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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Una casa innovadora convertida en trabalenguas

Anatxu Zabalbeascoa

 FOTO: José Hevia

“La casa es hoy un dispositivo donde diseñar tu propio clima”. Eso afirman los arquitectos Irene Castrillo y Mauro Gil-Fournier, que desde su web Casos de Casas diseñan cada año una vivienda en la que el cliente interviene “de forma decisiva”, matizan al describir una manera de trabajar que, en su opinión, modifica el papel del arquitecto convirtiéndolo en mediador. Una de sus viviendas, ubicada en Vinaroz (Castellón) y plagada de espacios intermedios (ni interiores ni exteriores), les ha servido para experimentar con recursos temporales con la finalidad de realizar, sin embargo, una arquitectura con voluntad de permanencia.

En ese contexto, los arquitectos han llamado a esta vivienda “casa sin estación” (Seasonless House para ser más precisos porque está bautizada en inglés) y han querido hacer de ella “un dispositivo para la creación de un clima propio y particular para cada habitante, una casa sin exterior, pues todo lo exterior es susceptible de que suceda dentro”, explican.

Ese cambio de ubicación (de dentro afuera y de fuera adentro) es posible gracias al efecto invernadero –a los recursos materiales empleados en ese tipo de construcción- y al diseño de numerosos espacios intermedios que aprovechan y reaccionan frente al clima templado y soleado del Mediterráneo. Así, diferentes sistemas elementales de apropiación del aire, la luz o de protección o absorción frente al soleamiento conviven con los hábitos domésticos de quienes habitan la casa. La idea de darle la vuelta a los estereotipos es admirable. También la de trabajar mano a mano con el cliente. Choca, sin embargo, que esa cercanía a la hora de planificar, pensar y proponer no se traduzca en explicaciones más claras.

“La deslocalización de la domesticidad del cliente que se reparte entre su práctica: vuelos, ciudades, trabajo, intimidades itinerantes no permite construir una domesticidad del día a día cercana y localizable” (sic). ¿Estamos hablando de un soltero promiscuo que viaja? Tal vez sea la confusión lingüística lo que al explicar los buenos propósitos de entender y acercarse al usuario termina, sin embargo, alejando la casa, o por lo menos su explicación: “La casa, como punto de paso, construye una domesticidad aumentada. Es por esto, que la Seasonless house no se habita. Se habitan las prácticas y no la casa que permanece como dispositivo en continuidad con los hábitos globales de su habitante y la posibilidad de reproducir otros climas que pueden entrar en contradicción con los existentes en Vinaroz”. Quienes quieran pueden consultar el texto entero en la web de los arquitectos, encontrarán “mesas lejanas” y “lámparas buscadoras de calamares”. ¿Exceso de imaginación? ¿Pedantería? No voy a seguir con el análisis sintáctico. Antonio Machado lo dejó muy claro en su Juan de Mairena: “Los acontecimientos consuetudinarios que acontecen en la rúa” no es otra cosa que “lo que pasa en la calle”. Y esta casa de dos plantas, cargada de buenas intenciones, que indaga en el espacio intermedio -explorado fructíferamente por Shigeru Ban o Lacaton-Vassal- construida en una fuerte pendiente y que busca privacidad en una zona densamente ocupada propone espacios sin uso fijo para un habitante capaz de entender que una casa puede ofrecer mucho más que el reparto tipológico clásico. “Una construcción global mediterraneizada”, definen los arquitectos para nombrar su vivienda de chapa ondulada y plástico capaz de aislar a su cliente, en un ambiente denso y capaz de convertir el clima fresco en cálido y el caluroso en templado. Una pena que una explicación disfrace de broma una buena idea y el esfuerzo por ponerse en la piel de un cliente.

Precio por metro cuadrado según arquitectos: 1.237 euros.

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