De culo
No sólo los selfies acabarán con las musas. También andan trabajando en ello los diseñadores que las visten como si fueran asistentes de un mago o patinadoras
Hay una mujer sobre la alfombra roja que fue musa de Buñuel, una dama que hizo padre a Marcelo Mastroianni, una actriz a la que Saint Laurent eligió como modelo. Decían que era fría, no lo debía ser tanto con semejante historial. Dicen que está operada, lo dicen como si no estuviera a la vista. Lo está, ¿y? El año pasado la Marianne del Glamour posó en body para el magazine del New York Times. Era una foto impactante, de espaldas, mirándose al espejo. 71 tacos y sexy. Anda, supera eso. Esa abuela de vida intensa que pisa las alfombras rojas como si estuviera andando por el pasillo de su casa ha dicho que ya no hay estrellas, que la sobreexposición de las actrices se ha cargado el encanto y que dónde coño va una actriz sin el filtro favorecedor del misterio. Ha sentenciado ella, Catherine Deneuve, que los selfies son el síntoma de esa decadencia. Lo son. Las actrices avanzan por la alfombra roja y un gentío vociferante les reclama una foto, y otra, y otra. Hasta que se les congela la sonrisa. Pero no sólo los selfies acabarán con las musas. También andan trabajando en ello los diseñadores que las visten como si fueran asistentes de un mago o patinadoras, con esos brillos sólo apropiados para quien ha de distinguirse haciendo piruetas en una pista. Contribuyen las televisiones que han convertido a las actrices en descaradas publicistas de la marca que visten y las joyas que lucen. Y que sólo enfocan culos. El culo en pompa de la Kardashian arrasa, llena la pantalla y la vista. Estoy con Deneuve, esto se hunde.
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