Las mil viudas de Maiduguri
Un programa de alimentación y microcrédicos mejora la vida de las mujeres nigerianas que han perdido a sus maridos en el conflicto entre Boko Haram y el ejército del país
Aisha Ishaku, viuda de 42 años de edad, no puede olvidar el 4 de agosto de 2014 cuando su pueblo, Gwoza, en el estado de Borno, fue atacado. Hubo tiroteos, bombas y cohetes por todas partes. Uno de sus siete hijos desapareció y aún hoy se encuentra en paradero desconocido. Su marido recibió un disparo en una pierna.
Después de dos semanas de enfrentamientos entre Boko Haram y el ejército nigeriano, Aisha y sus hijos pusieron al padre herido en una carretilla y lograron escapar. Tuvieron que caminar 25 kilómetros hasta que pudieron llegar al hospital de Madagali, en el estado de Adamawa.
El marido de Aisha, profesor de 52 años en Gwoza, sufría de diabetes, lo que agravó la herida provocada por el disparo. Falleció hace cinco meses en el Hospital Estatal de Maiduguri.
Aisha completó recientemente el período de luto tradicional islámico conocido en hausa, la lengua principal en el norte de Nigeria, como takaba. Durante cuatro meses y 10 días permaneció en casa sin ver a nadie. "En ese tiempo, no usé ningún tipo de maquillaje ni joyas. Evité también mis esencias y jabones perfumados y no compré ropa nueva. Pero todavía estoy sufriendo la pérdida de mi esposo", recuerda Aisha con ojos brillantes.
Desde que enviudó, esta mujer ante mí ha sufrido para ganar lo suficiente para pagar el alquiler y el colegio de sus seis hijos. Al igual que muchas viudas en Maiduguri, deambula con su prole por las calles vendiendo kosai —tortas de judías fritas— por cinco nairas (0,02€) cada una. Otras mujeres optan por coser hulas —sombrero tradicional del grupo étnico Hausa— por 500 nairas cada uno (2.2€) para ganar algo más de dinero.
En Maiduguri, donde el Islam es la religión principal, es deber de los hombres proteger y mantener a sus esposas. La muerte o desaparición del marido significa la pérdida de sustento económico en la mayoría de los casos.
"Cuando sus cónyuges estaban vivos, la mayoría de las familias de estas viudas solía comer tres veces al día. Somos conscientes de que ahora sufren para tener solo una comida al día. También les es difícil encontrar un trabajo porque muy pocas han recibido educación formal", me dice Aishatu Maaji, secretaria de la Asociación de viudas musulmanas en el estado de Borno.
Las víctimas olvidadas del conflicto
La mayoría de las muertes de los maridos de las más de 7.000 mujeres registradas en las asociaciones cristiana y musulmana de viudas están relacionadas con el presente conflicto entre Boko Haram y el ejército nigeriano. El enfrentamiento ha obligado a más de dos millones de personas, incluyendo las viudas de Chibok, donde casi 300 estudiantes fueron secuestradas en abril de 2014, a abandonar sus hogares y buscar refugio en Maiduguri. La crisis humanitaria ha adquirido dimensiones internacionales, afectando a los países vecinos como Camerún, Chad y Níger, y el número de viudas aún podría aumentar.
Desde que estalló el conflicto, la ciudad de Maiduguri ha visto cómo un número creciente de mujeres mendigan por sus calles. Ellas se encuentran entre los grupos más vulnerables de entre todos los afectados por la situación actual, debido a su precaria posición socioeconómica.
Para paliar esta realidad, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) comenzó a colaborar con la asociación de viudas del estado de Borno en 2013. A través del programa, las viudas han mejorado su acceso a alimentos, han reducido sus deudas e incluso han conseguido ahorrar algo de dinero. Además, han encontrado apoyo y ayuda para iniciar pequeñas empresas.
"Me enteré de la asistencia del CICR por la radio", me comenta Memuna Ihaka, una joven de 25 años proveniente del estado de Kogi. Su marido murió hace dos años cuando trataba de huir el día en que su ciudad se vio envuelta en el enfrentamiento entre Boko Haram y el ejército nigeriano. "Mis cuatro hijos y yo no pudimos ni ver su cuerpo. Solo escuché el relato de testigos presenciales", añade Memuna con voz triste.
Desde el comienzo del proyecto en 2014, más de 2.500 mujeres se han beneficiado de la ayuda alimentaria y 500 han iniciado su propio negocio
Hace unos días, Aisha y Memuna fueron con otras 1.300 viudas a un centro de distribución del CICR para recoger comida. Durante seis meses tienen derecho a recibir un lote mensual de alimentos básicos, que incluye 12 kilogramos de arroz, 12 kilos de maíz, otros 12 de mijo, seis de cacahuetes, seis de judías, un kilogramo de sal, otro de azúcar y seis litros de aceite.
"La vida de mi familia ha mejorado desde que formo parte del proyecto de las viudas del CICR. Ahora tenemos más y mejores alimentos. Mis deudas se han reducido y puedo pagar el alquiler y los gastos escolares de mis 6 hijos", comparte conmigo Aisha con una gran sonrisa.
Un sueño para construirse un futuro mejor
Después de los seis meses de apoyo alimentario, las viudas como Aisha, a quienes les gustaría comenzar un negocio propio, pueden formar parte de la Iniciativa Microeconómica del CICR. Las mujeres reciben 40.000 nairas (180€) para comprar materiales para iniciar sus proyectos.
"Antes de que el CICR llegara y ayudara a mi familia, apenas comíamos dos veces al día. No tenía dinero suficiente para mantener a mis hijos", me dice Amina Lawan, una viuda de 41 años, que perdió a su esposo hace tres, mientras cose un vestido tradicional nigeriano. Durante dos años, trabajó como modista con una máquina de coser alquilada, pero no ganaba suficiente para pagar los gastos de alimentación, salud y escuela de sus cinco hijos.
Con la subvención del CICR, compró tres máquinas de coser y ahora tiene su propia sastrería. Ahora, Amina enseña la profesión a dos aprendices para que se conviertan en modistas cualificadas. "Mi vida ha cambiado por completo. Puedo cuidar de mi familia e incluso pagar las facturas del médico y la escuela de mis hijos", asegura Amina mientras enhebra la aguja.
Hasta la fecha, el CICR es una de las pocas organizaciones que está apoyando a las viudas en el estado de Borno. Desde el comienzo del proyecto en 2014, más de 2.500 mujeres se han beneficiado de la ayuda alimentaria y 500 han iniciado su propio negocio. "Ya no hay viudas pidiendo limosna por las calles", afirma Aishatu Maaji, secretaria de la Asociación de viudas musulmanas en el estado de Borno.
"Aún echo de menos a mi marido, pero el CICR nos ha ayudado a calmar su pérdida y asegurar un futuro mejor para mí y para mis hijos", subraya Aisha. De esta manera, uno de los grupos más vulnerables y desamparados de este conflicto, las viudas, puede ahora proporcionar alimentos y garantizar la salud y la educación de las familias a su cargo. Por este camino, poco a poco, las viudas de Maiduguri, como Aisha, van acrecentando la confianza para valerse por sí mismas y recuperando su dignidad.
Jesús Serrano Redondo es delegado internacional del Comité Internacional de Cruz Rioja (CICR) en Nigeria.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.