_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Primeros pasos

Ha sido cuando ya están a unos pasos de la elección cuando Manuel Carmena y Ada Colau han dicho algunas cosas preocupantes

Jorge M. Reverte

Estamos ante una nueva época. Hay que asumirlo y prepararse para muchas cosas nuevas, para una cantidad desconocida e impredecible de acontecimientos que pueden superarnos.

En la política, en la política que nos es más cercana, que es la local, hay ya dos ejemplos de esto que nos tienen que hacer pensar. Pero tienen también que hacer pensar a sus protagonistas.

Por supuesto hablo de los Ayuntamientos de Madrid y Barcelona, donde serán elegidas con toda probabilidad Manuela Carmena y Ada Colau. Ninguna de las dos parecía haberse dejado llevar en la campaña por ningún impulso demagógico o demasiado populista. Curiosamente ha sido cuando ya están a unos pasos de la elección cuando han dicho algunas cosas que a mí me resultan preocupantes. Empecemos por Ada Colau, quien ha hecho una excelente defensa de sus argumentos y su cargo diciéndole a Oriol Junqueras que sus hojas de ruta a ella no tienen por qué concernirle. Pero la señora Colau ha dicho otra cosa que enciende algunas alarmas: que desobedecerá las leyes que le parezcan injustas. El Estado de derecho por la ventana. Ni más ni menos. Imaginemos a Artur Mas desobedeciendo leyes sobre la pederastia en Cataluña. Y sé que es un ejemplo disparatado, ¿pero y si le diera por ahí? Una ley injusta no se desobedece así como así, se cambia. Para eso estamos en una democracia. Los vecinos de Barcelona le agradecerán mucho a la señora Colau que se explique mejor.

Pero también Manuela Carmena ha tenido su dosis de sinrazón. Al conversar con otra persona también sensata, sobre Venezuela, ha llegado a descalificar a Felipe González y su papel de defensor de la oposición injustamente encarcelada, usando el tedioso y fácil argumento de que no le había oído atacar la desnutrición infantil. ¡Ni las violaciones en Venezuela, añado yo! Esperamos más de Manuela Carmena, que se ha distinguido siempre por defender la democracia y los Derechos Humanos y por su rigor intelectual. La situación en Venezuela no ofrece dudas. Por mucha hambre que haya en Burkina-Faso, Nicolás Maduro es un hombre que usa los mecanismos del Estado de excepción para aplastar a la oposición. En Venezuela no hay democracia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_