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Belleza de tercera generación

Elettra Wiedemann, hija de Isabella Rossellini y nieta de Ingrid Bergman, compagina la moda con las lecciones sobre alimentación

Andrea Morales Polanco
Elettra Wiedemann, el pasado miércoles en la terraza de verano de Las Rozas Village.
Elettra Wiedemann, el pasado miércoles en la terraza de verano de Las Rozas Village.Carlos Rosillo

La sombra de su madre y de su abuela la persiguen. Elettra Wiedemann (Nueva York, 1983), nieta de la actriz Ingrid Bergman e hija de Isabella Rossellini, no oculta su ADN, pero desde que inició su carrera las comparaciones son constantes. “Son mujeres fuertes, inteligentes y hermosas. Por supuesto que me alegra que sean mi familia, pero es muy difícil quitarse esa etiqueta”, explica en la terraza de Las Rozas Village, donde se presentó como embajadora del proyecto gastronómico Fashion meets food organizado por el outlet madrileño y La Roca Village (Barcelona). Orgullosa de su árbol genealógico, está cansada de hablar de estos dos mitos. “Siempre me preguntan por Casablanca. La vi y sí me gustó, pero no es que sienta nada especial por la cinta”, responde delicadamente, pero con desgana.

Pese a las constantes comparaciones Elettra no tiene miedo al fracaso. Y parece que esta filosofía la ha llevado lejos. Ha sido imagen y portavoz de Lancôme, posado para Karl Lagerfeld y su rostro ha protagonizado páginas en revistas como Vogue y Elle. “Creo en que hay que coger las oportunidades cuando se presentan. Si me va bien, genial. Si no, aprendí de la experiencia”.

Enfundada en un pantalón corto verde con matices dorados y una blusa blanca, Wiedemann sabe perfectamente hacia dónde mirar con sus ojos grandes y expresivos. Sus piernas y brazos se mueven delicadamente para acentuar una pose. Se desenvuelve con seguridad. Pero no siempre fue así. Cuando tenía 12 años sufrió de escoliosis y tuvo que usar un corsé casi toda su adolescencia. “No me planteé nunca ser modelo. Pero no estaba segura de qué quería estudiar en la universidad. Así que llamé a mis padres y les dije que me tomaría un año. Ellos me contestaron que si no estudiaba, no me mantendrían. Comencé a buscar y surgió la oportunidad de ser modelo”, cuenta.

Después de su primera campaña para Abercrombie & Fitch las llamadas no pararon. Pronto comenzó a desfilar para marcas como Ferragamo o Mango, y en cuestión de meses ya se había ganado un espacio en las pasarelas. A pesar del éxito alcanzado, Wiedemann tenía claro algo: su vida sería más que posar. “Amo ser modelo, pero es porque hago más cosas, sino me aburriría”, confiesa. Con más de 12 años de experiencia, es consciente de que su profesión es igual a la de un atleta: “Llega un momento en el que ya no funcionas más y hay que tener una alternativa”. La suya es una muy diferente al mundo de la moda y el estilo. Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de Nueva York, esta maniquí de 32 años que habla a la perfección inglés, francés e italiano sentía un especial interés por la ciencia, lo que la llevó a estudiar una maestría en biomedicina en la London School of Economics. Y fue justo allí, mientras hacía su trabajo final, donde descubrió que le atraían los temas relacionados con la alimentación. “Cuando volví a Nueva York creé Impatient Foodie, una página web en la que hablo acerca de la importancia de comer sano y con productos de temporada en vez de los que usan conservantes”. Pero no es una loca de las dietas ni mucho menos. No dice que no a un trozo de chocolate o a una hamburguesa, pero tampoco a participar en un triatlón [lo ha hecho siete veces]. “No me gusta la vida tranquila. No me imagino tirada en la playa sin hacer nada. Me gusta esto de estar hoy en Madrid y mañana de vuelta en mi hogar en Brooklyn”.

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