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CLAVES
Columna
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Cameron como Tsipras

La hipótesis que los emparenta es la de que salgan por piernas, ya de la Unión Europea (“Brexit”), ya de la eurozona (“Grexit”)

Xavier Vidal-Folch

David Cameron es la derecha thatcherita y Alexis Tsipras, la izquierda radical. Uno, euroescéptico de un país que boicotea los avances, pero los acata como el que más si se convierten en normas. El otro, europeísta de un país encantador que las incumple por sistema.

Pero una apariencia los emparenta hoy: la hipótesis de que salgan por piernas, ya de la Unión Europea (“Brexit”), ya de la eurozona (“Grexit”). Se admiten apuestas, diez a uno, contra ambas. Porque amplias mayorías ciudadanas —al cabo, lo decisivo— las rechazan, aunque las cúpulas de los partidos discrepen de ellas.

Una realidad más profunda e inquietante los (casi) hermana: el nacionalismo, la fe en la —inexistente— soberanía nacional, la defensa exclusiva de sus intereses parroquiales, la apelación a la democracia propia en olvido de las otras 27. Al hacer esto, vulneran el espíritu del Tratado (de Lisboa). Y su letra: los socios “considerarán sus políticas económicas como una cuestión de interés común”, reza su formidable artículo 121.

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Cuando Cameron pretende modificar el Tratado para cortocircuitar la inmigración, zahiere a sus socios. Olvida que los países de emigrantes como Bulgaria, Rumania y Polonia lo impedirán: cambiar el texto en ese asunto nodular de la libre circulación exige unanimidad. Y si lo intenta por la vía de reglamentos y directivas, topará con el Parlamento Europeo. Mejor que se reoriente a otros temas, la eficiencia administrativa, las liberalizaciones sensatas.

Cuando los de Tsipras truenan por (comprensibles) estatutos sociales (salario mínimo, pensiones) muy superiores a los de otros socios (bálticos, exorientales) con el apoyo financiero de estos, les excitan. Así que lo tienen crudo. Pero, lento, el realismo va penetrando el ágora ateniense, donde se archivó el repudio de la deuda y el rechazo total a privatizar. También entre los socios, al exigir un ritmo muchísimo más suave en el ajuste presupuestario: el 1% y ya no el 3,5%, para este año, de superávit primario —sin intereses de la deuda—, lo que implica muchos menos recortes.

Igual Cameron aprende del aprendizaje griego. Los retoños de la aristocracia inglesa viajaban antaño a la Hélade como parte del grand tour mediterráneo que les graduaba en la asignatura de la Vida. Aquel Erasmus avant la lettre. ¿Le pagamos uno?

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