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UN OFICIO DEL SIGLO XIX
Columna
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Los mecanismos secretos de un culebrón de éxito

El gerente de producción del canal buscó a un especialista para ponerlo al frente del laboratorio de semiología

Ibsen Martínez
YO SOY BETTY, LA FEA (1999-2001). Producción colombiana, y guion de Fernando Gaitán, batió el récord Guiness de 2010 a la telenovela de mayor éxito de la historia. Cuenta los desafíos que se impone una mujer inteligente, pero no muy atractiva, en el competitivo mundo de la moda.
YO SOY BETTY, LA FEA (1999-2001). Producción colombiana, y guion de Fernando Gaitán, batió el récord Guiness de 2010 a la telenovela de mayor éxito de la historia. Cuenta los desafíos que se impone una mujer inteligente, pero no muy atractiva, en el competitivo mundo de la moda.

Un productor venezolano de telenovelas fundó, a mediados de los años setenta, un laboratorio de semiología aplicada al culebrón.

Buscaba una telenovela de argumento inagotable y autosuficiente, una irresistible telenovela “de invariable invención” capaz de derrotar a Delia Fiallo, exitosísima escribidora cubana del canal de la competencia cuyos culebrones ganaban impasiblemente, una y otra vez, las mediciones de audiencia desde hacía ya demasiado tiempo. El gerente general estaba harto de doña Delia y quería el arma absoluta que acabase con ella.

El Enrico Fermi de aquel Proyecto Manhattan fue un exiliado argentino a quien llamaré Alfano. El FlacoAlfano era arquitecto y cultivaba un genuino interés por la semiología desde el mismo día en que supo de Roland Barthes y Jacques Derrida. Alfano alcanzó tan superlativo dominio autodidacta de sus técnicas de disección que nadie en el perímetro académico del país podía equiparársele. Desterrado a Caracas, huyendo de la dictadura militar, resolvió ofrecer profesionalmente sus saberes y buscó empleo como profesor de semiología, sin hallar sitio en ninguna universidad. Fue entonces cuando el gerente de producción del canal lo salvó de la inopia poniéndolo al frente del laboratorio de semiología aplicada al culebrón.

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Los ejecutivos del canal acababan de adquirir dolosamente los capítulos de una exitosa telenovela de Delia Fiallo, un acorazado culebrón que les había hecho mucho daño en el pasado. “Nos gustaría desconstruirlos, como dice usted —explicó el gerente—, para ver qué tienen adentro, para saber cómo funcionan y tratar de replicar su mecanismo. ¿Cree que puede con el encargo?”.

La conferencia del Flaco no nos hizo más inteligibles las claves del género ni más fácil y provechoso nuestro trabajo

El canal destinó todo un piso al laboratorio del Flaco Alfano. Los ventanales del laboratorio fueron cegados con vidrio ahumado y persianas de metal anodizado. A los escribidores se nos ocultó escrupulosamente el propósito de aquella remodelación integral.

Casi un año más tarde, se nos ordenó asistir a una conferencia a cargo del director del laboratorio de semiología. Sería el primer encuentro formal entre el laboratorio y el establo de guionistas. La presentación tuvo lugar en un auditorio habitualmente destinado a las asambleas de accionistas. Al fin pudimos ver el fruto de los desvelos de Alfano, desplegado en un vasto diagrama que ocupaba todo el escenario y los laterales.

La telenovela de la señora Fiallo había sido destazada según un método que se anunciaba en el diagrama como Esquema actancial de Greimas-Gennette-Alfano para el análisis diegético-mimético de la telenovela.

En el papel milimetrado habían dispuesto filas y columnas. Las columnas venían identificadas como “actancia 1”, “actancia 2”, hasta llegar a la “actancia 225”. Las filas eran “personajes”. Había algunas “subfilas” denominadas “voces” en el esquema Greimas-Gennette-Alfano. Se apreciaban iconos que advertían sobre la diferencia entre lo “homodiegético” y lo “heterodiegético”.

A decir verdad, la conferencia del Flaco no nos hizo más inteligibles las claves del género ni más fácil y provechoso nuestro trabajo. Hacia el final, el Flaco dijo cosas como: “Faltaría, desde luego, arribar a corolarios más precisos que permitan, por ejemplo, formular una teoría de la función del galán en la telenovela. Pero estoy seguro de que el esquema actancial diegético/mimético, tal como se los he expuesto, les permitirá a ustedes desde ya...”. Etcétera.

Una cosa sí resplandecía: al gerente general, antiguo ingeniero de comunicaciones, la jerga y el papel milimetrado de Alfano le sugerían la existencia de regularidades, simetrías, isomorfismos; en fin, de estructuras, funciones y leyes de composición discernibles en el hasta entonces enigmático e indiferenciado mazacote narrativo de Delia Fiallo. El gerente general estaba sumamente impresionado con el esquema Greimas-Gennette-Alfano.

Pocos días más tarde, el gerente llamó a Alfano a su despacho y le dijo, sin más: “Bueno, Flaco, ahora que ya sabemos cómo funcionan las telenovelas de la Fiallo, escríbeme una que acabe para siempre con esa maldita vieja”.

Por aquel tiempo yo no era más que un “dialoguista”, alguien que escribe escenas y diálogos que se desprenden de un diagrama diseñado por el autor de la telenovela. El gerente general me desincorporó del equipo de escribidores en que trabajaba para nombrarme dialoguista concertino del arma absoluta contra Delia Fiallo: la telenovela “diegético-mimética” del Flaco Alfano.

Nos dio cuarenta días para salir al aire.

(Continuará).

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