solicitudes / del día, su familia de temores, / y la distancia pasa en avenida / de memorias o tumbas sin ciudad, / arrabales confusos lentamente / apagados. La noche se afianza / hasta los cielos cada vez, contigua / la sien late en el centro.Panorámica de Makati, barrio de los negocios.Escapa a menudo a la costa. "Día embriagador en la playa. Es imposible resistirse a la claridad el agua y de la luz y a la hermosura del paisaje. (...) Mené y yo nadamos mar adentro, hasta las empalizadas de bambú de las pesquerías. Nos sobresalta el viento que ulula entre las cañas". Una playa y el recuerdo en ella de su amante Dick Schmitt quedarán fijados en un poema. "Como los sueños, más allá / de la ideal del tiempo / hechos sueños de sueño os llevo, / días de Pagsanján".En 1968 vuelve a Manila. Pasea muy a menudo por el bulevar de Roxas, que bordea la bahía. Desde allí ve los barcos americanos que parten rumbo a la guerra en Vietnam. La amplia calle, abierta, jalonada por cocoteros, es una plaga de restaurantes, parques, hoteles y clubs náuticos. Presume de ser un ejemplo de las reformas americanas del City Beautiful Movement, una corriente arquitectónica que abogaba por rediseñar los espacios públicos y embellecerlos bajo la égida de la ciencia y la técnica.Bulevar de Roxas.El escritor que se excusaba por haber nacido en la edad de la pérgola y el tenis deja asomar en Manila un poeta social. Y entonces descubrí que yo me iría, / y en cualquier sitio al que fuera / yo tendría mi cama, y un libro para leer. / Otros en cambio, no se irían. / Ellos seguirán años y años / sin esperar con rabia que den las siete para escapar / y saltar al otro lado de la vida. / Y eso, la miseria absoluta, / el vivir continuamente hostigados por las necesidades / será su vida humana, / será toda su vida.Calle junto al Parque Rizal.En Filipinas, a principios de la década de 1960, Jaime Gil de Biedma (derecha) posa con Manuel Meler, presidente y director general de la Compañía General de Tabacos de Filipinas desde 1969 a 1989.Cortesía de la Familia Gil de BiedmaEn Manila, a principios de los setenta.Cortesía de la familia Gil de Biedma.Jaime Gil de Biedma interviene en un consejo de la Compañía de Tabacos de Filipinas en Manila, en 1978.Cortesía de la familia Gil de Biedma.