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'Lad lit': el negocio de vender libros solo para hombres

Cuentan historias de cerveza, trabajo y desamor, y mueven millones en todo el mundo... menos en España

Richard Gere y Alfred Molina en 'The Hoax'
Richard Gere y Alfred Molina en 'The Hoax'CORDON PRESS

En las librerías de Inglaterra hay toda una sección dedicada a las novelas lad lit, un género literario escrito exclusivamente por hombres. Los protagonistas de estos libros son tíos de treinta y tantos, en la misma edad que los lectores a los que se dirigen, clasificados como lads. Así es como llaman en Reino Unido a los hombres adultos que se encuentran en ese periodo de la vida previo al de las responsabilidades familiares, aunque con edad de sobra para tenerlas. En Estados Unidos, este mismo género se conoce burdamente como dick lit, aunque, en realidad, son novelas que de grosero tiene más bien poco.

Estos libros se leen en el metro, tienen protagonistas urbanos, como sus lectores objetivos, y cuentan sus vidas amorosas imperfectas con hilaridad

La lad lit se centra en la vida personal de sus protagonistas, sobre todo en la parte emocional. “Mi novia me ha dejado”, “Estoy buscando novia” o “No entiendo por qué aún no me he casado” son los esqueletos sobre los que toman cuerpo a lo largo de las páginas historias bañadas en cervezas con amigos, sexo ocasional, carreras profesionales frustradas y el amor como salvación final. Las portadas que los envuelven se alejan de la manida sobriedad conceptual sobre fondos negros de los libros masculinos; en las de las novelas lad hay colores, ilustraciones y frases a modo de reclamo que advierten de que te partirás de risa y emocionarás por igual. En realidad, menos por lo del color rosa, no son cubiertas muy diferentes de las de libros como los de Helen Fielding o Marian Kayes, las reinas del llamado género chick lit (novelas de treintañeras solteras que buscan el amor con humor). Y es que la lad lit surgió como respuesta masculina a aquellos libros que hicieron que en los noventa las chicas dejaran de sentir vergüenza por llevar una faja como la de Bridget Jones.

Ambos géneros fueron parte de la apuesta de los departamentos de marketing de las editoriales, que inventaron las etiquetas para clasificar unas novelas ligeras y divertidas, parecidas a las comedias románticas del cine. Libros de esos que se leen en el metro, con protagonistas urbanos, como sus lectores objetivos, que cuentan sus vidas amorosas imperfectas con hilaridad. En las mujeres parecía un acierto seguro, la novela romántica siempre ha existido y el humor le daba el punto que necesitaba para captar nuevas lectoras. Pero en el caso de la lad lit, la cosa parecía más arriesgada. ¿Tíos leyendo sobre lo que sienten otros tíos? ¿Sin darle peso intelectual, ni llevarlo al dramatismo? ¿De verdad eso ocurre? Pues sí, y desde hace más de veinte años.

Su protagonista suele ser un tío de treinta y tantos, peterpanesco, con fobia al compromiso y un carácter algo agrio, aunque con encanto. Además, también debe tener fobia al compromiso, amigos con los que salir a beber y hablar poco, y una obsesión típicamente masculina (los discos, el fútbol o el cine)

El pistoletazo de salida lo pegó Nick Hornby en 1992 con su primera novela, Fiebre en las gradas, que narra las consecuencias de la obsesión por el fútbol de su protagonista en su vida de pareja. La confirmación del género, Alta Fidelidad, la escribió Hornby tres años después. Rob, el protagonista al que puso rostro en el cine John Cusack, estableció el arquetipo a seguir por los autores lad: un tío de treinta y tantos, peterpanesco, con fobia al compromiso y un carácter algo agrio, aunque con ese encanto que ven algunas mujeres (con las que es casi incapaz de comunicarse). Además, también debe tener fobia al compromiso, amigos con los que salir a beber y hablar poco, y una obsesión típicamente masculina (los discos, el fútbol o el cine).

Hornby, al que la crítica de su país describe como un escritor pop de consumo rápido, pero la americana empieza a tomarse más en serio, también puso la norma de que la escritura rezumara sarcasmo. En eso del humor a puntadas, los ingleses son expertos, lo que explica que sea esa la nacionalidad de la mayoría de los nombres de la lad lit.

Mike Gayle ocupa allí el segundo puesto del podio como autor romántico para tíos. Antes de novelista fue editor de revistas féminas, lo que le dio las claves de la psicología romántica para escribir, a finales de los 90, su mayor éxito: My legendary girlfriend (como la de la canción de Pulp). Desde entonces no ha parado de publicar, creciendo con el público que le conoció en sus inicios con novelas con nuevas historias como Turning 40.

En España, o se publican autores cursis y floridos, o cosas de un criticismo plúmbeo. No tenemos tradición de best seller literario, y menos de uno para tíos Kiko Amat

El periodista musical Tony Parsons dio una vuelta de tuerca más al género lad al incorporar la paternidad en Man and boy, que cuenta las tribulaciones de un treintañero que aprende a ser padre al mismo tiempo que encuentra el amor. Desde entonces, Parsons ocupa puestos privilegiados en las librerías inglesas con sus novelas románticas para tíos. Aunque ahora el rey es David Nicholls, que aunó éxito de crítica y público en One day, llevada al cine con éxito por Lone Sherfing, la de Italiano para principiantes. Su último libro, Nosotros, trata sobre una pareja en crisis que intenta salvar los suyo viajando por Europa, aunque en realidad sólo la mitad masculina del matrimonio quiere arreglarlo.

Entre los autores de lad lit también hay nombres americanos, como el de Kyle Smith, que ha convertido su novela Love monkey en serie de televisión. Desde Nueva Zelanda, invadió las librerías de todo el mundo Graeme Simsion, con el bestseller El proyecto esposa. Incluso hay escritores hindús, como Chetan Bhagat. Pero donde no hay ni uno que haya destacado es en España. Es más, muchos de los títulos representativos del género ni siquiera se han publicado, y los que lo han hecho no ha ido de la mano de los grandes grupos editoriales (Planeta no ha apostado por Nicholls hasta Nosotros, su quinta novela).

“Es que, en España, o se publican autores cursis y floridos, o cosas de un criticismo plúmbeo”, declara a ICON el escritor Kiko Amat: “No tenemos tradición de best seller literario, y menos de uno para tíos. Algo como Nosotros de Nicholls, que es una comedia romántica chispeante, con todas sus convenciones mainstream pero que está muy guay, aquí no funciona”. Las novelas del autor catalán (El día que me vaya no se lo diré a nadie, Cosas que hacen Bum, Rompepistas, Eres el mejor, Cienfuegos) comparten editorial con Nick Hornby, Anagrama, un grupo para el que la calidad literaria prima sobre los criterios comerciales: “En Inglaterra, Hornby es de lo más comercial, pero aquí lo publica Anagrama porque es pop. En España no estamos tan acostumbrados a que los hombres coleccionen música”. Amat es de los pocos narradores españoles que escribe de hombres y para hombres, pero no es un autor lad. Aunque comparte en las páginas su mundo emocional, lo hace con mucha más dureza de lo habitual en el género, con el que él mismo no se identifica: “A mí me interesan más las relaciones con los colegas en las subculturas, como en Rompepistas, que son punks. Pero eso no significa que no disfrute leyendo comedias románticas. Aunque hay una parte de adoctrinamiento pequeño burgués en muchos de esos libros… Nadie está tan preocupado por las bodas como en esas historias, y mucho menos un tío”.

Las portadas que los envuelven se alejan de la manida sobriedad conceptual sobre fondos negros de los libros masculinos; en las de las novelas lad hay colores, ilustraciones y frases a modo de reclamo que advierten de que te partirás de risa y emocionarás por igual

Teniendo en cuenta la poca presencia del género lad lit en España, no parece que sea algo que preocupen mucho a los hombres de nuestro país. Aunque tampoco parece que el hombre se acerque mucho a la lectura, en general. Según los estudios, la masculina sólo constituye el 20% de las ventas de literatura adulta, y suelen agarrarse a la novela histórica o política. Amat cree que uno los motivos es que en nuestro país no existe el lector masculino mainstream: “La mayoría de los tíos leen cosas malditas, que dan más caché en las charlas literarias. El humor se mira siempre por encima del hombro”.

Si las ventas de lad lit en España son frías, en America Latina son prácticamente inexistentes. “Es que lo latino es lo macho y eso pesa mucho todavía. Y aquí igual, que España está en el medio pero aún tiene muy encarnado lo latino”, explica la psicóloga Teresa Abad Sierra: “Los hombres ingleses tienen otros relatos de construcción de la masculinidad a los que agarrarse. De ahí que surjan estos libros en los que protagonizan historias románticas en primera persona”.

Es que lo latino es lo macho y eso pesa mucho todavía. Y aquí igual, que España está en el medio pero aún tiene muy encarnado lo latino Teresa Abad Sierra, psicóloga

Leer sobre amor no es una novedad para los hombres ingleses que se criaron con Shakespeare. Aunque cuando surgieron estas novelas lad fue en la década de los noventa, la de la explosión del capitalismo, en la que el relato masculino imperante era el del yuppie. El modelo con poder económico que controlaba los índices bursátiles parecía el espejo en el que todo aspirante a hombre debía mirarse, pero los chicos de las novelas lad, más dados a las aspiraciones creativas que a contar billetes, encajaban bastante mal en esas fotografías capitalistas. “Quizás estos protagonistas estaban representando qué pasaba con todos los que no entraban en ese modelo de la sociedad del momento. Estos libros vienen a dar representación y desde ahí estimulan los procesos identificativos que los hombres diferentes necesitan”, apunta como posible explicación Teresa Abad.

La realidad es que la propia etiqueta de lad lit es casi desconocida porque ni siquiera a los autores la han reforzado. Ellos prefieren hablar de novelas de transición, de la madurez masculina, y no de libros de amor ligeros que rozan los límites de la zona de confort masculina. Aunque la gran pregunta es la de si los hombres latino-europeos estamos preparados para leer lo que siente otro hombre. “El problema es que estos libros los chicos lloran, y en el mundo latino, por mucho que hayamos avanzado y por mucho que seamos Europa, aún no está tan claro que puedan hacerlo, porque eso pone en duda su masculinidad”, indica la psicóloga. Por su parte, Amat cree que el debate sobre la masculinidad está en casi en cualquier libro escrito por un hombre: “Se encuentra en la literatura porque está en la calle también. Los hombres cuestionan todo el rato la masculinidad de otros hombres… De una manera u otra, es una idea que siempre está sobre la mesa”.

Lo cierto es que, con la excusa de que es una especie de manual para entender a los tíos, son muchas mujeres las que han devorado Alta fidelidad. Y también se pusieron a leer Bridget Jones un montón de hombres después de que sus novias los llevaran a rastras al cine. Superados los primeros prejuicios, se puede disfrutar de todo sin importar del lado en el que se esté. Además, que en esto de entender el amor estamos todos en el mismo equipo. Y que los chicos sí lloran.

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