La huida hacia adelante de Gaspard Ulliel en ICON
El actor francés protagoniza la portada del número de abril de la revista masculina de EL PAÍS, hoy gratis con el periódico
Acostumbrado a trabajar encerrado entre las frías e impersonales paredes de un estudio, ya sea para protagonizar una millonaria campaña publicitaria o para rodar una película; los ojos azul oscuro de Gaspard Ulliel se vuelven todavía más profundos cuando entra en el mítico restaurante Maxim’s de París, el lugar donde se citó con ICON para la entrevista y sesión de fotos que ahora componen la portada del número de abril. Se encuentra feliz por poder pasar unas horas en el mundo real, y así lo demuestra con su eterna sonrisa de politesse mientras responde con pensamiento ordenado, perfecta dicción, gusto por la adjetivación precisa y esa profesionalidad que todos elogian en él a nuestras preguntas. “Encadenar rodajes te desestabiliza. La gente te trata muy bien, pero también te infantilidad: un chofer te viene a buscar cada mañana, te visten como si fueras un niño y te traen galletitas sin ni siquiera pedirlas. Cuando todo termina, te sientes completamente perdido”.
El número se completa con entrevistas al filósofo Gilles Lipovetsky, a los escritores Chuck Palahniuk y Boris Izaguirre, el artista Tony Oursler y la modelo Eugenia Silva
Pero esa desorientación de la que Gaspard habla desaparece nada más ponerse frente a la cámara de Pawel Pysz, encargado de fotografiar en exclusiva a este sex symbol recién entrado en la treintena cuyo rostro, al que una cicatriz producida por la mordedura de un dóberman cuando tenía seis años confiere cierta animalidad, ha sido suficiente garantía para convertirle en la imagen de la fragancia Bleu de Chanel. “Al empezar mi carrera encontré un éxito inmediato, con muchas ofertas y hasta algún premio. Después, hacia los 25 años, todo se complicó. Era demasiado joven para hacer de adulto, pero demasiado viejo para seguir haciendo de adolescente”. La madurez, no obstante, le está dando muchas alegrías, como su papel protagonista en Saint Laurent, biopic del legendario modisto francés que le valió una nominación a los premios César. “Creo mucho en esta película. Gracias a ella entendí muchas cosas sobre la interpretación, pero también sobre quién soy yo. Es la primera vez que he intentado superar mis límites y transformarme en algo nuevo”. ¿Quizás en alguien capaz de enfrentarse todos los días a las consecuencias de la fama?. “A veces fantaseas con lo que debe ser una vida normal”, reconoce en la conversación. “Los actores nos quejamos mucho, pero si nos quitaran la notoriedad de un día para otro seguro que nos sentiríamos desgraciados”.
En el número de abril, gratis hoy jueves con EL PAÍS y disponible en quioscos por tres euros el resto del mes, se habla también con otra mujer conocedora de todo lo que significa ser embajadora de una marca, la modelo Eugenia Silva, que fotografiada por Pablo Zamora y con estilismo de Nono Vázquez, repasa entre medias y corpiños su nueva vida como empresaria gracias a la web eustyle.com. “Me decían que no iba a funcionar. Ángel Schlesser, cuando empezó a colaborar, comentaba: ‘Uf, yo he tratado de vender online y es que ni de coña… La gente, al final, se lo quiere probar’. Y resulta que hemos tenido que reponer su ropa cuatro veces”. Silva, que reconoce pecar de romántica a la hora de hacer negocios, también repasa las anécdotas más desconocidas de su vida, como aquella en la que durante una fiesta en la casa del manager de Madonna, presentó a Pedro Almodóvar y al fotógrafo Steven Meisel. “Estuvieron allí de charleta. Son de esas cosas que dices: ‘Qué bien, tops en lo suyo y cada uno admirador del otro”. Aunque lo que más sorprende no son la cantidad de nombre famosos que aparecen en cada frase, sino sus ganas de seguir evolucionando hacia alguien que todavía está por descubrir. “Por eso mezclo un poco de todo, por saber qué es lo que me gustaría ser de mayor”. Como si a sus 39 años aún no hubiera hecho nada en la vida…
Antes de la expansión de la sociedad de consumo, la cultura estaba dividida entre lo culto y lo popular. Hoy, los taxistas escuchan a Mozart El filósofo Gilles Lipovetsky, en su entrevista en el número de abril de ICON
Otra entrevista reseñable del nuevo número es al sociólogo y filósofo francés Gilles Lipovetsky, responsable de que varias generaciones de universitarios se familiarizaran con la palabra postmodernidad y que nos recibe en su cada de Grenoble para hablar de su último trabajo, La estetización del mundo. Vivir en la época del capitalismo artítstico (Anagrama), un ensayo que desgrana la alianzas que las grandes corporaciones establecen con las llamadas industrias creativas para transformar el comercio casi en una obra de arte. “Hoy todo el mundo comparte el gusto por descubrir cosas nuevas, por viajar y vivir sensaciones estéticas desconocidas. Este tipo de comportamientos, que hasta hace no tanto eran elitistas, se han generalizado. Hoy todo el mundo va a ver exposiciones a los museos. Quienes lo hacen no siempre tienen una gran cultura artística, pero han integrado el hábito del consumo cultural y lo consideran algo normal”. Una democratización que, en opinión de este pensador, acaba con un acto reservado hasta hace nada a las clases privilegiadas. “Antes de la expansión de la sociedad de consumo, la cultura estaba dividida entre lo culto y lo popular. Hoy, los taxistas escuchan a Mozart”.
Se complementa la revista con otras entrevistas como a Boris Izaguirre, que acaba de publicar Un jardín en el norte, el best-seller que el venezolano considera que le faltaba en su carrera; a Tony Oursler, pionero de la videocreación que tiene a gente como David Bowie entre sus grandes admiradores; a Chuck Palahniuk, que durante la presentación de su nuevo libro Maldita reconoce que le encanta escribir en los cafés y bares de Madrid; o a Romain Kremer, el diseñador que Camper ha contratado para que organice la tormenta perfecta en sus tiendas.
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