Ricos y populistas
Con una renta per cápita envidiable y una tasa de paro del 3%, Suiza ha registrado un considerable auge de la derecha xenófoba
El triunfo del populismo suele asociarse con la existencia de grandes masas desheredadas que gracias al eficaz trabajo de un líder son, por fin, movilizadas en defensa de sus auténticos intereses, otrora silenciados por una oligarquía. Pero el populismo también se vincula con el súbito empobrecimiento de unas clases medias educadas y antes pudientes que ante la perspectiva de descender socialmente y reunirse con aquellos desheredados a los que siempre han despreciado se arrojan en brazos de caudillos mesiánicos. Eso explica que el foco de la sospecha populista se sitúe sobre los países en profunda crisis económica: sin duda, las dislocaciones sociales que produce una crisis son el caldo de cultivo ideal para el populismo.
Siguiendo ese esquema, y teniendo en cuenta la aguda crisis económica que han sufrido los países del sur de Europa, deberíamos esperar que el populismo se hubiera adueñado hace tiempo del arco de crisis que desde 2008 se ha dibujado desde Dublín a Atenas pasando por Lisboa, Madrid o Roma. Sin embargo, aunque en el sur de Europa ha habido y hay tensiones populistas, la realidad es bien diferente, más bien la inversa. Es precisamente en algunos de los países que disfrutan de las rentas per capita y niveles de bienestar más altos del mundo (piensen en Finlandia o Suiza, sin olvidar los Países Bajos, Francia o Alemania) donde observamos con gran preocupación el auge del populismo. Entre ellos, sin duda que la palma se la lleva Suiza, con una renta per capita envidiable y una tasa de paro aún más difícil de creer: el 3%, que ha registrado este fin de semana un considerable auge de la derecha xenófoba.
Esta dolorosa paradoja no nos debería llevar al pesimismo. Al contrario. Bien trabajado, aquellos suizos, alemanes, suecos o finlandeses que muestran tal miedo al futuro a pesar de gozar de un Estado que funciona, unos derechos de primera, una democracia de calidad, una policía que respeta impecablemente su derecho a manifestarse en contra de los extranjeros y unos envidiables recursos económicos deberían ser los primeros en poder entender qué es lo que piensa del futuro un sirio, afgano o eritreo y solidarizarse con él, o ella. @jitorreblanca
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.