Si un premio no se retuitea ¿se ha entregado?
Es fácil echarle la culpa de esto a los tiempos del 2.0: importa más la predicción que el análisis, el adelanto que la reacción
Orden aristotélico
La estructura de una entrega de premios es simple: se dan premios. Esto obliga a que alguien anuncie quién ha ganado qué, que ese alguien esté presente para darse por aludido o dar un discurso, y, acaso, que haya un público para oírle y aplaudirle. Ya está. Luego, ya por amenizar, se puede interrumpir el proceso con música o chistes. Y, ya puestos, para que el todo no resulte muy deslavazado, conviene que haya alguien, un presentador, que le dé forma. La ceremonia de los Oscar habrá sido la eterna innovadora del formato desde siempre, pero su alma estaba en esa identidad. Una noche, se entregaban premios. Se empezaba por los menores y se acababa por los importantes. Todo lo que la gala le aportaba al mundo, las docenas de anécdotas e interpretaciones de los artistas más populares del año, nacía y moría dentro de esos límites. Un formato tan estupendo para la pompa, la circunstancia y la televisión, y tan pésimo para el 2.0, que este año ha tenido que morir.
Caos cibernético
Ya el año pasado el formato mostraba problemas de salud, cuando lo más comentado no fue algo que ocurriera durante la ceremonia sino un selfi publicado al final, que tuvo más vida días después que aquella noche: fue aquel que se tomó Ellen DeGeneres, Brad Pitt, Jennifer Lawrence, Meryl Streep y demás estrellas. Este año, la cosa ya ha empezado antes. Desde que se anunciaron, el 15 de enero, los nominados, el hecho de que los Oscar se van a volver a entregar por 87ª vez ha dominado el sector glamuroso de las redes. Los nominados más Lady Gaga, Adam Levine, Maroon 5, Viola Davis ya han estado poniéndolo de moda. Y eso los famosos. También se ha visto el menú de la comida de nominados, las reuniones de producción y la cuenta oficial @TheAcademy ha desglosado ya prácticamente cómo será toda la noche. Los Oscar se han metamorfoseado de acontecimiento a estación, como el otoño o la primavera, y su presente abarca semanas ahora. La estructura clásica, decíamos, ha muerto.
Antes/Después
Es fácil echarle la culpa de esto a los tiempos del 2.0: importa más la predicción que el análisis, el adelanto que la reacción. Casi todo, no solo los Oscar, ocurre antes de que ocurra. Pero esto conlleva una misión para el público: recordar que lo que cuenta es lo que se tuitea después, que suele ser lo que opina la gente. Las gracietas sobre los traspiés y el repaso de aciertos. Será lo que se recuerde cuando el año que viene se intente reinventar la estructura de una entrega de premios.
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