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MIRADOR
Columna
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Acerca de la verdad

Cualquier tentación de controlar al periodista, tan solo pretende disminuir la capacidad del ciudadano para discernir por sí mismo

David Trueba

El mayor enemigo del periodismo es un periodista que miente y manipula. Pero el peligro inmediatamente más amenazador proviene de quienes, desde el poder, tratan de convencernos de que ellos van a lograr que nadie mienta ni manipule más. La mejor tradición literaria anglosajona ya nos habla de las profundas contradicciones de un oficio que no es ejemplar, pero que es imprescindible en un sistema de libertades y garantías. Parece absurdo tener que volver a explicar esto, pero demasiado a menudo en España se empieza a considerar imbécil a la gente y por tanto incapaz de enfrentarse a una prensa libre, a un mercado libre, a una democracia libre, con lo que se asume, casi como un gesto de caridad, que venga alguien y nos proteja. La pureza, cuando alcanza el extremismo, se convierte en el agente más contaminante de una sociedad, basta mirar hacia los excesos religiosos cuando someten a la organización social.

Seamos pues en extremo prudentes a la hora de valorar el papel del periodista en la sociedad democrática. Cualquier tentación de controlarlo, tan solo pretende disminuir la capacidad del ciudadano para discernir por sí mismo. Como ha sucedido en tantas ocasiones y países, la extinción de la información libre siempre se hace bajo la coartada de la felicidad colectiva y el amor a la verdad. A los peores periodistas también les vale generar fidelidades ciegas, como a los peores políticos, porque así, cada uno en su bando, todos están bendecidos por la fila propia. El error de la cuenta municipal no está en desmentir noticias, eso lo hace cada día cualquier gabinete de prensa avezado. El error está en llamarse Versión Original y pretender arrogarse una autoridad sobre la verdad, la pureza entre los impuros.

El periodismo nació porque el poder mentía de manera ostensible bajo su autoridad institucional. Con el cercano escándalo Bárcenas, vimos cómo la primera reacción del poder fue la negación de las anotaciones manuscritas. Se presentaron querellas contra los medios, que luego fueron retirándose, cuando la verdad pasó a ser otra más conveniente. Que el tesorero actuaba por cuenta propia. El periodismo ha tirado abajo Gobiernos, sentencias y récords deportivos. Desautorizarlo es una estrategia muy útil para librarse de su incordio. El error, la mentira y la maldad, que anidan en todas las profesiones que desempeñan seres humanos, también son evidentes en el periodismo, pero lo compensan la insistencia, la molestia, la indagación y la sospecha, virtudes de un oficio inventado para poner en duda toda verdad que se pretende irrebatible.

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