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Colombia: muy cerca de la esperanza

<span >23 de septiembre de 2015: histórico acuerdo en La Habana. Juan Manuel Santos, presidente colombiano, y Timoleón Jiménez, líder de las FARC, avanzan un paso más hacia la paz, con el presidente cubano, Raúl Castro. Foto: César Carrión (SIG). Fuente: Presidencia de la República, Colombia.</span>
23 de septiembre de 2015: histórico acuerdo en La Habana. Juan Manuel Santos, presidente colombiano, y Timoleón Jiménez, líder de las FARC, avanzan un paso más hacia la paz, con el presidente cubano, Raúl Castro. Foto: César Carrión (SIG). Fuente: Presidencia de la República, Colombia.

Por, Alejo Vargas Velásquez, profesor titular y director del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la Universidad Nacional de Colombia.

Serie Desafíos Latinoamericanos, 2

El 23 de septiembre último, el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el comandante máximo de las FARC-EP, Timoleón Jiménez, firmaron un histórico acuerdo sobre justicia transicional y restaurativa. El compromiso no solo se ajusta a los llamados estándares internacionales, sino que es una contribución de Colombia al campo de la justicia transicional. Este avance pone la solución del conflicto armado interno en una situación casi irreversible, a pesar de que todavía la Mesa de Conversaciones tiene algunos temas complejos por acordar.

Colombia se ha caracterizado, a lo largo de su historia, por una persistente relación entre violencia y política. En la segunda mitad del siglo XIX, las guerras civiles entre los nacientes partidos políticos liberal y conservador le enseñaron de manera temprana a los colombianos que para hacer política era necesario recurrir a la violencia. En el segundo decenio del siglo XX, la naciente izquierda política recurrirá igualmente a la violencia para tratar de conseguir objetivos políticos. Posteriormente, un largo periodo de violencia bipartidista liberal-conservadora será saldado con una total impunidad y con el pacto político que dará origen al Frente Nacional, a través del cual los partidos liberal y conservador ejercieron de manera excluyente y compartida el poder político durante dieciséis años. En los años 60, se iniciará el largo ciclo de violencia que vivimos, con el surgimiento de las guerrillas que algunos han denominado 'de primera generación', las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación (EPL). Posteriormente, en los años 70, con el surgimiento de otra generación de guerrillas, entre las que se destacan el Movimiento 19 de Abril (M-19), el Movimiento Armado Quintin Lame (MAQL), guerrilla de corte indigenista, así como otros grupos menores.

Ligado a lo anterior, por múltiples razones y con el apoyo de diversos sectores, serán creados los grupos paramilitares que se convertirán en una punta de lanza de la estrategia contrainsurgente, con base en métodos de terror y amedrentamiento a las poblaciones consideradas las bases sociales de apoyo de las insurgencias.

Sin embargo, desde comienzos de los años 80 y con el gobierno del Presidente Belisario Betancur (1982-1986), se van a iniciar esfuerzos desde el Estado para tratar de resolver este conflicto armado por la vía concertada y pacifica. En este intento se firmarán los llamados Acuerdos de La Uribe entre el gobierno y las FARC, en 1984, dentro de los cuales se creará la Unión Patriótica, como mecanismo de transición de la guerra a la política y que posteriormente va a ser objeto de un genocidio político por parte de grupos paramilitares. Igualmente se convendrá una tregua bilateral sin mecanismos claros de verificación que luego va a ser un factor de controversia muy fuerte. En este primer intento, igualmente, comienza un importante aprendizaje mutuo.

El gobierno de Virgilio Barco (1986-1990) logrará los primeros acuerdos exitosos con las insurgencias guerrilleras y esto llevará a la desmovilización del M-19, el sector mayoritario del EPL y otras guerrillas menores. En esto va a influir mucho el contexto de Posguerra Fría y, especialmente, la euforia que se derivará en las élites internacionales y también en las colombianas, por el colapso del socialismo realmente existente en Europa del Este. Los siguientes gobiernos de Colombia, César Gaviria (1990-1994), Ernesto Samper (1994-1998), Andrés Pastrana (1998-2002) y Álvaro Uribe (2002-2010) intentarán, cada uno a su manera, procesos de conversaciones con las insurgencias de las FARC y el ELN, pero sin éxito.

Hay que señalar que durante el periodo de la llamada “guerra fría”, este tipo de alzamientos armados contra un Estado se enmarcaban en lo que clásicamente se conoce como “delito político”, incluidos sus delitos conexos. Su solución encontraba salida, desde el punto de vista jurídico, a través de la amnistía o del indulto. En la oosguerra fría, el delito político empieza lentamente a marchitarse, entre otras influencias, por las democracias europeas que sustentaban la tesis de que una democracia consolidada no puede aceptar que grupos insurgentes se levanten en armas contra ellas, lo cual dificultará la solución jurídica de este tipo de conflictos. Sin embargo, igualmente, empezará a emerger de manera alternativa la llamada “justicia transicional”, en parte con la influencia inicial de la justicia de los vencedores en la segunda posguerra mundial y como respuesta a las atrocidades cometidas por gobiernos autoritarios en América del Sur y en otras latitudes. Una justicia en construcción que hoy tiene como referente básico la Corte Penal Internacional.

El gobierno de Álvaro Uribe logrará una desmovilización de los grupos paramilitares, que aunque parcial y con muchos cuestionamientos, tendrá una incidencia en la mejora de la seguridad, pero también en el surgimiento de las llamadas "bandas criminales" (Bacrim), como expresiones del crimen organizado para unos, o variantes del paramilitarismo para otros. Igualmente, hay que señalar que los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe impulsaron una importante reforma militar y un fortalecimiento de la Fuerza Pública (Fuerzas Militares y Policía Nacional) que prepararon al Estado colombiano para cambiar el escenario estratégico del conflicto armado interno a su favor: la guerrilla sufrió golpes militares contundentes y, sobre todo, fue aislada políticamente de los sectores sociales, especialmente urbanos, mayoritarios en la Colombia actual.

Lo anterior, junto con el cambio del escenario político regional, con la llegada a los gobiernos suramericanos de presidentes de centro-izquierda o 'progresistas', sin golpes militares ni a través de revoluciones, creó un ambiente favorable al nuevo proceso de conversaciones actualmente en curso. Del mismo modo, le planteó a las guerrillas colombianas que la hora de la violencia había pasado y que se trataba de participar en la política por las vías de la democracia y buscando influenciar pacíficamente a amplios sectores sociales.

Este es el contexto que permite entender el inicio de conversaciones entre el gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018) y las FARC, en 2012, previo un periodo de pre negociación reservada donde se logró definir una agenda acotada y unos procedimientos claros, convirtiendo este primer acuerdo en una verdadera 'hoja de ruta' de las actuales conversaciones. También, incorporando en las mismas muchas de las lecciones aprendidas en el largo camino de buscar superar de manera concertada el conflicto interno armado. Un proceso en el que ya se han logrado consensos sobre los temas del “desarrollo agrario”, la “participación política y social” y la “solución al problema de las drogas ilícitas”. El nuevo acuerdo firmado en La Habana hace pocos días hace que la paz efectiva esté cada vez más cerca.

Por supuesto, estos avances han tenido una fuerte oposición interna de la derecha política, que preferiría una derrota militar de la guerrilla y su capitulación, antes que un acuerdo concertado como el que ha venido construyendo el actual gobierno del presidente Santos. La situación ha planteado un debate interesante para la refrendación de lo acordado, por un lado, entre los sectores de la derecha que se han mimetizado con consignas como “paz sin impunidad”, ocultando que su preferencia estaría en una salida armada al conflicto, y, por otro, las mayorías nacionales que reeligieron al actual presidente para su segundo gobierno con un claro mandato de conseguir la paz concertada con las guerrillas.

Así mismo, el gobierno de Juan Manuel Santos y el ELN han realizado un trabajo reservado para definir las reglas del juego de una mesa paralela de conversaciones, que se espera se de a conocer públicamente en pocas semanas. Si se logra culminar exitosamente las conversaciones con las dos insurgencias, estaríamos realmente muy cerca de cerrar un largo conflicto interno armado, el más prolongado del continente americano. Esta vez sí, muy cerca de la esperanza.

Alejo Vargas Velásquez es politólogo. Doctor en Ciencia Política, profesor titular de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia. Director del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la misma Universidad, de la cual ha sido Vicerector General. Miembro de la Comisión de Facilitación entre el Gobierno Nacional y el ELN. Miembro de la Coordinación Nacional de REDUNIPAZ. Autor de varios libros y coautor de otros tantos y de múltiples artículos publicados en revistas nacionales e internacionales y columnista de diarios colombianos y de otros países. Entre sus principales obras están: Las Fuerzas Armadas en el conflicto colombiano; Guerra o Solución Negociada. ELN: origen, evolución y procesos de paz; Ensayos de Paz en Medio de una Sociedad Polarizada; y Política y Armas al Inicio del Frente Nacional.

Más sobre el proceso de paz en Colombia:

Centro de Memoria, Paz y Reconciliación

Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz, Universidad Nacional de Colombia

Museo Casa de la Memoria, Medellín

Del 9 al 13 de noviembre, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO, llevará a cabo en Medellín su VII Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales: "Transformaciones democráticas, justicia social y procesos de paz". Será uno de los mayores eventos académicos y sociales del mundo, con más de 20.000 inscriptos, 700 invitados internacionales de 30 países, centenas de paneles, conferencias magistrales y especiales, coloquios y talleres. Estarán presente el ex presidente uruguayo, José Pepe Mujica, el Secretario General de la UNASUR y ex presidente colombiano, Ernesto Samper, además de numerosas autoridades nacionales e internacionales. El evento está co-organizado por la Alcaldía de Medellín, el Gobierno de Antioquia, la UNESCO y la OEI. La Conferencia pretende ser un contundente llamado a avanzar y consolidar el proceso de paz en Colombia.

Más informaciones en: http://www.clacso.org.ar/conferencia2015/

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