_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sobrinitos

Diderot, el filósofo, adivinaba que pronto no habría contrastes éticos entre filósofos y bufones

Félix de Azúa

Quince años antes de la Revolución, Diderot presentó ante el mundo una de las figuras más fascinantes del futuro orden burgués, un reciente prototipo, un héroe de la modernidad. No tenía nombre: era conocido por ser sobrino del músico Rameau, muy respetado en el París borbónico.

El Sobrino era un parásito que cenaba en las mejores mesas de París gracias a su malignidad, su desparpajo, su ironía, su insolencia y su capacidad para ultrajar a todos los personajes sociales relevantes, lo que combinaba con parodias de concierto. Su talento para divertir a los ricos era fabuloso y aunque pertenecía a lo peor de la sociedad se codeaba con lo más alto.

A Diderot, el Sobrino le desconcertaba porque aunque estaba persuadido de la perversión moral del tipo, un ornamento social para ociosos que vivía de poner en ridículo a los demás, no tenía argumentos serios contra él. El Sobrino era inteligente, aunque careciera de voluntad para usar su entendimiento en algo útil. Diderot, el filósofo, adivinaba que pronto no habría contrastes éticos entre filósofos y bufones. Intuía que en la sociedad burguesa no cabrían diferencias entre gente honesta e indecente porque todo iba a depender de la posición del individuo en el espectáculo social.

Pasado el tiempo, los sobrinos de Rameau se multiplicaron como conejos. Su éxito es ahora tan completo que se han convertido en gente influyente y poderosa. No por eso han cambiado de oficio, siguen recibiendo dinero y protección gracias a sus insolencias, sarcasmos y parodias. Pienso en comediantes como el Gran Wyoming, por poner un ejemplo entre mil, excelente heredero del Sobrino. Si Diderot pudiera verlo se quedaría atónito. ¡Qué triunfo el del Sobrino! ¡Y qué gente tan rara los millones que cenan con él!

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_