El tinglado
Lo curioso es que Rajoy (clase alta) sea uno sus más fieles devotos
El Fondo Monetario Internacional (FMI), entre cuyos últimos presidentes figuran Strauss-Kahn y Rodrigo Rato, se ha manifestado a la manera de los organismos supranacionales, cuyos modelos son las sagradas escrituras de la religión que a usted más rabia le dé. Vestido de seglar, aunque con unas prendas tan reconocibles como el hábito naranja de los hare krishna,Helge Berger, responsable de la entidad para España (una especie de obispo o cardenal, por entendernos), ha venido a decir que conviene anular el contrato indefinido a fin de estimular el empleo fijo; que deberíamos subir el IVA para que gastemos con alegría; que sería bueno rebajar los salarios para que suban los sueldos; que tenemos que extender la pobreza para que haya menos pobres, y así de forma sucesiva. Como cualquier religión que se precie, el FMI asegura que para estar bien hay que estar mal. Las nuevas tablas de la ley incluyen, por supuesto, más recortes en sanidad (para que envejezcamos con salud, cabe suponer) y educación (para mermar, imaginamos, nuestra capacidad crítica).
Hay un problema en este asunto, y es que todo lo que dice el FMI, quizá por su carácter místico, va a misa. Si no nos subimos a ese tren, ha venido a expresar el tal Berger, nos arrepentiremos, quizá hoy no, quizás mañana tampoco, pero muy pronto y para el resto de nuestras vidas. Un claro aviso, como ven, de cara a las elecciones generales de cuyos resultados dependerá el mantenimiento del tinglado. El FMI es una iglesia de los pobres, una más, dado lo que abundan, de ahí que solo a ellos les pida sacrificios y que no se refiera, ni de pasada, a los planes de pensiones de los banqueros retirados. Lo curioso es que Rajoy (clase alta) sea uno sus más fieles devotos.
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