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Tribuna
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La diplomacia en un mundo global e incierto

El Gobierno de Rodríguez Zapatero preparó a España para defender mejor sus intereses en el exterior

Miguel Ángel Moratinos

Una primera reacción ante la lectura del artículo titulado La España ensimismada, de José Ignacio Torreblanca, publicado por El País el 31 de agosto, nos llevaría a felicitar al autor. Considero que su intento de evaluar la política exterior durante las últimas tres décadas es meritorio y plausible, aunque no pueda compartir la mayoría de sus opiniones. Todos valoramos positivamente la opinión crítica de expertos y analistas en materia de acción exterior y aceptamos las críticas fundamentadas. Este ejercicio democrático pierde su valor si los denominados expertos abandonan su obligada objetividad y presentan sus opiniones con escaso fundamento científico, y distorsionan la realidad de los hechos. A los políticos, a los ministros, se nos exige política e ideología, visión y buena gestión. A los académicos, análisis rigurosos, datos, cifras, balances, etcétera, pero en ningún caso ideología.

No es lo mismo la España de Felipe González que ubicó a nuestro país en su sitio, como manifestó Fernando Morán, que la España de Rodríguez Zapatero. El utilizar criterios del pasado sin comprender que el mundo ha cambiado nos puede conducir a análisis desacertados. Hoy el mundo es global, complejo e incierto, y precisamente la política del Gobierno de Rodríguez Zapatero preparó a nuestro país para defender mejor sus intereses en estos nuevos escenarios.

El presidente Azaña expresó su disgusto y frustración porque España estuvo fuera de las principales citas de la historia reciente, ya fuese en el Congreso de Berlín, Versalles o, posteriormente y aunque él no lo viese, en Yalta o Dumbarton Oaks. Esa ausencia es la que invirtió la diplomacia del presidente Zapatero. Sí, España fue admitida en el G-20 y no bastó el apoyo de los socios europeos (no siempre fácil por reticencias internas), ni el de Estados Unidos, sino que hizo falta el apoyo de países como China, Rusia, Corea o Argentina; es decir, todos esos países a los que se critica en ese artículo como pérdida de tiempo y desorientación de nuestra política exterior.

Lo que hicimos fue una política exterior global, no deseuropeizando la política exterior de España, de lo que se nos acusa. Tratamos de combatir la Europa fortaleza, al tiempo que se organizaron una presidencia de la Unión Europea, un referéndum para el Tratado Constitucional y la firma del Tratado de Lisboa, la presidencia del Consejo de Europa y la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE). De igual manera, se organizó el décimo aniversario de la Cumbre euromediterránea de Barcelona y promovimos, junto a Marruecos, la Cumbre euroafricana sobre migraciones de la que se extrajeron políticas y acciones comunes que favorecieron de manera radical la ordenación y disminución de los flujos de migrantes entre Europa y África. Esto abrió la puerta para formular la primera política exterior de España hacia el continente africano. Hoy algunas de esas políticas inspiran a la UE y a la estrategia que impulsan François Hollande y Angela Merkel.

Algunas de las políticas sobre migraciones inspiran ahora a la UE

Pero nuestra presencia en el G-20 y nuestro compromiso con Europa hubiesen sido insuficientes para obtener un puesto como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Los próximos años son fundamentales para definir las nuevas orientaciones de la comunidad internacional y España tiene todo el derecho y la legitimidad de participar en este debate en el núcleo central de Naciones Unidas. Por ello, apoyamos al actual Gobierno para que España resultase elegida.

Era de esperar que sus críticas no eludieran la política latinoamericana y, principalmente, la política hacia Cuba. Parece que el articulista no asume lo sucedido el pasado 17 de diciembre y sigue anclado en las posiciones de la Administración Bush y de los grupos anticastristas. Parece probable que no reconozca el acierto de nuestra política hacia Cuba y la contribución de España para crear las bases del desmantelamiento del bloqueo, algo que reconocen hoy norteamericanos y cubanos.

Tampoco sorprenden las críticas a las iniciativas multilaterales. Se ha convertido en lugar común del pensamiento políticamente correcto de la derecha criticar la Alianza de Civilizaciones y los que en la oposición la minusvaloraron la han reivindicado en Naciones Unidas. Le recuerdo que fue también el presidente Zapatero quien impulsó ONU-Mujeres y se comprometió con América Latina en la puesta en marcha del Fondo del Agua; programa y recursos de los que aún malvive la cooperación española.

La cooperación con el Mediterráneo fue una constante de mi mandato, así como la involucración en el conflicto de Oriente Medio, donde España mantuvo una actitud proactiva que favoreció el entendimiento.

Ahora que se acercan las elecciones generales sería bueno que en nuestro país se debatiese con rigor cómo se han defendido los intereses de España en el exterior: los políticos, los ciudadanos, de seguridad, económicos o culturales. La política exterior del Gobierno de Zapatero en el período 2004-2010 se basó en la defensa de la legalidad internacional y el diálogo. Por ello se inició con la salida de nuestras tropas de Irak, porque consideramos que fue una guerra ilegal. De ahí que España se haya opuesto al reconocimiento de Kosovo y haya tenido una política exterior propia.

Así pues, no es lo mismo la diplomacia de salón que una política exterior comprometida. La segunda dista mucho del análisis de expertos que, desde sus tabletas y ordenadores y tomando como referencia la diplomacia de los despachos, realizan análisis alejados de la realidad y de los hechos.

Miguel Ángel Moratinos fue ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación.

www.miguelangelmoratinos.com

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