Los peores errores que puede cometer un 'freelance'
Porque recibir muchos encargos es bueno pero aceptarlos todos, una insensatez. Varios autónomos recuerdan sus peores pesadillas
Ser freelance es estar en la cuerda floja. Un mal paso, y toda una estructura de vida se va al traste, porque no hay red. Estas son las cinco situaciones en las que no debe caer un trabajador por cuenta propia si no quiere pasar a depender, indefectiblemente, de la cuenta ajena.
Muchos de mis pacientes que trabajan por cuenta propia presentan cuadros severos. Aceptan más trabajos de los que materialmente puede realizar una persona normal: le tienen pavor a decir ‘no’ y que la siguiente vez no cuenten con ellos Mikel López, psicólogo
Si eres de churras, no lo intentes con merinas
Pablo Núñez es un programador experto en html5, ese lenguaje a base de signos de puntuación y sílabas impronunciables que solo los de su especie son capaces de comprender, escribir y transformar en virtuosas páginas web. Un día, le pidieron una serie de animaciones en Flash, otro código reservado a unos pocos duchos en ceros y unos. “Nunca había programado con este lenguaje, ni me molesté en aprenderlo porque ya estaba obsoleto, pero el cliente se empeñó en que lo hiciera en Flash”, recuerda, y sigue con su infeliz relato: “Total, que yo estaba empezando como freelance y no estaba por la labor de decir que no. Así que acepté, porque los calendarios de entrega iniciales me daban margen para ponerme al día. El caso es que los calendarios de entrega son menos fiables que un Fiat Uno, y empezaron a apretarme para que terminara antes el trabajo. Me vi tan superado, y tan incapaz de reconocer mi farol, que encargué esas mismas animaciones a una agencia, que me acabó cobrando más de lo que me pagaban”.
Mil trabajos bien hechos solo te pueden garantizar, en parte, que seguirás trabajando. Uno mal hecho puede acabar con tu carrera profesional P.M., orientador laboral
Es algo así como decir que llevas póquer y pedirle al del repóquer que le pagas el doble de lo apostado si te pasa sus cartas por debajo de la mesa. Y. J., traductora al español de novelas y ensayos de autores germanos, vivió algo parecido. “Una empresa alemana me pidió con urgencia que tradujera su memoria financiera anual para una filial de Madrid. Como me daban poco tiempo, me pagaban una pasta, y no pude decir que no. El problema es que el alemán jurídico tiene poco que ver con el hablado, parecen lenguas distintas y ni siquiera un berlinés de a pie lo entiende. Para mí era chino, y como me había comprometido, busqué en internet traductores especializados. Al final no me quedaron más de 60 euros para mí. Fue el curro peor pagado y el que más estrés me ha generado de mi vida”.
P. M. trabaja en una consultora de orientación laboral, y tiene experiencia en poner en contacto a freelances con empresas. “Somos muy estrictos antes de proponer a alguien. Siempre queremos estar muy seguros de que será capaz de cumplir con lo requerido. Si no es así, normalmente se vuelve en su contra: mil trabajos bien hechos solo te pueden garantizar, en parte, que seguirás trabajando. Uno mal hecho puede acabar con tu carrera profesional”.
Recuerda: no eres Superman, ni Dios. Solo eres freelance
Pensaba que me contrataban por mi valía, pero luego caí en que era, sencillamente, porque siempre estaba al otro lado del teléfono, dispuesta a decir que sí. Era muy buena, pero dejé mi talento de lado y solo pensaba en la pasta Andrea Larraz, 'exfreelance'
Mikel López, psicólogo, cuenta que por su diván han pasado varios freelance, especialmente a raíz de la crisis. “Yo lo llamo cotidianamente la ansiedad del y si…, porque a muchos de mis pacientes que trabajan por cuenta propia les da pavor no saber si cobrarán el mes siguiente. Algunos vienen con cuadros severos, apneas nocturnas en las que se levantan en mitad de la noche sin poder respirar. Y esto se ve acrecentado porque, ante la incertidumbre, aceptan más trabajos de los que materialmente puede realizar una persona normal. Le tienen pavor a decir ‘no’ y que la siguiente vez no cuenten con ellos”.
Pero no es la única consecuencia de abarcar demasiado. Cuanto menos tiempo hay para realizar cada trabajo, más merma la calidad de cada resultado. “Trabajaba para una agencia mastodóntica y me fui porque las horas que metía no eran acordes con mi sueldo. Pensaba que yo sola ganaría más trabajando menos tiempo. En mis primeros años de freelance no rechazaba absolutamente nada”, cuenta Andrea Larraz (da un nombre falso), que fue diseñadora por cuenta propia y actualmente es responsable de comunicación de una empresa. “De pronto, al día le faltaban horas y al año le faltaban días, no daba abasto. Pensaba que me contrataban por mi valía, pero luego caí en que era, sencillamente, porque siempre estaba al otro lado del teléfono, dispuesta a decir que sí”.
A Larraz dejaron de llamarla porque sus trabajos eran cada vez más mediocres. “Yo era muy buena, pero dejé mi talento de lado y solo pensaba en la pasta. En definitiva, no estaba dando lo que me estaban pidiendo, y cuesta mucho decirle a un cliente que le vas a dejar en la estacada porque estás trabajando en el proyecto de otro que, por cierto, muchas veces era competencia”.
Me he visto teniendo que gestionar en las cuentas de la empresa 0,18 euros del móvil de un un freelance porque tuvo que llamar a un número de información. Seamos serios
La vida da vueltas como un tiovivo; la de un freelance, como el cilindro de un Ferrari
El sueño húmedo de un trabajador por cuenta propia es que un cliente le pague bien, a tiempo y, sobre todo, regularmente. Por eso, cuando se encuentra algo así, es tentador acomodarse en esa situación y dejar de realizar tareas tan desagradecidas como venderse a otros postores. Cuidado: en esta época de inestabilidad económica, cualquiera puede dar un traspiés de un día para otro. Ese cualquiera puede ser el propio cliente, y su trabajador freelance irá detrás porque, aunque vivía una situación de ensueño, estaba tan desprotegido (y tan lejos de las garantías del Estatuto del Trabajador) como siempre.
T.G. trabajó en un puesto ejecutivo de una agencia de eventos por la que pasaban muchos freelance y lo vio, aunque con matices. “Cuando a una empresa le va mal, sus colaboradores freelance suelen ser grandes perjudicados, pero no siempre; a veces hacen un ERE y son ellos los que se quedan. Todo depende de lo que estuvieran ganando, de si están dispuestos a bajar su tarifa, y de si son más rentables que uno de sus trabajadores fijos”.
Cuando a una empresa le va mal, sus colaboradores freelance suelen ser grandes perjudicados, pero no siempre; a veces hacen un ERE y son ellos los que se quedan T. G., empresario
De lo que se deduce que si al cliente de un trabajador por cuenta propia le va mal, lo mejor que le puede pasar a éste es que le reduzcan el presupuesto. Lo peor, es que se quede en la calle, y sin ningún madero al que agarrarse porque llevaba mucho tiempo descuidando su labor comercial. Como le pasó a S.V., experta en SEO y redes sociales. “Me la jugaron. Acepté entrar en el juego de seguir como autónoma pero dedicándome por entero a una empresa, porque me pagaban bien y al final me quedaba con un sueldo más que digno. Cuando a mi cliente le empezó a ir mal quisieron revisar las condiciones, y con eso no me daba ni para pagar el alquiler. Me fui, y me di cuenta de que todas las puertas estaban cerradas. Mis antiguos clientes ya estaban en otra”.
Si pasas gastos, los justos; pero no seas un timorato
Es el típico mal del freelance advenedizo. Peca de excesivo prurito. Y eso no solo se aplica al trabajo, sino también a su administración como autónomo. T.G. da fe: “Pasaba sobre todo con quienes venían de contratos indefinidos y se acababan de establecer por cuenta propia. Muchos llevaban inculcado el todo vale de la época de bonanza, cuando pasaban a la empresa hasta el mínimo gasto. Me he visto teniendo que gestionar en las cuentas de la empresa 0,18 euros del móvil de un un freelance porque tuvo que llamar a un número de información. Seamos serios. Es de justicia que se reclame lo que se debe, pero el freelance debe asumir que en el precio pactado va un servicio completo y cerrado, a menos que el trabajo le haya supuesto un gasto excesivo. En ese caso, debe pactarse con el cliente, a ser posible de antemano”.
Ser freelance implica ser cobrador de morosos, estar detrás y no dejar que sea el pagador el que se acuerde de pagar
Igualmente, no hay que relajarse en lo que a uno realmente le corresponde por derecho. Por ejemplo, el pago de la factura. Ser freelance implica ser cobrador de morosos, estar detrás y no dejar que sea el pagador el que se acuerde de pagar. Muchos sufren un inesperado olvido crónico severo en estas lides y, si no se les reclama, pueden derivar en una suerte de Alzheimer. El freelance debe estar siempre encima a la hora de reclamar lo que se le debe, y no pensar nunca que eso da una imagen negativa a su empleador. “Quienes nos reclamaban facturas impagadas después de un trabajo bien hecho daban una imagen de constancia y seriedad, nunca lo contrario”, confirma T.G.
Hacienda somos todos… Por eso es ubicua
Cuidado con los tejemanejes con el fisco. Ahorrarse la cuota de autónomos o el IRPF puede terminar arruinando la carrera de un freelance. Existen leyendas urbanas más o menos probadas, como que facturar por debajo de 3.000 euros anuales no exige rendir cuentas al erario público, aunque no figure explícitamente en ninguna norma. Pero el empirismo demuestra que en este caso son muchos más los fallidos que los exitosos. R.S., periodista, es uno de los primeros. “No tenía que pagar IVA por mis artículos, decidí que tampoco iba a pagar autónomos. Vamos, que cobraba cada pieza tal cual, con mi DNI. Un día recibí una carta espeluznante con el logo de un ministerio que me rendía cuentas. En aquella revisión salió todo a la luz y con intereses. Tuve que pagar casi más que lo que había ganado en dos años”.
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