La doble tragedia de los asirios
La solemne celebración del centenario del genocidio armenio y los numerosos artículos periodísticos que, desde hace unos días, intentan arrojar luz sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en el este de Anatolia olvidan que los miembros de esta minoría no fueron las únicas víctimas de la campaña de exterminio orquestada por Enver Pachá y sus secuaces. Los otros compañeros de infortunio de los armenios fueron los integrantes de las comunidades de cristianos siríacos que habitaban esa región.
El suyo fue un genocidio por partida doble. Primero se les exterminó físicamente sometiéndoles a las mismas vejaciones que a sus vecinos armenios y, a continuación, se destruyó su memoria y los testimonios históricos que atestiguaban su presencia milenaria en esta región. De la noche a la mañana, las decenas de templos que salpicaban los vilayat de Mardin, Hakkari, Diyarbakir, Van o Siirt fueron arrasados. Según algunas estimaciones, el número de muertos entre los miembros de esta comunidad superó los 500.000.
El resultado de esta acción combinada es que a día de hoy el mundo no solo ha olvidado la violencia de la que fueron objeto, sino su mismísima existencia al carecer de un Estado reconocido internacionalmente que defienda sus intereses y mantenga vivo su pasado. Que esta carta sirva, al menos, para promover este último fin.— Íñigo Jáuregui Ezquibela.
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