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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vivir en el avión: empobrecidos y estresados

Los laboristas han calculado que a un empleado de Londres le saldría más barato residir en Madrid y volar allí cuatro veces a la semana

Ricardo de Querol
Pasajeros en la terminal T-4 del Aeropuerto de Madrid (Barajas)
Pasajeros en la terminal T-4 del Aeropuerto de Madrid (Barajas)© Gorka LEjarcegi

Media hora desde su piso en Madrid hasta el aeropuerto. Debe presentarse al menos una hora antes del vuelo. Dos horas de vuelo a Londres. Otra hora desde Gatwick a su oficina en la capital británica. Cuanto menos cuatro horas y media, eso si no se complican los trámites fronterizos ni se acumulan retrasos. Cuesta mucho imaginar que nadie aceptara realizar ese recorrido diario, nueve horas entre ida y vuelta, para trabajar en Londres y residir en Madrid. Si dedicara a su ocupación otras ocho horas, le quedarían menos de siete para el sueño y la higiene (del ocio ni hablamos). Pero ese delirante modo de vida ha sido planteado en el Reino Unido. Según cálculos de los laboristas de Londres, publicados en el Evening Standard, al empleado de una oficina en Liverpool Street le saldría más barato residir en Madrid y volar allí cuatro veces a la semana que alojarse, por ejemplo, en el barrio de Camden. Agotador sin duda, pero 600 euros al mes más económico.

Lo que quiere señalar el equipo de la candidata a la alcaldía Tessa Jowell es lo disparatado de los precios de los alquileres en la ciudad: en Candem se pagan 2.745 euros al mes por un apartamento de una habitación. En el trasfondo, el hartazgo de los ciudadanos expulsados a la periferia por la carestía de la vivienda y obligados a dedicar un tiempo creciente al transporte, aunque sea el tren. Empobrecidos y, encima, estresados.

Desafía la lógica que sea tan barato un billete de avión y tan caro alquilarse un pisito, pero así han evolucionado los tiempos. Filosofía low cost para los servicios turísticos, precios desorbitados para un bien de primera necesidad como dormir bajo techo. Lo de viajar muy a menudo, yendo y viniendo en el día, no es tan extraño para directivos o gente de negocios, pero es una tendencia a la baja: cada vez más las empresas les convocan por videoconferencia. Lo que sí es un fenómeno creciente es que jóvenes europeos compren billetes de bajo precio sin más motivo que correrse una juerga en suelo español y regresar, tras noche en blanco, sin haber gastado un euro, o libra, en alojarse. Quizás también les salga más barato que disfrutar de similar farra en su ciudad.

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Y eso que no han llegado los superaviones. Airbus ha patentado un aparato más que supersónico, capaz de alcanzar los 5.500 kilómetros por hora, 4,5 veces la velocidad del sonido, muy por encima del desaparecido Concorde. Iría, pongamos, de Madrid a México en tres horas, así que alguno ya estará calculando si le renta trabajar en la Castellana y residir en el D. F. Claro que ese portento tecnológico, cuyo uso no tiene horizonte aún, nunca estaría en la horquilla de precios del bajo coste, porque parece pensado para gente que valora mucho su tiempo.

No, no merecería la pena vivir en el avión. La cuenta es otra. En España sabemos, por dura experiencia, que el hecho de que un ciudadano medio no pueda acceder a la vivienda, aunque haya riadas de inversión para el ladrillo, indica que el modelo es insostenible. Peligro: burbuja a la vista. Desínflenla.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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