No es oro todo lo que reluce
PorKeira Dempsey,de Plan Internacional UK.
El pequeño Óscar tomando un caramelo en la mina
El pequeño Óscar tiene solo 2 años, pero pasa demasiadas horas solo cada día mientras su madre y su hermana, de 11 años, trabajan en las minas. No es el único niño de su edad que deambula durante horas por este poblado; en la comunidad minera de Geita, en Tanzania, las condiciones de vida son muy duras para mayores y pequeños.
Tanzania, el cuarto país productor de oro de África, abrió las minas de oro de Geita a las compañías mineras internacionales en 1990, lo que provocó la llegada de decenas de miles de trabajadores a esta zona, atraídos por la “fiebre del oro” y la posibilidad de enriquecerse.
Casi el 5% del PIB de Tanzania y un tercio de sus exportaciones provienen de la minería. Los expertos estiman que alrededor del 10% del oro del país sale de la minería a pequeña escala, un número que va en aumento como respuesta a los precios crecientes del oro y la falta de alternativas de fuentes de ingresos.
En las minas “artesanales”, de pequeña escala, las actividades están enormemente desreguladas, lo que a menudo da lugar a prácticas peligrosas. El mercurio usado en las aleaciones está provocando una intensa destrucción del medio ambiente, además de contaminación y una extensa deforestación.
La fiebre del oro ha atraído a alrededor de 900.000 personas que viven actualmente en la zona con la esperanza de encontrar trabajo en las minas o conseguir algo de oro. Las calles están llenas de bares, burdeles y suciedad.
Según los datos del ministerio de energía y minerales del gobierno tanzano, hay más de 800.000 mineros a pequeña escala. De estos, se calcula que más de 30.000 son niños y niñas de entre 5 y 13 años, lo que les impide ir al colegio. Según las leyes nacionales e internacionales, el gobierno tanzano está obligado a proteger a la infancia de violaciones de sus derechos, incluyendo las peores formas de trabajo infantil como la minería y la explotación sexual comercial.
En las provincias de alrededor, la gente vive en condiciones inexplicables. En esta zona es donde vive Óscar, en una pequeña tienda de campaña con su hermana mayor Limi, de 11 años, y su madre, Mariam, de 32 años. Limi va al colegio, pero trabaja dos horas cada mañana en la mina y los sábados y domingos durante todo el día.
Cuando no está trabajando ni en el colegio, cuida de su hermano pequeño. No obstante, como resultado de las condiciones de trabajo en la mina y la exposición al mercurio, su salud es muy débil. Apenas puede hacerse cargo de los cuidados de Óscar.
Hace poco tiempo, Óscar estuvo enfermo de malaria. Tan enfermo que probablemente habría muerto si no hubiésemos intervenido, llevando al niño, inconsciente, al centro de salud más cercano. Los médicos le salvaron la vida.
Cuando su madre está trabajando y su hermana en la escuela, Óscar pasa el tiempo solo, vagando por la zona en la que viven, lo que conlleva numerosos riesgos. La vida en esta zona es muy peligrosa para un niño de su edad. Las condiciones de higiene son prácticamente inexistentes, las tasas de criminalidad son muy altas y hay mucha gente desesperada. Para la infancia, la educación es la única oportunidad para escapar de la pobreza y de una vida condenada a las minas.
El proyecto contra el trabajo infantil de mi organización, apoyado por la Unión Europea, tiene el objetivo de proteger a la infancia de las peores formas de trabajo infantil en las áreas mineras tanzanas de Geita y Nyangwale. El programa trabaja con 12.000 niños en 11 cuencas mineras que abarcan 52 pueblos, beneficiando a unas 260.000 personas.
El programa identifica a los niños que han sido explotados y les ofrece apoyo para su reinserción en el colegio y en la sociedad. El proyecto también pretende incrementar la cifra de niños y niñas que asisten regularmente al colegio y reducir la tasa de abandono escolar.
Limi ve el colegio como un descanso del trabajo, pero también como una forma de salir de la pobreza. Todo el dinero que gana trabajando en las minas lo destina a sus libros del colegio. Quiere ser medico cuando sea mayor. “Hacen que la gente enferma vuelva a estar sana”, asegura.
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