¿Importa cómo murió Bin Laden?

Un artículo de investigación asegura esta semana que Washington mintió sobre la caza y captura de Osama Bin Laden. La acusación no es nueva. En los días siguientes a su muerte a manos de un comando de los SEAL en la localidad paquistaní de Abbottabad, las contradicciones de los portavoces norteamericanos dieron lugar a especulaciones. Y en agosto de 2011, tres meses después de aquella operación de película, un blog aseguró que la historia del correo al que habían seguido hasta llegar al escondite del líder de Al Qaeda era una fachada; fue un oficial de los servicios secretos paquistaníes quien lo contó a cambio de la recompensa de 25 millones de dólares y una nueva vida en EE UU para él y su familia.

Como entonces, el nuevo texto se basa en fuentes anónimas. La diferencia ahora es que quien lo firma es el prestigioso periodista Seymour Hersh, quien ya reveló la matanza de My Lai durante la guerra de Vietnam. Aquella historia le valió un premio Pullitzer hace 45 años y ha seguido escribiendo reportajes molestos para las autoridades de su país como los abusos de las tropas estadounidenses en la prisión iraquí de Abu Ghraib. De ahí su credibilidad. Pero, cuatro años después de la muerte de Bin Laden, ¿importa cómo murió? Sin duda. Y no solo en EE UU. Las falsedades alientan las teorías conspiratorias y estas dan alas al terrorismo identitario, que alimenta la mayoría de las guerras de Oriente Próximo y se ha convertido en una de las principales amenazas para la convivencia internacional. El juego sucio termina saliendo a la luz con el riesgo de enfangar no solo a sus responsables sino a quienes están asociados con ellos.

Aunque su muerte no acabó ni con Al Qaeda ni mucho menos con la venenosa ideología que difundía, puso fin a un símbolo. Si la narrativa oficial sobre cómo sucedió intentó encubrir algo más que la identidad del chivato, estará ayudando a los mismos enemigos que trata de combatir. La Casa Blanca debiera aclarar si Arabia Saudí y Pakistán fueron cómplices en esconder a Bin Laden como defiende Hersh.