Mi primera semana de libertad tras 10 años en una prisión nigeriana
Relato de un condenado a muerte tras ser indultado de un crimen que, según él, no había cometido
Mi madre se desmayó cuando la llamé desde la prisión para decirle que me habían indultado después de pasar 10 años encarcelado. Me dijeron que tuvieron que echarle agua por encima para que recuperara el conocimiento. Después, cuando me vio por primera vez después de tantos años, se agarró a mí y me abrazó muy fuerte. No me soltó hasta casi 15 minutos después. Durante todo ese tiempo, de sus ojos brotaban lágrimas de felicidad.
1. Fútbol y zumos para celebrar con mis amigos del corredor de la muerte
Yo también me quedé abrumado por la alegría el 28 de mayo, a las cuatro de la tarde, cuando me enteré de que me habían indultado. Al principio estaba tan contento que ni siquiera podía hablar. Al día siguiente de recibir la noticia, organicé un partido de fútbol entre los presos condenados a muerte y los demás reclusos para celebrarlo. Durante el tiempo que estuve en prisión fui el entrenador del equipo de los condenados a muerte. ¡Ganamos el partido por tres a cero! Todo el mundo se lo pasó estupendamente.
El domingo fui a la capilla de la prisión. Compré galletas y zumos para compartir con los reclusos que acudieron y, después, anunciaron mi puesta en libertad. Todo el mundo se puso muy contento. Tenía amigos en la cárcel; había estado dando clases de inglés y matemáticas a otros reclusos, y los alumnos que mostraban más interés se hicieron amigos míos.
Un viejo amigo que creía que me habían ejecutado no podía creer lo que veían sus ojos". ¡Pensaba que era un fantasma!
Unos días después, me pusieron en libertad. La primera tarde que pasé en casa, mi madre preparó un plato especial: sopa de ocra con ternera. La familia al completo se sentó a cenar a la mesa, todos juntos. Después hubo una fiesta a la que acudieron amigos de la familia; cantamos, escuchamos música y rezamos. Rogamos por los activistas que han hecho campaña por mi liberación, por Amnistía Internacional y por Justine Ijeomah [director de Hursdef, fundación nigeriana para los derechos humanos, el desarrollo social y la protección ambiental] y su esposa, Goodness Justine. Hubo bebidas para todos los asistentes a la fiesta.
La primera noche que pasé en mi nueva cama, dormí como un bendito. Lo que más me sorprendió fue no oír la campana de la prisión dando el toque de diana. Estaba esperando escucharla cuando me di cuenta de que no era un sueño, sino que realmente era libre. Entonces sentí la libertad en lo más profundo de mi espíritu. Las cosas habían cambiado para siempre. Volví a dormirme hasta las diez de la mañana, disfrutando al máximo de mi sueño en libertad. Mi familia vino a despertarme, pero les dije que me dejaran dormir un poco más. Era una sensación maravillosa.
3. "¡Estoy vivo! ¡No soy un fantasma!"
Durante mis primeros días fuera de la prisión, me crucé con un viejo amigo de la escuela que me miró como si hubiera visto a un fantasma. En mi tierra creemos que, si le echas arena a un espíritu, desaparece... ¡Y mi amigo empezó a recoger arena del suelo y echármela encima! Le dije: "¡No me eches arena! ¡Estoy vivo! ¡No soy un fantasma!". Al oír aquello, se acercó y me abrazó: pensaba que me habían ejecutado. Me dijo que nunca olvidaría la última vez que me vio antes de que me detuvieran, hace 10 años.
En casa todo me parecía extraño, aunque siento un gran alivio de ser libre. En los 10 años que han pasado desde que me detuvieron, han cambiado muchas cosas: han construido nuevos puentes y ahora es habitual usar teléfonos y ordenadores portátiles.
4. Voy a unirme a la lucha contra la tortura
Ahora que soy libre, quiero retomar mi educación y llegar tan lejos como siempre he soñado. Me gustaría ser médico y cumplir los deseos de mi difunto padre. Pero también quiero hacerme activista en favor de los derechos humanos y ayudar a otras personas que se enfrentan a las mismas dificultades que pasé yo. Ya he rellenado un formulario de solicitud y me he hecho una foto de pasaporte, que son los requisitos para ser activista voluntario de Hurdef. El director, Justine, me dio una calurosa bienvenida y me llamó "camarada Moses Akatugba". Y yo le dije: "Justine, voy a unirme a la lucha contra la tortura para que otras personas no tengan que padecer el dolor que sufrí".
El 28 de mayo de 2015, Moses Akatugba, un preso nigeriano condenado a muerte, fue indultado tras pasar casi 10 años en prisión. Lo habían torturado para que confesara un delito que, según afirma, no cometió. Más de 800.000 activistas enviaron cartas para pedir justicia para Moses.
Infórmate aquí sobre la campaña Stop Tortura de Amnistía Internacional y actúa para ayudar a otros sobrevivientes de tortura como Moses.
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