Un trágico problema
Pablo Iglesias ha arrojado una mirada compasiva sobre las familias de los etarras presos y dispersos por los distintos penales españoles
Podría valer como excusa la edad del candidato. Pero a los que hemos querido vivir de cerca la situación en Euskadi durante los últimos casi 50 años, no nos vale. Por la sencilla razón de que él también ha vivido décadas viendo lo que sucedía en toda España por culpa de quienes llamaban “conflicto vasco” a una serie de acciones protagonizadas por asesinos en serie, asesinos de niños… asesinos en suma.
Pablo Iglesias ha arrojado una mirada compasiva sobre las familias de los etarras presos y dispersos por los distintos penales españoles. Y lo ha definido como un trágico problema. De forma inmerecida (porque él no ha defendido el terrorismo) una jauría presuntamente intelectual se ha echado sobre él llamándole cómplice de los terroristas. Y no lo es, pero es algo que también exigiría que en adelante se pensara lo que dice. El propio lehendakari, Iñigo Urkullu, lo ha dicho muy bien hace unos días: los vascos, empezando por sus Gobiernos, no han estado a la altura del sufrimiento de las víctimas de ETA.
A Pablo Iglesias no tendría que contársele a estas alturas que ningún familiar de las víctimas (quitando al sobreideologizado Ynestrillas) se ha tomado la justicia por su mano. Nadie ha vengado a los niños (sí, niños) de Hipercor o de Vic. Nadie ha vengado a José Luis López de Lacalle, ni a Gregorio Ordóñez, ni las campañas inmundas contra Mario Onaindía o Luciano Rincón.
Con el paréntesis desgraciado de los GAL, juzgado y penado, en España se ha combatido el terrorismo de una manera ejemplar. En esto tenemos mucho que enseñar a Reino Unido. En Irlanda han avanzado para acabar con el terrorismo en una especie de ten con ten y ni para ti ni para mí. Aquí ha prevalecido la ley, que es lo que asegura la libertad.
Dentro de la ley, con todas las garantías debidas, ha estado la aplicación de la política de dispersión de presos, que ha acabado con la mafia carcelaria que obligaba a los presos a tener una sola voz.
Esa política es lo que llama Iglesias trágico problema. No sabemos cuántos muertos ha evitado esa política.
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