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Red de Expertos Planeta Futuro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Universos paralelos durante el Foro Social Mundial en Túnez

Una semana antes del evento, el terrorismo golpeó a este país en el que brotó la primavera árabe en 2010. Aún así, unas 4.000 organizaciones se dieron cita para trabajar por el cambio social

Cada Foro Social Mundial tiene su historia pero la que nos ha dejado la edición de este año ilustra muy bien las complejidades y dificultades del mundo que las organizaciones sociales aspiramos a afrontar y resolver, aunque queda un largo camino para ello. Que muchas miradas estaban puestas en Túnez desde que comenzó la primavera árabe en 2010, todos los sabemos. Que su nivel de desarrollo económico y el equilibrio entre su identidad mediterránea y musulmana es evidente, pero frágil, también. Por ello, es más que meritorio que su ciudadanía haya sido capaz de avanzar en una transición política, todavía en proceso, hacia más libertades y democracia sin apenas apoyo.

En este contexto, es pertinente y relevante que haya sido Túnez el anfitrión del Foro Social Mundial 2015, un evento que ha reunido a más de 4.000 organizaciones sociales y movimientos. En su declaración final, y como cabía esperar, el Foro nos recuerda las brutales fallas del capitalismo y cómo los pueblos no son responsables de la actual crisis y, por lo tanto, no deben pagar sus consecuencias. Recoge las grandes batallas pendientes para poner coto a las transnacionales, frenar los efectos del cambio climático y reducir la violencia, temas que son primordiales pero en los que no se detectan avances en los últimos años, sino todo lo contrario. Finalmente se convoca una semana global de lucha contra el capitalismo, del 17 al 25 de octubre de 2015.

El atentado de Túnez es un intento más de demostrar que la convivencia entre laicidad, democracia e Islam no es posible

Pero lo que, en mi opinión, ha marcado la historia de este Foro ha sido que una semana antes ocurriera un atentando burdamente organizado en pleno centro de la capital tunecina, con un balance de 22 personas asesinadas, la mayoría turistas. Es un intento más de demostrar al mundo que el camino de la convivencia entre laicidad, democracia e Islam no es posible. Y es algo que nos resulta enormemente desalentador a muchos.

El Foro Social Mundial siguió adelante; tuvo lugar a pesar de los avisos de algunas embajadas sobre la inseguridad de viajar a Túnez y reunió a miles de personas dispuestas a trabajar por el cambio social. Su celebración ha sido una muestra más de solidaridad ciudadana con la propia sociedad tunecina. Que el Gobierno tunecino matara a los considerados culpables del atentado sin que apenas tengamos información de cómo ha sucedido, casi la misma noche en que el Foro terminaba, y apenas unas horas antes de la gran manifestación en favor de la paz que tuvo lugar el domingo, podría ser otro ejemplo más de la impunidad en la lucha contra el terrorismo y de la paulatina merma de los Derechos Humanos tras el escudo de las políticas de seguridad y anti terroristas. La presencia de los líderes políticos de Europa como el presidente francés, François Hollande, y nuestro ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, Juan Manuel García-Margallo, son la muestra de la escenificación internacional de dicha política.

A las organizaciones sociales nos falta efectividad política

En sólo unos días, todo lo anterior ha ocurrido como si viviéramos en universos paralelos. Movimiento ciudadano global, operación terrorista desestabilizadora, solidaridad ciudadana en favor de la paz y respuesta anti terrorista violenta. En realidad, ha sido como haber asistido a dos películas a la vez. Y ello apuntala la creciente constatación de que a las organizaciones sociales nos falta efectividad política. Nuestros movimientos, redes e iniciativas, por cierto bastante numerosos, no terminan de tener la incidencia y el impacto que debieran. Dominan en el mundo de lo simbólico e ilustrativo, pero terminan siendo demasiado inocuos a las estructuras y a los procesos duros donde nos jugamos el futuro del mundo.

Algo muy profundo tiene que cambiar en la forma en que trabajamos y actuamos. Nos jugamos mucho. Entre otras cosas una parte importante del acervo de derechos humanos que tanto ha costado construir en los últimos 50 años.

Ana Rosa Alcalde es directora de la ONG Alianza por la Solidaridad

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