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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Un paisajista de novela

Anatxu Zabalbeascoa

Portada de la novela con ilustración de Berta Risueño

“Un paisaje es un hermoso jardín inglés, pero también la valla para frenar inmigrantes africanos de Melilla”. “Creo que fue Robin Lane Fox el que preguntó en su clase de Oxford para qué servía un jardín y se encontró con la respuesta maravillosa de un alumno: para besarse”.

El protagonista de Blitz (Anagrama), la última novela del periodista y cineasta David Trueba, es arquitecto. Beto Sanz es un “joven paisajista” que llega a Múnich para defender un proyecto que podría solucionarle la vida si resultara ganador en el concurso en el que está finalista. Sólo que no gana, aunque puede que sí le solucione la vida. Por lo menos se la transforma.

El proyecto que va a presentar, El Jardín de los Tres Minutos se llama, es un bosque de relojes de arena gigantes que busca “devolver el valor de nuestro tiempo, hacernos reflexionar sobre la disposición del tiempo”. “La vida transcurre en lugares y nuestro oficio no puede evitar que esos lugares se asocien a las experiencias personales de cada uno”, dice el arquitecto en una intervención. Para apostillar: “Me gustaría que los lugares nos hicieran descubrir el mundo oculto a nuestros ojos. Necesitamos volver a mirar el mundo real, no vagar por la ficción, ni levantar una fantasía, ni permanecer evadidos”, insiste quien acaba de presentar como paisaje ese bosque de relojes de arena.

”Consideraba correcto defender la idea de mi propuesta con una teoría general del paisaje como referente arcaico, puede que en desuso frente al esplendor tecnológico y la ingeniosidad de otros concursantes”, añade contradiciéndose una vez más. ¿Les parece un buen retrato de la clase arquitectónica lo de proponer una cosa y explicar otra? Esperen al final de la intervención. Por si había alguna duda, es entonces cuando llega la incoherencia, la arquitectura escrita que defiende lo contrario de lo que propone su proyecto: “No podemos permitir que la arquitectura y el urbanismo sean divertidos para quienes lo practican pero inapreciables para quienes los han de padecer”

El proyecto de otro de los arquitectos, Álex Ripollés, se llama Parque Chernóbil y propone recrear el día de la catástrofe de la central nuclear de Ucrania en un rincón de Barcelona por un asunto épico, ciertamente: “Al parecer el día de la fuga radiactiva coincidía con el día de su nacimiento, en abril de 1986, y contaba que la intención del proyecto era contrastar vida y muerte y la idea del tiempo detenido”.

Más allá del retrato coral de una profesión que cuando habla de cuestiones personales no logra escapar a la decadencia, este último personaje le sirve a Trueba para caricaturizar la relación entre colegas arquitectos “No lo conozco en persona, pero tampoco quiero”, dice tras ridiculizar su apellido y antes de terminar trabajando para él. El encuentro entre arquitectos también le sirve al escritor para intentar imaginar un futuro: “Quizá también yo pasaría mi vida de concurso en concurso sin lograr que las ideas se hicieran realidad, consolado por la virtualidad de los congresos y definido como joven paisajista hasta la tercera edad”. 

La caricatura del arquitecto gana, paradójicamente, cuando éste se convierte en un hombre perdido, desorientado y vencido, cuando, además de perder el concurso, los nervios y la novia, tiene que enfrentarse al mundo sin teorías de estar sin dinero en una calle extranjera. Ese ejercicio lleva a esta caricatura de arquitecto a fijarse en una mujer que no solo no es bella ni joven ni rica ni particularmente brillante. Encima no es arquitecta. Fijarse en lo inesperado es el inicio de muchas vidas. En eso andan muchos jóvenes arquitectos españoles. Y David Trueba lo ha sabido ver.

Un último detalle arquitectónico: la novela está dedicada a su hermano Jesús, con quien Trueba dice siempre ha compartido habitación. 

Comentarios

Qué fresco el personaje de la novela! Pretende que los lugares le hagan descubrir el mundo oculto a nuestros ojos! Aún no aprendió que, cada uno de nosotros tiene la capacidad de ver aquello que su propia Mente admite, reconoce, como parte del andamiaje de la Realidad. La cuestión es que, primero hay que darse cuenta de esa Realidad, y confrontarla con cuanto la Vida nos ha permitido aprehender . Los relojes no sirven. Ninguno porque el punto de fusión continúa estando en el Aleph detectado por Borges.
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