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Tu peor enemigo es un mono y vive dentro de ti

Steve Jobs, entre muchos otros, era de los que pensaba que un simio podía regir nuestra mente y mermar nuestro bienestar. Así funciona esta creencia

Getty

El mono está en el bosque. Desde un árbol, gira la cabeza, buscando algo. De repente se le iluminan los ojos y, decidido, salta. Ase otra rama. Se queda calmado. Le dura poco. Sigue faltándole un noséqué. No, en esta parte no hay tanto sol como parecía. Ni suficientes frutos. Se fija en el tronco de al lado. Repite el ritual y se lanza de nuevo. Durante cinco segundos se siente tranquilo, hasta que se da cuenta que su lugar soñado no era lo que parecía. Desde el árbol, gira la cabeza. Busca algo.

“La mente del mono loco es un concepto que se maneja en círculos budistas y que lo tomo para explicar un fenómeno que es muy común cuando estamos neuróticos”, explica al teléfono Rafael Santandreu, psicólogo con 20 años de experiencia y autor de los libros Las gafas de la felicidad y El arte de no amargarse la vida. Él define la mente neurótica de una forma similar a como la entendía Steve Jobs: como aquella que padece terribilitis, una enfermedad que sería la tendencia a pensar que cualquier adversidad es terrible. La metáfora es simple de entender. El mono salta de rama en rama, buscando el punto perfecto, uno que nunca llega y por lo tanto nunca podrá detenerse.

El mono siempre tira a otro sitio, otro lugar, otra situación vital. Al ver que ahí no está la felicidad que busca, irá a un nuevo sitio, con el problema constante de que siempre está buscando en el sitio equivocado Rafael Santandreu, psicólogo

Cuando alguien escucha solo la mente del mono, se embarca en una búsqueda supersticiosa, absurda, irracional, de lugares y situaciones nuevas donde por fin encuentre el bienestar. “Con pareja o una pareja diferente a la que ya tengo, con trabajo o un trabajo mejor, con amigos o amigos más comprometidos, en Madrid o Barcelona o China, sin dolor de espalda o sin un jefe capullo... en otro sitio, otro lugar, otra situación vital. Al ver que ahí no está la felicidad que busca, irá a un nuevo sitio, con el problema constante de que siempre está buscando en el sitio equivocado”. El bienestar, como reza el tópico, parece estar en el interior y la manera de pensar.

Para evitar este estado mental, Santandreu recomienda un trabajo de reeducación y de dialogo interno. Argumenta que aquellos más fuertes son aquellas que aceptan la adversidad, las que saben que en esta vida no hay nada terrible. Por ejemplo, si en el trabajo alguien te dice algo desagradable, una persona racional sabe que no necesita que todo el mundo le trate bien, en parte debido a que es imposible y también a que no es importante. “Epícteto, el filósofo y antiguo esclavo, decía que no nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”, cita.

Y prosigue: "Imaginate que me ha dejado la novia ayer por la noche. Se fue con los muebles, el perro y dejó una nota en la que decía que no entendía como me ha aguantado tanto. Eso es una adversidad menor, pequeñísima: una persona saludable se pregunta en que medida puedo hacer cosas valiosas aún con esta adversidad. O imagina que te despiden del trabajo. A eso te puedo decir que aún tienes brazos y piernas y puedo apreciar lo que me rodea.

¿Cuál sería entonces una adversidad grande? Prosigue Santandreu: "Te puedo conceder únicamente que tener un accidente y quedarse tetrapléjico es una adversidad mediana. Mira mi admirado Stephen Hawking. Lleva así más de 40 años y no solo se ha convertido en uno de los mejores científicos de todos los tiempos, sino, supuestamente, en una persona muy feliz".

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