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Blogs / El Viajero
El viajero astuto
Por Isidoro Merino

El escarabajo que mató a un rey

Algunos insectos cambiaron la historia. Como la cantárida, también conocida como mosca española o, en inglés, ‘Spanish Fly’

Isidoro Merino
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A su católica majestad el rey Fernando II de Aragón lo perdió la lujuria. Menos de un año después de la muerte de su esposa Isabel la Católica (el 26 de noviembre de 1504), el inconsolable viudo, de 53 años, se volvió a casar con la joven Germaine de Foix, que por entonces contaba dieciocho lustrosas primaveras.

En los albores del siglo XVI no había Viagra, pero se conocían los supuestos efectos afrodisíacos del polvo de cantárida (Lytta vesicatoria), un pequeño escarabajo de color verde metálico, también conocido como mosca española o Spanish Fly. Su principio activo, la cantaridina, es en realidad un potente vesicatorio utilizado como arma defensiva por estos insectos. En contacto con la piel provoca ampollas, y también es tóxico por vía oral, aunque en dosis muy pequeñas (un miligramo puede ser letal) actúa como vasodilatador y provoca erecciones espontáneas. Se cree que fue la ingestión de polvo de cantáridas la que provocó la muerte por intoxicación a Fernando el Católico, quien a toda costa quería tener descendencia de su joven esposa. A pesar de los accidentes mortales, las cantáridas volvieron a estar de moda como afrodisiaco en la Francia del siglo XVIII, donde se las conocía como “caramelos Richelieu”.

La cantárida era uno de los componentes del Aqua Toffana, un potente veneno con el que se cometieron más de seiscientos asesinatos en la Italia del siglo XVII.

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Donatien-Alphonse-François de Sade (1740-1814), más conocido como Marqués de Sade, estuvo a punto de perder la cabeza por jugar con la mosca española. Para llevar a cabo sus fantasías bondage y animar una orgía, no se le ocurrió otra cosa que repartir entre sus invitadas bombones rellenos de polvo de cantárida. Gravemente indispuestas tras ingerir los dulces, las víctimas, unas chicas reclutadas en el puerto de Marsella por Latour, sirviente del marqués, denunciaron a Sade por envenenador.

En el enlace de abajo podéis conocer a otros peligrosos amiguitos.

FOTOGALERÍA: Pitones verbeneras y otros bichos letales.

Comentarios

Ningún coleóptero es magnicida ni libidinoso, tal vez el libidinoso era el humano que lo utilizó; ningún animal "asesina", no tienen voluntad para ello y no veo justo que se acuse a un pequeño insecto de lo que los humanos hayamos hecho con él (hasta casi extinguir la especie, en algunos casos). No estoy de acuerdo con el tinte sensacionalista: "viven cerca de ti" ¿El autor sabe dónde vivo para saber qué especies peligrosas (o dudosamente peligrosas) viven cerca de mí? En mi zona no hay cantáridos, y, de haberlos, no me harían nada malo dado que no atacan a las personas ¿A qué se refiere? Desvirtuar la realidad de la naturaleza ni contribuye a su conocimiento ni a su aprecio, la exageración de presentar a animales que ni siquiera tienen cerebro como asesinos cabría esperarla de un vendedor de insecticidas, desde luego no de un científico o divulgador de ciencia.

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Sobre la firma

Isidoro Merino
Redactor del diario EL PAÍS especializado en viajes y turismo. Ha desarrollado casi toda su carrera en el suplemento El Viajero. Antes colaboró como fotógrafo y redactor en Tentaciones, Diario 16, Cambio 16 y diversas revistas de viaje. Autor del libro Mil maneras estúpidas de morir por culpa de un animal (Planeta) y del blog El viajero astuto.

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