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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

El misterio de la fotógrafa sin nombre que se perdió en Madagascar

Ángeles Jurado

Estamos estrenando el siglo XX en una remota isla que flota en el Océano Índico, arrimada a la costa oriental de África de la que la separa apenas un canal de mar a la altura de Mozambique. Colonia francesa, oficialmente, desde finales del siglo XIX, vive un momento de cambios radicales y aceleración traumática de su historia. Se llama Madagascar y -según la Wikipedia- es la cuarta isla más grande del planeta y la mayor del continente africano, con una biodiversidad única y un 80 % de endemismos entre sus fronteras marcadas con espuma.

Este singular territorio es el protagonista de Madagascar 1906, una muestra fotográfica que se inauguró el pasado viernes en Casa África. La exposición incluye una treintena de imágenes en blanco y negro que se tomaron entre 1901 y 1906 en esa isla, que se ancla a nuestra memoria literaria con olor a lejanía y especias y que excita nuestra imaginación con rumores de baobab, ojos desorbitados de lémur y gestas de piratas. El autor de las imágenes es un misterio, aunque hay indicios que apuntan a que se trató de una mujer europea de familia acomodada, quizás pariente de uno de los colonos o militares franceses instalados en el país.

Tarek Ode, comisario de la exposición, y Luis Padrón, director general de Casa África, en la presentación a los medios de la muestra Madagascar 1906

El colectivo Zero Memory Archive descubrió las fotos en el año 2010 y montó a su alrededor este proyecto tras adquirirlas y trabajar en su escaneo, documentación, reproducción y restauración durante dos años. Todo comenzó cuando se toparon con un centenar de placas de cristal distribuidas en dos cajas de madera, parte de una colección particular perteneciente a una familia andaluza con ancestros galos y adquirida por un librero-anticuario granadino. Las redes de trabajo del colectivo, que se dedica a la recuperación de memoria fotográfica desde el siglo XIX y hasta mediados del XX, se pusieron en marcha. Investigadores, historiadores, artistas, restauradores y periodistas diseminados por Estados Unidos, Francia y España se volcaron en indentificar la localización de las imágenes y datarlas. Así llegaron a Madagascar y al año 1906.

Para poner un marco histórico a esta exposición hay que recordar que la colonización real de Madagascar arranca en 1895, con el cruel general Gallieni pasando la isla a sangre y fuego periódicamente y encargándose de la violenta abolición de la monarquía malgache, último resto de soberanía insular.

La relación entre Francia y Madagascar nunca fue fácil. Sin embargo, Gallieni encarnó probablemente el paroxismo del desencuentro entre malgaches y franceses. El general francés envió a la reina Ranavalona III al exilio en la isla de Reunión y se dedicó a la "pacificación" de la isla sin cortapisas legales ni morales. La primera de una serie de revueltas locales contra los colonos invasores tuvo lugar en 1896 y la respuesta del general Gallieni fue de una enorme brutalidad: acabó con la vida de unas 100.000 personas en un país poblado por menos de tres millones de habitantes. Para aquellos que defienden el legado colonial como algo positivo, hay que recordar que Francia eliminó la esclavitud, pero impuso los trabajos forzosos y un régimen de indigenado que reducía a los malgaches a la minoría de edad legal e intelectual. En la escuela se practicó la asimilación y la aculturación. El francés se impuso como lengua oficial y se prohibió el malgache, se arrasó con la aristocracia del país, se ejecutó a ministros.

A partir del comienzo del siglo XX, el poder colonial se centró en la puesta en valor de la isla para provecho de colonos y metrópolis. Se desarrollaron vías de comunicación como ferrocarril y carreteras y se apostó por la agricultura, se crearon puertos modernos y toda la infraestructura necesaria para esquilmar el país a través de concesionarios franceses. Se establecieron impuestos que iban directamente al Tesoro de Francia y se mimó a una élite local afrancesada.

Éste es el momento en el que las imágenes de esta exposición se toman: en pleno esplendor de la colonización de Madagascar, con el fondo de obras aceleradas y represión salvaje de todo movimiento con ansias de emancipación, normalmente solucionado con ejecuciones sumarias, torturas y encarcelamientos.

Supuesta autora de las imágenes de Madagascar 1906

El comisario de Madagascar 1906, Tarek Ode, explica que esta exposición se dedica a las mujeres viajeras, cuyos nombres no trascendieron a lo largo de la historia y cuyo coraje jamás fue reconocido. También valora la importancia de la mirada de esas mujeres y de la labor que hicieron al incorporar el componente emocional en la percepción, en este caso, del continente africano.

En un contexto violento y duro, emerge la figura de una mujer europea, blanca, sin nombre pero con el rostro identificado en placa fotográfica, que se dedica a retratar complejos peinados, estoicos y nítidos rostros, diversas vestimentas tradicionales, arquitectura tradicional y francesa y paisajes casi sin tocar. Un viaje por primeros planos nítidos llenos de sensibilidad, escenas casi íntimas, composiciones que no tienen el componente acartonado y formal de la fotografía firmada por hombres en la época.

Tarek Ode afirma que está seguro que que existen más placas y testimonios gráficos de la misma autora y la misma época en algún sitio y resalta el sabor moderno de las imágenes de esta exposición, que podemos apreciar como si se hubieran tomado hoy, a pesar de que ya pasó un siglo desde que se hicieron.

También precisa que la muestra cuenta una historia, arrancando con la llegada de buques y colonos al país para después inmortalizar el encuentro de colonizados y colonizadores y finalmente quedarse prendida en las pieles de los propios malgaches.

En cualquier caso, la historia que cuentan esas imágenes es la de dos misterios que confluyen en uno: el misterio de un Madagascar que intenta resistir a la presión extranjera y el de una fotógrafa sin nombre que carga su cámara por sus pueblos, selvas y costas, enamorada de un país y de un momento.

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Sobre la firma

Ángeles Jurado
Escritora y periodista, parte del equipo de comunicación de Casa África. Coordinadora de 'Doce relatos urbanos', traduce autores africanos (cuentos de Nii Ayikwei Parkes y Edwige Dro y la novela Camarada Papá, de Armand Gauz, con Pedro Suárez) y prologa novelas de autoras africanas (Amanecía, de Fatou Keita, y Nubes de lluvia, de Bessie Head).

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