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Columna
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Jarnés

La España del siglo XXI se diferencia muy poco de la que retrató el escritor aragonés en su biografía de Castelar

Fernando Savater

Parece que pocos recuerdan ya a Benjamín Jarnés. Sus libros han desaparecido de las librerías y no abundan en las ofertas de Internet. Algunos de los mejores, como su novela Locura y muerte de Nadie, resultan —si mi torpeza no me ciega— ilocalizables. Sin embargo, este escritor aragonés, uno de los mejores estilistas en castellano del siglo pasado, obtuvo renombre antes de la Guerra Civil. Vanguardista en sus novelas, fieles al “inhumanismo” que Ortega adjudicaba a la modernidad artística (fue uno de los colaboradores más asiduos de Revista de Occidente), también destacó en el ensayismo o la traducción (versiones magistrales de Sin novedad en el frente, de E. M. Remarque, y La canción de Roldán). Escribió numerosas biografías, más llenas de toques personales a lo Chesterton que académicamente eruditas. Una de las más interesantes hoy es la que dedicó a sor Patrocinio o la monja de las llagas, precedente en la corte de los milagros de Isabel II de las que hoy postureanen la de Artur Mas.

Tuvo que exilarse a México tras la guerra incivil, sufriendo el ostracismo impuesto por los vencedores y siendo malquisto por los inquisidores del “compromiso” literario, que miraba con desdén. Volvió muy enfermo a finales de los cuarenta y murió con sesenta años. En su biografía de Castelar, hablando de la época de aquel tribuno, dice: “Así es el siglo XIX. Lleno está de creyentes escépticos, de paganos católicos, de diabólicos sacerdotes, de apóstoles asesinos, de progresistas retrógrados, de republicanos palatinos, de monárquicos demagogos, de poetas ministros de la Guerra, de clérigos al pie del cañón, de guerrilleros en el púlpito”. Algo hay que añadir (corruptos del 3%, etc…) pero poco que cambiar para retratar la España del XXI.

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