Los relojes suizos se hacen inteligentes
Muchos fabricantes de piezas de lujo han innovado en la tradicional industria artesanal, para incluir chips
A finales de los años 90, cuando el relojero Pim Koeslag estudiaba el oficio en Ámsterdam, no imaginaba que con el tiempo estaría fabricando un reloj con dotes tecnológicos. Fue durante un viaje a Ginebra, que realizó en 2001 con compañeros de clases para conocer las tradicionales relojerías suizas, donde visitó la fábrica Frédérique Constant, en la que trabajaban unas 10 personas. Allí, Peter Stas, dueño y director de la empresa, preguntó si alguien podía ayudar a crear un reloj con el desarrollo del movimiento mecánico. “Yo no sabía cómo hacerlo, pero le dije que lo intentaría.”, explica Pim, desde su luminoso estudio en Ginebra (Suiza).
Ese fue el comienzo de una larga y fructífera amistad, donde actualmente Koeslang lidera la innovación técnica de la empresa. Un camino innovador y especialmente ambicioso, llegando a crear el Grand Tourbillon Minute Repeater, un reloj que Koeslang diseñó y fabricó con sus propias manos y que dio pie a la fundación de la marca Ateliers deMonaco, el brazo de relojes de súper lujo de Frédéric Constant.
El Minute Repeater se vende por 200.000 euros y Koeslang ha hecho solo ocho de ellos. Este hombre intensamente rubio explica que un príncipe de Qatar ya ha comprado tres.
Sin embargo, desde hace un año, Koeslang está sumergido en otra tarea: crear un reloj inteligente. En respuesta a los planes de Apple, cuando presentaron el Apple Watch a principio de este año. “Peter tuvo la locura de crear un reloj conectado hace dos años, y yo fui un poco escéptico, como relojero tradicional”, dice. En apariencia la pieza inteligente de Frédérique Constant sigue siendo el tradicional reloj suizo, con cristal de zafiro, pero sin un miniordenador en su pantalla, como el de Apple. En cambio, en su interior combina las funciones de Fitbit, un programa que sigue las actividades físicas durante el día y la noche. Una pieza de belleza y tecnología que cuesta más de 900 euros.
Para este proyecto contactaron con la empresa Fullpower, una compañía tecnológica de Silicon Valley especializada en wearables (vestibles) quienes han sido pioneros en infraestructura técnica, prestando servicios a Nike y al propio Apple, entre otros. Además de chips, el reloj viene con conexión de Bluetooth. Cuenta los pasos durante el día y por la noche monitorea la actividad del sueño, esta información se guarda dentro del reloj por 30 días. La pieza también se conecta al móvil donde quedan ilustradas las actividades. La inteligencia del cronómetro llega a indicar cuántos minutos te llevan para ir a dormir, señala la hora adecuada para despertar, incluso alerta si deberías moverte más.
Para Koeslang, el reloj sigue siendo un producto artesanal. “Yo he aprendido mucho de la tecnología, es muy interesante”. No obstante, este salto ha supuesto todo un desafío: Koeslang nunca antes había trabajado con chips ni sensores. Los relojeros suizos no lo han necesitado; sus herramientas han sido el tornillo y un destornillador, acompañado de un microscopio para ensamblar a la perfección cada pieza. En esta nueva aventura, tuvieron que adaptar la tecnología, incorporando nuevos materiales para que los sensores funcionen efectivamente.
Pim Koeslang dice que han visto la tecnología como una oportunidad y que para ellos jamás ha sido una amenaza. “Pudimos crear algo que no compite con el Apple Watch, simplemente seguimos con lo que somos, un reloj suizo con buena tecnología, donde, además, agregamos más tecnología”, sentencia.
Desde que comenzó la crisis económica en 2008, los suizos han incrementado la venta de sus relojes, en parte, gracias a la fortaleza de la economía China. Una tendencia que se ha visto a la baja, en particular desde el pasado julio por la deceleración de la economía China, debido a la crisis del Yuan. Las exportaciones bajaron un 9,3%, traducidas en unas pérdidas de 1.771 millones de euros, según los datos de productores de relojes suizos. De esta cifra mundial, sólo China supuso un 40% menos.
Y es precisamente por los vaivenes de la economía mundial, junto a la aparición del Apple Watch, que algunos relojeros suizos han tenido que innovar. Un cambio tan fuerte, que no tiene parangón. Pues, en la época de los 70, durante la aparición de los relojes japoneses de cuarzo, años de crisis en la industria suiza, la herida no caló tan profundo. Es más, incluso, los relojes suizos salieron fortalecidos. Tanto así, que algunas empresas suizas siguen fuertemente aferradas a su tradicional modelo de negocio, gracias a la fabricación artesanal.
Concept Watch
Es el caso de la exclusiva casa de relojes H.Moser, cuando en la feria de relojes Baselworld de este año, Edouard Meylan, su consejero delegado, provocó el ambiente anunciando que presentaba un reloj inteligente. El resultado: la puesta en escena del Concept Watch. Un reloj de 20.000 euros, que por su diseño minimalista, de puro oro blanco, se opone al Apple Watch.
¿Y, cuál es la inteligencia del reloj? En conversación con esta periodista Meyland responde que “hemos creado relojes inteligentes por más de 100 años, todos nuestros relojes son inteligentes, Lo que Apple hace es otra cosa, no se compara con lo que nosotros producimos”.
Por ello indica que su empresa no va a incluir tecnología de Silicon Valley, pues, a su manera, ya es tecnológica. “Creo que para algunas empresas suizas el Apple Watch ha sido una amenaza. Para nosotros, al contrario, creo que puede ser beneficioso”, dice. Y añade: “yo compraré un Apple Watch, pero lo utilizaría como una herramienta, no como un reloj. Lo diseñaron como un reloj porque es la mejor manera de entrar en el mercado”.
Meyland agrega que cuando vio que algunas de las empresas suizas como “Frédérique Constant , Montblanc, Bulgari y Tag Heuer, comenzaron a evolucionar con la tecnología, me sorprendieron”. Destaca que actualmente hay dos grupos de negocio en la industria de relojes; los que se quedan con la tradición, y los que tratan de crear un reloj inteligente. Según él, este último grupo es muy oportunista. Pues aquí se diluye un poco lo que es la tradición suiza de relojería. Incluso, prevé que “tal vez, tengan efectos negativos en un futuro”.
H. Moser es una empresa familiar, muy tradicional, que produce 1200 relojes por año. Meyland explica que durante la crisis del cuarzo la competencia para la industria suiza fue directa. Pero con constancia y una buena estrategia de marketing supieron capear el temporal. Por ese motivo hoy “la gente que compra un reloj suizo, compra belleza”, dice. Sin embargo, con un “Smart Watch se compra tecnología. Por ello no creo que sea una competición. La única competencia es que ambos se llevan en la muñeca”, sentenció firmemente.
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