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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ahora Copenhague

Europa debe poner todos los medios para evitar la ‘normalización’ del terrorismo islamista

Los atentados de Copenhague, con dos muertos y varios policías heridos, constituyen la última expresión del asalto en suelo europeo a la libertad de expresión por parte del más enfermizo fanatismo islamista. Esta violencia terrorista, en la inmediata estela de la matanza de Charlie Hebdo,se manifiesta en el contexto inquietante de un sentimiento creciente en el viejo continente contra la inmigración musulmana.

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Los asesinatos de la capital danesa parecen más bien obra de un lobo solitario que de una conspiración, aunque la policía haya detenido ayer a dos individuos acusados de ayudar a Omar El Hussein. Si el objetivo material de su asalto al café donde se debatía la libertad de expresión era presumiblemente el dibujante sueco Lars Vilks (en la lista negra de Al Qaeda y otros grupos de asesinos iluminados desde que en 2007 publicara unas viñetas de Mahoma), el de su posterior ataque a la sinagoga era la comunidad judía. Un doblete característico, como en París en enero, con un blanco final: la libertad en sí misma.

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Como en otros países europeos, también jóvenes daneses se han incorporado a la causa yihadista en sangrientos escenarios de Oriente Próximo. No era el caso del terrorista muerto el sábado por la policía de Copenhague. Acababa de salir de la cárcel, era un delincuente violento y probablemente se radicalizó en prisión. En Dinamarca, un país básicamente indiferente al hecho religioso, comenzó en 2005 la versión más contemporánea de la pugna entre libertad de expresión y fanatismo islamista, con la publicación periodística de unos dibujos de Mahoma que desataron la ira en el mundo musulmán.

Copenhague ha puesto de nuevo el foco sobre el antisemitismo. Uno de los objetivos de los atentados ha sido la comunidad judía, de unos ocho mil miembros en el país nórdico. El asalto a la sinagoga de la capital danesa ha coincidido con una nueva profanación de tumbas en Francia; y viene a agravar la percepción entre la comunidad judía de una progresiva oleada de antisemitismo no suficientemente confrontada por los poderes públicos en algunos países europeos. El inquietante clima ha sido aprovechado con inaceptable oportunismo por el primer ministro Netanyahu para alentar a los judíos europeos a que emigren a Israel.

Europa está inmersa en una lucha crucial para preservar los derechos fundamentales que constituyen uno de los pilares de su identidad y a la vez el delicado equilibrio entre libertades y seguridad. En este marco resulta imprescindible identificar con precisión la amenaza yihadista e impedir con todos los medios al alcance del Estado de derecho que el terrorismo islamista, su asalto a los valores democráticos, se convierta en acontecimiento normal de la vida cotidiana. La libertad de expresión es prerrequisito de una sociedad libre, y nada tan aniquilador para una Europa todavía inacabada como que la ciega furia de quienes se sienten insultados en sus creencias se exprese a punta de fusil ametrallador.

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