El futuro se oculta tras los hombres y mujeres que lo hacen hoy
¿Seremos capaces de erradicar esos males de la desigualdad que hoy perviven y nos avergüenzan y de construir un mundo mejor para 2030?
Lo mejor sería no preocuparse tanto del futuro y pelear todo lo que se pueda en el presente, decía el pacífico Gandhi. Aun así, muchas veces no es posible arrancar en el presente sin marcarse unos objetivos para el futuro, por lo menos un futuro abarcable de unos pocos lustros. Se intentó con los Objetivos del Milenio, con la lista de deberes que debían cumplir los países miembros de la ONU antes de 2015, y se intentará otra vez para 2030, bajo la fórmula de Objetivos de Desarrollo Sostenible, que se discutirá y aprobará el próximo mes de septiembre.
15 años es justo el espacio que lleva a un niño o niña a convertirse en hombre o mujer: el tiempo suficiente para que un adulto se plantee si ha valido la pena su esfuerzo, si lo que hace tiene algún sentido y si lo que ve a su alrededor justifica la esperanza o el pesimismo. Tres lustros para que en 2030 comprobemos, como comunidad internacional, si se ha logrado avanzar realmente, de manera consistente y definitiva, en la erradicación de males que ya hoy, 15 años antes, sabemos que son superables y que, por ello, nos avergüenzan: la pobreza extrema, la no escolarización, la discriminación de las niña y mujeres, el imposible acceso a un sistema sanitario que garantice una vida sana, sociedades inseguras en las que la justicia no existe o esta corrompida y en las que la prosperidad se basa en estructuras económicas tan injustas que resultan insultantes para la dignidad. 15 años para hacer frente a lo que ya sabemos, que el cambio climático es un hecho y que los ecosistemas no pueden ser destruidos de balde.
Anatole France escribió que el futuro está oculto detrás de los hombres y mujeres que lo hacen. El autor no era un hombre optimista, pero, precisamente porque creía en eso, podría haberlo sido. Porque si el futuro está oculto detrás de los hombres y mujeres que lo hacen, que lo están haciendo, cabe la esperanza, hoy precisamente, más que hace 20 o 30 años, porque esos hombres y mujeres son hoy más críticos, están más abiertos a la discusión y a la novedad, más convencidos de que existen los instrumentos necesarios para hacer posible esos cambios y que todo estriba en la voluntad, en el deseo político inquebrantable de que las cosas lleven a una vida decente, una palabra que implica un magnifico objetivo, para el conjunto de la humanidad.
El futuro está, pues, oculto detrás de las mujeres que, por primera vez en la historia de Afganistán, llevaron a hombros el féretro con los restos de Farkhunda, en los pocos cientos de hombres y mujeres que se manifestaron en las calles de Kabul exigiendo que se castigue a sus linchadores. El futuro está oculto detrás de las decenas de miles de mujeres y de hombres que han iniciado en India un movimiento imparable contra la brutal discriminación de las niñas y mujeres y contra la impunidad de la violación. ¿Quién hubiera hablado de ello hace diez años?, ¿Quién dejara hoy de hablar de ello? India, una extraña democracia en la que se consiente la vejación y humillación de la mitad de la población con total impunidad, comienza a removerse, no por presiones de una comunidad internacional que permaneció siempre cruelmente impasible, sino por la acción de sus propios ciudadanos, de sus mujeres, especialmente, pero también de hombres que no pueden soportar ya tanta atrocidad machista.
No es tanto observar el mundo con ojos optimistas, como estar atento al cambio, escuchar cuidadosamente el runrún que suena delante nuestro
El futuro está también en algunas sentencias, como la emitida por el Tribunal de Apelaciones de Estados Unidos, que mantiene que nada puede eximir a una compañía de responsabilidad en los casos en los que se vulnere el derecho de gentes. El fallo, que está considerado como uno de los más importantes en el campo del derecho internacional, se emitió el año pasado en el llamado Doe vs.Nestlé USA, inc, y establece que la compañía multinacional tuvo responsabilidad en la explotación de mano de obra esclava en plantaciones de cacao en Costa de Marfil, incluso si Nestlé USA no era la dueña de las plantaciones ni controlaba directamente las condiciones laborales locales. Horatia Muir Watt, directora del Global Governance Studies de la Universidad de Paris, explica que esa sentencia es fundamental y que “debe ser interpretada en términos de responsabilidad social, acceso de las víctimas a la justicia y de un horizonte político en el que la búsqueda del beneficio y de la eficiencia del mercado debe quedar equilibrada con otros valores”.
¿Los tres jueces de la Corte de Apelaciones son tres personas tras la que se ocultó el futuro? Seguramente. Lo está también tras los primeros dirigentes chinos que afrontan los problemas ecológicos que plantea el despegue económico-industrial del país más poblado del mundo. Se dice que el futuro de todos depende de la estabilidad de China en los próximos 15 años, pero la estabilidad de su progreso económico no será posible sin esos hombres y mujeres que han empezado ya a luchar para, en un horizonte de 15 años, promover un sistema de protección social más satisfactorio, unos sindicatos poderosos y una reglamentación que haga que el medio ambiente soporte los cambios de forma sostenible. Afortunadamente, esos hombres y mujeres están ahí, peleando en el presente y ocultando tras sus espaldas el futuro de todos nosotros.
No es tanto una cuestión de observar el mundo con ojos optimistas, como de estar atento al cambio, de escuchar cuidadosamente el runrún que suena delante y al lado nuestro. Si nos atenemos a las cifras, la vida es algo más decente que lo era en 1990, ha disminuido a la mitad la pobreza extrema (aunque hay bastante polémica sobre la interpretación de esos datos), más personas tienen acceso a agua potable, ha bajado la mortalidad infantil, más niños y niñas reciben educación primaria, más mujeres son conscientes de que tienen derechos, se han hecho avances en la cura de enfermedades que antes no merecían la menor atención. Todos estos datos son positivos, pero tan insuficientes, que difícilmente pueden marcar la pauta. Es otra cosa lo que alienta la esperanza: los hombres y mujeres que piensan y actúan. Están ahí. Y cada día son más.
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