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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Primer año del Rey

Felipe VI pasa el examen y se enfrenta al reto de arbitrar el cambio político

Felipe VI ha aprobado con nota su primer año como Rey de España, a juicio de los ciudadanos. El 81% de los españoles celebra la forma en que el monarca está desempeñando sus funciones, según la encuesta de Metroscopia que publica hoy EL PAÍS. Además, el 78% considera que la Corona proyecta una imagen positiva de España hacia el exterior; un 70% cree que contribuye a salvaguardar el sistema democrático en tiempos de crisis; un 66% opina que ejerce sus funciones de forma imparcial y sin partidismo, y un 63% considera que da estabilidad al Estado por encima de los cambios de Gobierno.

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No cabe duda de que el nuevo Rey ha iniciado el camino para recuperar el prestigio de la institución y la confianza sobre su utilidad, teniendo en cuenta, además, que recibió la corona en unos de los momentos más bajos de popularidad de su padre, Don Juan Carlos, y de la Monarquía. Aunque la abdicación fue una operación oportuna, bien diseñada y ejecutada, el reinado de Felipe VI se inició con algunas incertidumbres que él ha despejado gracias a un trabajo concienzudo, bien trazado y con una estrategia clara de proximidad con los ciudadanos, de regeneración institucional y de mayor transparencia, acorde con las nuevas exigencias de la sociedad.

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Además, doña Letizia ha obtenido un amplio respaldo ciudadano (el 74% aprueba la forma en que está desempeñando sus funciones), en su primer año como reina consorte, en el que ha mantenido las actividades que venía ejerciendo como princesa y ha asumido otras propias de su nuevo cargo, como la representación de la actividad de cooperación internacional de España.

El notable alto obtenido por el Rey en sus primeros doce meses de mandato no debe, sin embargo, instalarle en la complacencia o en la comodidad. Cuando don Juan Carlos decidió abdicar la Corona en su hijo, afirmó que los nuevos tiempos exigían nuevos protagonistas para afrontar el cambio que piden los españoles. Don Felipe asumió ese reto en su discurso de proclamación y habló de “una Monarquía renovada para un tiempo nuevo”. En su primer año, el Rey ha iniciado esa renovación, pero es necesario que continúe ese proceso con más intensidad y ejerza el papel de dinamizador del cambio que de él se espera.

Es verdad que la Constitución tasa y limita las funciones del Rey en una monarquía parlamentaria, y que Felipe VI no debe pasar esas líneas rojas establecidas para un monarca que reina pero no gobierna. Pero en unos momentos de profundos cambios políticos y sociales sería bueno que don Felipe se acercara más a esa raya tan sutil que le marca la Ley y ejercitara sus funciones constitucionales como árbitro y moderador de la política española, representante del país en el exterior y garante de la unidad de España.

La prudencia es una virtud —y más en tiempos de crisis y de procesos electorales— pero la situación actual recomienda un poco más de audacia a todos los líderes institucionales, incluido el Rey, que se ha ganado el respeto y el aprecio de los españoles y la autoridad moral para reinar con mayor iniciativa.

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