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CLAVES
Columna
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Enseñanzas del poder

El más rico del mundo sólo podía ser hoy día un americano relacionado con las nuevas tecnologías o un viejecito árabe relacionado con las viejas energías

Jorge M. Reverte

Por primera vez en muchos años Bill Gates ha sabido lo que es ser del montón. El pasado viernes un español, Amancio Ortega, dueño de Inditex, ascendió al número uno de la lista de las personas más ricas del mundo (obsérvese que digo personas para no eliminar la posibilidad de que una mujer llegue a ese lugar del ranking).

A las pocas horas, las aguas volvían a su cauce. El más rico del mundo solo podía ser hoy día un americano relacionado con las nuevas tecnologías o un viejecito árabe relacionado con las viejas energías (fósiles) y viejas formas de represión política. En todo caso Amancio Ortega ha puesto al servicio de la logística y el diseño la tecnología más habilidosa. Los dos que pugnan por el puesto nos tranquilizan porque ninguno de ellos está relacionado con golpes de Estado como el que tiró a Allende, por ejemplo, ni con atentados ecológicos como el que se ha estado a punto de cargar el golfo de México. Tampoco con la financiación de un gigantesco Estado fallido. Así que el capitalismo individual nos da su mejor cara. Los individuos que habitan los países bendecidos por las leyes del mercado son limpios, no matan ni roban ni montan estafas piramidales. Todo lo contrario: financian fundaciones que intentan eliminar la malaria o costean la lucha contra el cáncer de mama.

Nos da lo mismo si es mejor Bill Gates o Amancio Ortega. Pero no sabemos por qué es más limpio alguien que tiene su fortuna en acciones que podían ser anónimas. ¿Por qué es más sucio el trabajo colectivo de la dirección de Volkswagen o el de la dirección de la City o el de un Gobierno democrático como el de CDC que el de dos hombres que solo se juegan su prestigio personal?

Quizá habría que cerrar alguna escuela de negocios y abrir con muy poco dinero muchas aulas de educación para la ciudadanía. Si a eso se le añaden unas clases los viernes para enseñar a ceder el paso a los inválidos en las escaleras de los grandes almacenes (¿para qué diablos va un inválido a un gran almacén?), tendríamos un país con gente muy preparada laboral y éticamente.

Los participantes en la reunión del Partido Popular Europeo se habrían llevado una lección de España.

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