Historias de justicia y reconciliación
La reconciliación de los marfileños tiene mucho que ver con Holanda, ese pequeño, helado y pacífico país europeo famoso por los campos de tulipanes, los coffee shops al borde de los canales o los escaparates surrealistas del Barrio Rojo.
Allí, concretamente en una tranquila ciudad al sur de Ámsterdam y cerca del mar denominada La Haya, se encuentran el ex presidente del país, Laurent Gbagbo, y Charles Blé Goudé, su ministro de Juventud, aguardando comparecer juntos ante el Tribunal Penal Internacional este año o -quizás- el próximo. Allí también se rastrea el origen de un proyecto, Ivoire Justice, que intenta cumplir con un deber de memoria histórica y documentación de los testimonios en primera persona de las víctimas de ambos bandos de la violencia post-electoral de los años 2010 y 2011. Una violencia que ha provocado miles de muertes según diferentes fuentes y por la que Gbagbo y Blé Goudé son, de momento, los únicos responsables juzgados en Holanda.
Ivoire Justice se ha asociado a Infopress, que lanza una revista de prensa con noticias del TPI y la justicia internacional todas las semanas. Las historias personales de las víctimas de la crisis son la “pata” principal del proyecto, pero existe otra “pata” en la que se apoya: la información, en clave pedagógica, sobre la función de la justicia internacional y el significado y la gravedad de los crímenes contra la Humanidad y los crímenes de guerra.
Sin embargo, esta iniciativa ha dado un paso más allá y se ha salido del “nicho” de la información simple y pura para, además, animar al debate de ideas, pacífico y abierto, a los ciudadanos del país de Didier Drogba, primer productor de cacao del mundo y hogar de la basílica más grande del planeta, casualmente bautizada como Nuestra Señora de la Paz. La idea germinó en la redacción de Radio Netherland Worldwide (RNW) y se coordina desde allí.
“El proyecto surgió en febrero de 2013, cuando tuvo lugar la audiencia de confirmación de cargos contra Laurent Gbagbo en La Haya”; explica una de sus responsables, Clara Sanchiz (Madrid, 1986). “Queríamos abordar cómo se veía este proceso en Costa de Marfil a través del proyecto Regards sur Gbagbo. Hace nueve meses que cambiamos el nombre a Ivoire Justice. Hay más acusados además de Gbagbo y queríamos darle una vuelta al tema y abrir el campo de trabajo”.
Testimonios
Ivoire Justice quiere hacer posible que una sociedad todavía muy polarizada encuentre puentes de comunicación, que sean capaces de meterse los unos en las pieles de los otros. Acaban de saltar desde la redacción en Holanda y redes sociales e internet a papel, precisamente en Costa de Marfil. Lo hacen con viñetas que recogen testimonios de víctimas de la crisis, firmadas por el ilustrador y periodista marfileño Roland Polman y publicadas en las páginas de Le Patriote, un periódico pro-gubernamental. Clara subraya que esperan que Le Patriote sea sólo uno de los periódicos que acojan estas viñetas en sus páginas y que actualmente están en contacto con otros diarios para que también las publiquen.
Los dos primeros cómics recogen las vicisitudes de Amadou Tall, una víctima del campo pro-Alassane Ouattara que recibió una brutal paliza de los soldados del ejército de Laurent Gbagbo, y de una cara conocida por todos los marfileños, el periodista de la Radio Televisión Marfileña (RTI por sus siglas en francés) Hermann Aboa.
Aboa acaba de ser absuelto de crímenes como atentar contra la seguridad del estado en los tribunales de su país, junto con otras personalidades de la galaxia pro-Gbagbo. Cara visible del programa Raison d’Etat, que se emitió en la televisión pública marfileña durante la crisis post-electoral, se le acusó de ejercer de locutor de una versión marfileña de la Radio de las Mil Colinas ruandesa y de incitar al odio. Recibió amenazas de muerte antes de la caída de Gbagbo y abandonó su país rumbo al exilio con ésta, en abril de 2011. Sin embargo y tras cuatro meses fuera de Costa de Marfil, con la cuenta y los bienes congelados, regresó con la idea de limpiar su nombre y enfrentarse a los posibles cargos que existieran contra él. Siempre defendió que sólo había hecho su trabajo de periodista con honestidad.
Aboa pagó con cinco meses de cárcel su participación en Raison d’Etat y acaba de ser exonerado de toda responsabilidad por la violencia post-electoral en los tribunales. Sin embargo, fue despedido de su trabajo en la RTI y no se le ha readmitido en su puesto. Ahora ejerce de profesor.
Daouda Coulibaly (Buaké, 1986) fue el responsable de escuchar y transcribir el testimonio de Aboa para Ivoire Justice. “Mi experiencia con Ivoire Justice ha sido enriquecedora”, comentó por skype desde Túnez, donde asistía al Foro Social Mundial el pasado mes de marzo. “Antes tenía una visión bastante limitada de la crisis marfileña. Pensaba, como muchos compatriotas, que sólo un campo había sufrido la crisis. Pero a fuerza de encontrarme con gente, hablar con ellos y escribir sus historias, comprendí que la crisis había tocado a todo el mundo y mi visión de ella cambió”.
Batiendo récords
Clara Sanchiz trabaja en el proyecto Ivoire Justice desde su puesto de la redacción África de RNW. Forma parte de un equipo de tres redactores en Holanda y otro en Abiyán, al que se suman múltiples colaboradores, tanto marfileños sobre el terreno que bloguean o reportajean los testimonios de las víctimas como periodistas y expertos europeos y africanos que cubren lo que sucede en el TPI y sus alrededores. Clara llegó a Holanda hace dos años y medio, entró como becaria en RNW en la sección Latinoamérica y al quedar vacante un puesto en la sección africana, lo solicitó. Estuvo por primera vez en Costa de Marfil el año pasado. Dos veces. La última, en diciembre, con un taller para blogueros.
Clara Sanchiz, en la imagen superior. En la inferior, los colaboradores de Ivoire Justice, con Daouda Coulibaly, sentado, en el centro / Maxence Peniguet
“Hemos dado en el clavo con Ivoire Justice”, afirma por skype desde La Haya, a apenas 1.300 metros de la residencia actual de Gbagbo y Blé Goudé. “Los propios marfileños nos dicen que es un medio muy necesario, que ha llenado un vacío importante entre los medios de su país. El tráfico ha crecido mucho, es uno de nuestros proyectos con más éxito. Bate récords”.
Uno de los problemas de Costa de Marfil es precisamente la beligerancia de unos medios de comunicación muy politizados que se han preocupado más por instrumentalizar la labor del TPI que por comprenderla. Esos medios tomaron parte activa en la división previa a la guerra y en la crisis post-electoral y no se han esforzado demasiado en propiciar la reconciliación entre ambas mitades del país.
“Es difícil para los marfileños abordar su propia crisis y existe mucha necesidad de este tipo de trabajo. Es importante ayudar a la gente a ver cómo sus rivales han sufrido también. Los marfileños se sienten identificados con las historias que publicamos y comprenden que el otro campo también ha pasado por lo mismo que ellos. Además, van sucediendo cosas en lo que se refiere a los procesos judiciales, así que continuamos con el proyecto”, precisa Clara.
Desde el punto de vista técnico, apunta que RNW busca aproximarse a los temas de una manera diferente y con un ángulo más visual. También opina que otra clave del éxito de Ivoire Justice es la pasión de su audiencia, a la que implican en las entrevistas digitales y los debates casi sin tener que esforzarse.
“El proyecto es una oportunidad formidable para los marfileños de contar lo que han vivido”, coincide con ella Roland Polman (San Pedro, 1989), vía skype desde París, donde acaba de instalarse como periodista en prácticas en la redacción de Le Monde Afrique. “También ponemos caras a esta crisis y yo, personalmente, comprendo mejor de dónde venimos. Deseo de verdad poder continuar contando estas historias. Creo que es importante para nuestro país. El hecho de que los medios de comunicación se comprometan a difundirlas nos permite llegar a mucha más gente ¿Quién sabe si un día llegarán también a la televisión?”.
Roland lleva un año y medio fuera de su país. Acaba de terminar una formación en periodismo en la Universidad de Lille. Es periodista y dibujante, obsesionado con retratar la actualidad de su país en sus tiras y dibujos. También tiene su propia empresa, Caric-actu, y presta su pluma y sus trazos, además de a RNW, a la redacción de Waza Online e incluso a Planeta Futuro. Admite que le cuesta pronunciarse sobre la situación de su país desde la distancia.
“Una cosa es cierta: hay mucho por contar”, añade. “Mi hermanita nació casi al mismo tiempo que esta crisis. No tiene la perspectiva necesaria para comprender lo que ha pasado durante los últimos 13 años. Si no cuento estas historias, ¿cómo podrán ella y otros como ella comprenderla o hacerse una idea? Ahí me posiciono en este momento: testimoniar y hacer testimoniar. Para nosotros y la generación que nos sigue. Creo que es un buen momento para hacerlo, mientras nos dirigimos hacia la emergencia. Dejar una huella de nuestra historia”.
En abril se cumplen cuatro años desde que Alassane Ouattara llegara a la presidencia del país, precedido por los bombardeos franceses sobre Abiyán con apoyo de la ONU y por una sangrienta y corta guerra que venía a culminar el “trabajo” empezado con un golpe de estado perpetrado el 19 de septiembre de 2002. La ONU habló en su momento de unas 3.000 víctimas sólo en el conflicto que siguió a las elecciones de 2010. Entre los “hitos” más infaustos de la crisis post-electoral se encuentra la masacre de Duekué, todavía sin investigar.
Costa de Marfil se enfrenta a unas nuevas elecciones presidenciales en octubre y a la evidencia de que todavía quedan abiertas muchas heridas físicas y mentales entre sus ciudadanos.
Este mes de marzo estuvo marcado por la condena, en los juzgados del país, de varias personalidades del campo pro-Gbagbo como su propia mujer, Simone (20 años de cárcel), y su hijo Michel (cinco años). A estas condenas les sigue una sucesión de juicios contra ese mismo campo, como el que ahora se desarrolla por la muerte de siete manifestantes pro-Ouattara en el mercado de Abobo, en Abiyán. De momento, ningún partidario del actual presidente ha sido detenido ni juzgado, a pesar de que, en teoría, el TPI investiga los crímenes de guerra cometidos por ambos bandos. Clara Sanchiz apunta que, quizás, la fiscal del TPI, Fatou Bensouda, no desea enfrentarse a la inculpación de otros supuestos criminales de guerra que estén actualmente en el poder tras su fracaso con Uhuru Kenyatta. Lo cierto es que el TPI es una institución muy cuestionada en África, donde también tiene al presidente sudanés, Omar el Bachir, en el punto de mira. Algunos dirigentes del continente protestan, de manera periódica, por la “africanización" de la institución, que –según ellos- sólo persigue a ciudadanos de esta parte concreta del planeta.
Daouda Coulibaly estuvo en La Haya el año pasado, invitado –con otros periodistas africanos- por el Ministerio de Asuntos Exteriores holandés. La finalidad de su visita al TPI era comprender mejor este mecanismo de la justicia internacional.
“Después de visitarlo y ver de cerca del proceso a Simone Gbagbo, creo que el TPI tiene su justificación”, dice. “Porque he podido ver un proceso que no fue justo”.
Frente a las previsiones de violencia en las elecciones de octubre, es optimista. Le inquietan más las de 2020.
“Veremos qué pasa con las elecciones”, avanza con cautela Clara Sanchiz, no tan segura. “Los marfileños están preocupados por ellas, por la posibilidad de que haya más violencia. Hay un fuerte sentimiento de injusticia en una gran parte de la población, pero también hay muchos deseos de una reconciliación verdadera”.
Precisamente a finales de marzo, el presidente Alassane Ouattara nominó al arzobispo católico Paul Siméon Ahouana, de la orden franciscana y radicado en el norte del país, en Buaké, como nueva cabeza de la Comisión por el Diálogo, la Verdad y la Reconciliación. El primer presidente de la comisión, Charles Konan Banny, se presenta ahora a las elecciones como miembro de una plataforma anti-Ouattara, tras abandonar el Partido Democrático de Costa de Marfil (PDCI), aliado del actual presidente del país. La Comisión cerró sus audiciones el 30 de septiembre del año pasado sin compensaciones para las víctimas, ni casi testimonios tras tres semanas de trabajo abierto al público. Se le criticó por su presupuesto desmesurado según algunos y por la falta de resultados tangibles.
Mientras la situación del país parece relativamente estable, con una economía que crece con cifras espectaculares y un creciente atractivo para los inversores extranjeros, Costa de Marfil sigue lastrada por divisiones políticas y étnicas. Las últimas decisiones judiciales contra el campo pro-Gbagbo y la presencia de éste y su ministro de Juventud en La Haya refuerzan también la impresión de que se imparte una justicia de los vencedores, mientras que la otra mitad del país sigue humillada y esperando revancha.
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