2015, el año de la revolución fiscal
Esta entrada ha sido escrita por nuestro colaboradorAlex Prats(@alexpratstweets).
La adopción de los Objetivos para el Desarrollo del Milenio hizo que muchas personas creyeran que, quizás sí, otro mundo era posible en el año 2015. Sin embargo, a pesar de algunos avances importantes (ver informe 2014), los resultados logrados no han sido los deseados, en parte porque el déficit en la inversión para la consecución de los objetivos definidos, según un informe de la OCDE, ha sido de 120.000 millones de dólares al año.
La nueva agenda para el desarrollo que ahora se está definiendo será sin lugar a dudas más ambiciosa que la que ahora concluye. De acuerdo con estimaciones iniciales elaboradas en un informe del Banco Mundial, la inversión requerida girará alrededor del billón de dólares anuales. En tiempos de aparente escasez de recursos en las arcas públicas, ¿cómo se podrá lograr invertir tal cantidad de dinero en la lucha contra la desigualdad y la pobreza?
Si la comunidad internacional se toma en serio la nueva agenda para el desarrollo sostenible, 2015 debe ser entonces el año de la revolución fiscal, una revolución que debe permitir lograr una financiación suficiente, recaudada y utilizada de forma justa y transparente.
Lograr una financiación suficiente es posible si se adoptan las medidas necesarias a nivel nacional e internacional para i) poner fin a los flujos financieros ilícitos de capitales y la evasión fiscal (ver Consenso de Copenhagen), ii) se racionalizan los incentivos a la inversión directa extranjera, muchas veces ineficientes, iii) se adopta la tasa Robin Hood a las transacciones financieras, iv) se redirigen hacia la financiación del desarrollo los actuales subsidios a los combustibles fósiles (ver informe de ODI), v) se establece una tasa a las emisiones de carbono, vi) se cancelan las deudas odiosas, vii) se retornan los activos robados o vii) se reduce un 10% el gasto militar.
En segundo lugar, los recursos financieros para el desarrollo se deben recaudar (y gastar) de forma justa, es decir, de modo que tenga un impacto positivo en la reducción de la pobreza y la desigualdad.Para ello, se deben establecer sistemas tributarios progresivos para que los que más tienen sean también los que más contribuyan. En este sentido, en países donde aún no existen, se deben crear nuevos impuestos sobre la ganancia del capital, la propiedad o la riqueza y revisar impuestos sobre el consumo que tienen un efecto desproporcionado en la población más pobre. Además, los estados deben respetar los compromisos adquiridos para avanzar en materia de derechos económicos y sociales, y adoptar aquellas medidas que garanticen tanto como sea posible el acceso de toda la ciudadanía a servicios sociales de calidad, en especial salud y educación. Los presupuestos y el gasto público no pueden seguir dando la espalda a la población más vulnerable. De todas las desigualdades, la desigualdad entre hombres y mujeres es la que requiere un mayor atención por parte de todos.
Por último, para lograr un sistema fiscal transparente, se debe garantizar el derecho de todas y todos a la información y la participación - sin exclusión ni discriminación - en el diseño, implementación, financiación y seguimiento de políticas públicas. Es fundamental evitar que aquellos que más tienen no sólo no sean los que menos impuestos pagan, sino que además sean los que más poder tienen para establecer las reglas del juego a su antojo. Según Oxfam, 85 personas tienen la misma riqueza que la mitad de la población mundial, lo cual les confiere una gran capacidad para influir en su favor en políticas públicas que nos afectan a todas y todos. Finalmente, los frecuentes escándalos de corrupción demuestran la imperiosa necesidad de potenciar la vigilancia judicial y de la ciudadanía sobre la generación y uso de recursos públicos.
A mediados de julio se celebrará en Addis Abeba la Tercera Conferencia sobre la financiación para el desarrollo. Sin el compromiso por parte de la comunidad internacional con éstas y otras medidas presentadas en el informe ‘A post-2015 fiscal revolution’, los nuevos objetivos para el desarrollo sostenible serán papel mojado.
Tenemos que sumar fuerzas. ¡Es la hora de la revolución fiscal!
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